Javier Sardá, amenazado por grupos ultraderechistas
Desde que dio por finalizadas sus “Crónicas Marcianas” a finales del pasado julio, Javier Sardá es otro hombre, con cambio de look incluido como se puede apreciar en la barba canosa que acompaña su rostro. El periodista ha decidido olvidarse del estrés diario que suponía la dirección y presentación del late show de Telecinco, para dedicarse a la vida contemplativa en su casa de la costa catalana. Durante este exilio, que será de un año –“aunque algunos no lo creen”, comenta Sardá en declaraciones a la revista Teleindiscreta-, el showman afirma que este tiempo lo está aprovechando “para estar con mi hija de 11 años, voy a visitarla dos veces por semana a casa de mi ex mujer. Antes me resultaba difícil verla crecer porque el programa absorbía la mayor parte de mi tiempo”. Pero, además de ejercer de padre, Javier Sardá dedica gran parte de su tiempo a leer libros de Historia Contemporánea: “Me encanta este género y devoro libros sentado en el jardín de mi casa, que tiene unas vistas magníficas al mar. Además, desde aquí veo un castillo donde a veces tocan conciertos de música clásica”. Amenazado por grupos ultraderechistas Sardá es un asiduo de las emociones fuertes, una afición que no ha abandonado desde que está lejos de los marcianos: “He alquilado un avión para retomar mis vuelos particulares. Además, me encanta perderme por el monte en mi ‘quad’ y dar paseos a caballo”. Y, aunque vive solo, Sardá reconoce que sus animales son la mejor compañía que podía tener. “Tengo cuatro perros, dos yeguas, un gato y un burro, así que no me falta ocupación”, dice entre risas. Seguro que después de lidiar con algunas de las “bestias” que han pasado por “Crónicas”, domesticar a estos bichos es pan comido para él. Sin embargo, el periodista no puede disfrutar por completo de esta tranquilidad al estilo “La casa de la pradera”. Asegura que “llevo guardaespaldas porque estoy amenazado por grupos ultraderechistas. Es un lastre, pero no trastoca mucho mis planes”. Por el momento, Javier Sardá no está dispuesto a renunciar a un placer que hacía tiempo que no paladeaba. “Ahora –concluye– me voy a dormir cuando quiero”.