Netflix acierta con 'Innato': Imanol Arias y Elena Anaya transforman el miedo en un dilema moral sobre la herencia del mal
Netflix cierra 2025 con un golpe de autoridad en uno de los géneros que mejor domina: el thriller psicológico. Tras la irregular acogida de propuestas como El refugio atómico, que no estuvo a la altura por sus tropiezos insalvables, la plataforma da un salto de gigante con Innato, que se estrena este martes 23 de diciembre. A diferencia de otros estrenos recientes como El cuco de cristal, que apostaba por un suspense más convencional, esta serie logra algo más difícil: instalar una idea incómoda que permanece en la mente del espectador.
Esta miniserie nos presenta a Sara (Elena Anaya), una psicóloga cuya vida perfecta está construida sobre unos cimientos que se tambalean sobre el olvido. Su padre, Félix Garay (Imanol Arias), apodado en la prensa como 'el asesino del gasoil', sale de prisión tras 25 años. Su regreso coincide con una sucesión de crímenes que imitan el macabro modus operandi que llevó por bandera en el pasado. Y entonces, el miedo psicológico entra en escena planteando varios debates.
El pensamiento más social, quizás, tiene que ver con las segundas oportunidades. A través de un acertado uso de los flashbacks, la serie de Netflix nos sumerge en el trauma adolescente de Sara, cruzando sus recuerdos de manera recurrente con un presente donde su hijo, Sebas (Teo Soler), comienza a mostrar una fascinación inquietante por el abuelo al que nunca conoció. Son clave en la historia el buen desempeño del resto de personajes, interpretados por Emma Suárez, Roberto Álamo, Aura Garrido o Ane Gabarain, entre otros.
En sus ocho capítulos dirigidos por Lino Escalera e Inma Torrente, a los que ha tenido acceso verTele para la elaboración de esta crítica, la ficción de Plano a Plano y Bilbao y Dynamic Television consigue algo fundamental: provoca esa necesidad de reproducir el siguiente capítulo. Y en los tiempos que corren, con un ritmo frenético de producción y abundancia de contenido, es digno de mención. Ese efecto binge-watching se apoya en una cuidada fotografía, que aprovecha la atmósfera fría y grisácea de Vitoria para envolver al espectador.
Si hay un nombre que sostiene el peso emocional de la obra, ese es el de Elena Anaya. Su interpretación es impecable. La intérprete logra encarnar la ansiedad de quien se sabe portadora de una genética 'maldita'. Sus labores son clave en este mapa de tensión psicológica que explora la serie: proyecta a la perfección la contención por mantener esa imagen de persona construida a sí misma, mientras la paranoia de que el mal es innato la devora por dentro. Y con esta premisa, el drama familiar va in crescendo.
Más allá del quién y lo que hizo, la serie pone sobre la mesa el eterno dilema moral de nuestra sociedad: las segundas oportunidades. ¿Puede un monstruo redimirse y cambiar? ¿Es justo castigar a los hijos por los crímenes de sus padres? Innato no da respuestas fáciles, solo instrumentos para la reflexión. El miedo psicológico se te mete en el cuerpo precisamente por su capacidad para agitar los pensamientos; nos obliga a mirar a nuestro alrededor y preguntarnos qué es herencia de los antepasados.
La herencia del mal y la mentira para sobrevivir
Innato aborda con elegancia el debate científico y moral más antiguo en el ámbito de la criminología: ¿es la maldad algo biológico con lo que nacen las personas o se aprende? La serie propone un camino de reflexión al espectador sobre el estigma de ser 'hijo de un monstruo'. Capítulo a capítulo, vemos cómo Sara vive atormentada por el trauma de los crímenes cometidos por su padre. También irradia un terror constante a su propia genética y la posibilidad de heredar la predisposición psicopática de Félix.
La intérprete consigue plasmar que su existencia es una lucha interna contra una biología que ella percibe como una condena de la que le es imposible escapar. Todo el elenco interioriza a la perfección ese miedo, que tiñe cada una de sus reacciones. El guion de Carballal y Lojo esconde una realidad completamente desgarradora: cómo una mentira puede acabar con todo lo que costó años construir. De hecho, la omisión sistemática de realidades con la intención de proteger se erige como uno de los mayores golpes emocionales.
Un trauma transgeneracional y un secreto asfixiante
Los secretos familiares son, sencillamente, una bomba de relojería. El intento de Sara por proteger a Sebas ocultándole la identidad de su abuelo termina provocando un efecto contrario. Y aquí es precisamente donde encontramos uno de los grandes giros de Innato, porque juega constantemente con la posibilidad de que la descendencia de Félix tenga tendencia a esa psicopatía. De hecho, la serie sugiere que la reputada psicóloga no se ha saltado ninguna generación.
A través de distintas pinceladas, se nos muestra a una Sara que reconoce en sí misma ciertos rasgos oscuros, pero que logra canalizar mediante un autocontrol férreo. Como si de un 'monstruo domesticado' se tratase. Sin embargo, el espejo más cruel es su hijo Sebas… o no. El joven entra en una espiral de autodestrucción inundada por la incomprensión tras un dramático giro. El adolescente, sintiéndose rechazado por la sociedad, decide abrazar un mundo que, quizás, nada tiene que ver con su naturaleza.
¿Existen las segundas oportunidades realmente?
Uno de los puntos más valientes de Innato tiene que ver con la vida de Félix tras salir de prisión. Este 'monstruo' pagó por sus delitos, pero la sociedad no le permite reinsertarse. Con este planteamiento, la ficción abre un debate sobre las segundas oportunidades. Y es que el patriarca de los Garay se encuentra fuera de la cárcel con una libertad que, en realidad, es la extensión de su celda: acoso vecinal, juicio mediático y la nula posibilidad de redimirse. Pero lo intenta, mostrando su lado más humano para sorpresa de todos.
Ese linchamiento público lo convierte automáticamente en el principal sospechoso cuando los crímenes se reactivan. Resulta de lo más curioso como Innato plantea esa dualidad en el espectador: sabemos que es un criminal, pero eso no impide que el personaje de Imanol Arias genere empatía e incluso lástima. Y esta realidad plantea dos preguntas incómodas: ¿Es posible la reinserción para alguien que ha perpetrado terribles asesinatos? ¿La opinión pública y el sistema mediático están diseñados para que un monstruo nunca deje de serlo?
Un desenlace a la altura de la serie, que pide a gritos una segunda temporada
El tramo final de Innato, plagado de acción y giros de lo más sorprendentes, está plagado de simbolismo: hay lealtad y “agradecimiento” hacia la figura de Félix Garay. La temporada culmina además con un adiós del todo inesperado, que cambia por completo las reglas del juego. Se trata de un cierre a la altura de la serie, que deja la puerta abierta a una segunda temporada donde las consecuencias serán clave en el destino de los supervivientes.
En conclusión, la ficción de Netflix no está construida a modo de rompecabezas con pistas y sospechosos. Pretende ser —y lo consigue— un espejo plagado de oscuridad que haga reflexionar al espectador. ¿Qué haríamos nosotros si descubriésemos que la sangre que corre por nuestras venas está manchada por un pasado que no elegimos? Merece la pena seguir esta historia para ahondar en nuestros propios pensamientos.