Crítica
'La red púrpura' sube el nivel de 'La novia gitana' con una temporada que explora el dolor en todas sus formas

Nerea Barros es Elena Blanco en 'La red púrpura'

Laura Pérez

Tras la buena aceptación de La novia gitana, el universo de Carmen Mola continúa su trasvase televisivo con el estreno de La red púrpura, la adaptación de la segunda parte de la saga literaria que llega a Atresplayer este domingo 8 de octubre. Una nueva temporada de ocho episodios que redobla la representación de la violencia para ahondar sin miedo en la versión más oscura del ser humano, y que supera las expectativas generadas después del gran resultado del primer caso.

Esta segunda entrega, que hereda el título del libro del que parte, sigue el proceso emocional de la inspectora Elena Blanco (Nerea Barros) tras descubrir que su hijo Lucas está vivo, pero es participante activo en la siniestra Red Púrpura. La protagonista debe encontrar el equilibrio entre su faceta personal y profesional mientras persigue a una organización que trasciende de los márgenes habituales y que amenaza con dejar su futuro y el de la BAC en jaque.

Si el salto de la saga al formato audiovisual se saldó con una primera temporada de notable alto, este segundo caso sube la nota para desmarcarse como el thriller español más potente del año. Lo hace de nuevo con el sello de Paco Cabezas, que consigue trasladar de manera orgánica las secuencias de las páginas -ya de por sí descriptivas hasta el exceso- y darles el plus que diferencia una buena serie de una de esas ficciones que remueven algo dentro de ti.

Como La novia gitana, La red púrpura no es una serie fácil ni a la hora de abordarla, ni a la de consumirla. Partir de un texto como el de Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero -los escritores y guionistas que se esconden bajo el pseudónimo de Carmen Mola- requiere de un ejercicio de valentía en todos los eslabones de la cadena, desde guion hasta realización o dirección, para adaptar la historia con la crudeza y oscuridad con las que fue ideada.

El resultado es un conjunto de capítulos con sucesos incómodos para el espectador y no aptos para todas las sensibilidades, pero a su vez muy disfrutables para los aficionados al género en su versión menos comercial. La serie capta el tono y reproduce de manera realista los pasajes clave de la novela sabiendo muy bien a qué juega, y sin escatimar en detalles por muy duros que puedan resultar.

Más violencia y tensión en un thriller diferencial

Al igual que la primera parte, estrenada hace un año y disponible en abierto en Atresplayer por tiempo limitado, esta segunda temporada tiene potencial para gustar a los lectores de la novela, que acostumbran a ser los más críticos con este tipo de adaptaciones, y también a aquellos nuevos espectadores que descubrieron a Elena Blanco y su BAC en la serie de La novia gitana y se quedaron con ganas de saber cómo continúa su historia.

Si la juzgamos como adaptación, podemos decir que La red púrpura selecciona lo mejor y más representativo del texto original como base, y vuela en el audiovisual con unas tramas bien construidas. Si la valoramos como ficción independiente, sobresale entre las producciones españolas de su género por tener una identidad visual muy marcada y por su clara apuesta por la representación de la violencia sin caer en lo gratuito, pero llegando a incomodar por la crudeza de ciertas secuencias que posiblemente no podrían formar parte de una serie de televisión concebida para el abierto.

En esta segunda tanda, la producción de Paramount Television International Studios y Diagonal TV mantiene ese 'prólogo' tan característico al inicio de cada episodio y enmaraña sus tramas con la introducción de nuevos peones y giros argumentales que sorprenden y que captan la atención del espectador capítulo a capítulo.

Además, el equipo de guionistas que coordina José Rodríguez y en el que se encuentra Antonio Mercero, uno de los tres Mola, incluye con acierto momentos de tensión que no estaban tan presentes en La novia gitana y que hacen de La red púrpura una ficción más completa, redonda y madura.

Todo ello, empaquetado con una imagen y factura diferencial en la producción audiovisual patria: oscura, gris, nebulosa y a la vez clave para la construcción de una atmósfera que envuelve el relato y lo eleva. El broche es una banda sonora que vuelve a destacar y que aporta ese toque de raíz que ya no se incluye tanto en tramas y personajes como en la primera temporada, pero que sigue presente de alguna manera a través de la selección musical.

El dolor físico y emocional de unos personajes a otro nivel

Sin entrar en más spoilers de los que avanza el propio argumento de La red púrpura, lo que caracteriza a estos ocho capítulos es que exploran el dolor emocional y físico de los personajes. Si la primera parte de este thriller policíaco estuvo vertebrada sobre pilares como la familia o la venganza, esta segunda pone el foco en la maternidad y la esperanza de una protagonista que asciende a otro nivel.

El eje de todo vuelve a ser Elena Blanco, interpretada por una inspirada Nerea Barros, que abre su coraza y deja ver al fin lo que hay detrás de esa mujer fría y distante de la primera temporada. En esta segunda, la jefa de la BAC se entrega por completo a su causa personal sin importar que asomen sus vulnerabilidades y deja que sobresalga su instinto maternal por encima del policial.

La interpretación de Barros, menos contenida pero igual de acertada que en La novia gitana, es la más señalada dentro de un reparto en el que prácticamente todo el grupo principal demuestra un crecimiento significativo. A destacar también el papel de Lucía Martín Abello en la piel de Chesca, que da un paso adelante para desmarcarse como una de las revelaciones de la temporada. Junto a Barros y Mona Martínez (Mariajo) forma el trío femenino que sostiene la temporada.

También sube de nivel Zárate, a cargo de Ignacio Montes, que al igual que la protagonista enseña sus 'costuras' y deja entrar al espectador en capas más profundas de las mostradas en anteriores capítulos. Como incorporación sobresale un Roberto Álamo del todo perturbador en el rol de un villano que trasciende los límites del mal por sus actos.

Ginés García Millán, Vicente Romero y Francesc Garrido completan el reparto de veteranos, cuya evolución individual y como grupo marca el camino hacia una tercera parte que ya está en marcha y que si sigue la línea de la novela -de título La Nena- continuará el desarrollo de esta serie thriller hacia un lugar todavía más oscuro.

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