Vaya por delante que bajo ningún concepto el termino peyorativo de “telebasura” es adecuado como descripción de los programas de televisión que se centran en la telerrealidad y el mundo rosa. Entendemos que son programas de entretenimiento que a nivel individual nos pueden gustar o no y que tenemos absoluta libertad para verlos o apagar el televisor. Se pueden y se deben criticar si están mal producidos, si son monótonos y, sobre todo, si no tienen audiencia, pero de ningún modo está justificada una critica general con el apelativo de “telebasura” que insulta y mira por encima del hombro a todas las personas que trabajan en ellos o que los ven. Por todo lo anterior estamos de acuerdo con Sardá en su discurso y en las felicitaciones que dio a los presentadores de los top ten de la supuesta “telebasura”, a sus equipos y a los directivos de Telecinco que los han producido para lograr una temporada más que aceptable. Sin embargo hay algo que se le olvida a Sardá cuando se vanagloria de la libertad que le permiten los directivos de su cadena para hacer el programa con los contenidos que se le antoja en cada momento y cuando, al mismo tiempo, ataca a la falta de coherencia del Grupo Correo, que gana dinero a costa de estos programas que luego critica. La coherencia del grupo Correo está en la libertad que permite a los periodistas, entre los que se puede incluir a Sardá, decidir sobre los contenidos de sus artículos. Como bien dijo el propio Sardá, le pagan por su trabajo, no por su religión, y si los profesionales de El Semanal TV consideran que este tipo de programas debe ser vilipendiado, entonces están en su obligación de escribir un reportaje como el que publicaron el fin de semana pasado. Más aún, su accionista, el Grupo Correo, debe permitirles la publicación de este artículo por la misma regla de tres que Telecinco permite a Sardá decir lo que quiera en sus Crónicas Marcianas. En este sentido hubiese sido más criticable la prohibición de publicar el reportaje en contra de la telebasura en general, y de Telecinco en particular, por parte del grupo Correo, aunque así protegiese sus intereses en esa cadena. ¿Cómo reaccionaría Sarda ante cualquier prohibición de este tipo? En conclusión, desde esta columna nos sumamos con Sardá en felicitar a los presentadores y equipos que hacen unos programas de televisión de entretenimiento que consiguen precisamente eso: entretener a la gente que los ven. También nos sumamos a su ataque contra la hipocresía que se genera en torno a estos programas de la cual el reportaje de El Semanal es un claro exponente y con el cual, básicamente, no estamos de acuerdo. Sin embargo, hay algo que está por encima del desacuerdo y es el derecho que tienen los periodistas de cualquier medio a expresar sus puntos de vista. Si esto genera incoherencias dentro del Grupo Correo, bienvenidas sean.