Nacho Vigalondo y la petición de Los Javis para 'Superestar': “Me dijeron que no hiciera 'Veneno 2' y fue un alivio”
Nacho Vigalondo reconoce que la primera vez que pensó en hacer una película sobre el Tamarismo fue durante su etapa universitaria, en pleno apogeo del fenómeno televisivo con la cantante ahora conocida como Yurena, durante una conversación con su ya entonces compañero Borja Cobeaga en la que ambos cineastas imaginaban cómo trasladar a la pantalla todo aquel delirio catódico. La oportunidad le ha llegado más de 20 años después gracias a Superestar, serie estrenada este viernes en Netflix y que llegó a sus manos por encargo de Los Javis, sus productores a través de Suma Content.
“Tengo que decir que ni en mis sueños más endemoniados podía imaginar que hubiera podido desembocar en algo como esto, en algo como lo que hemos hecho”, declara Nacho Vigalondo a verTele en una entrevista celebrada durante una visita al rodaje de la serie. En ella, pone en valor “la libertad” que Javier Calvo y Javier Ambrossi le dieron desde el primer momento para implementar a la ficción su propio sello de autor, con una contundente premisa a cumplir: “Me dijeron: No hagas Veneno 2”, recuerda, destacando “el alivio” que sintió, ya que “se evidenciaría que no soy capaz de hacerlo tan bien como ellos”.
Esto explica la decisión de alejar Superestar de cualquier referente anterior, tal y como desgranamos en nuestra crítica, especialmente del de la mencionada Veneno en la que todo el mundo pensó una vez se anunció el proyecto y se conocieron sus principales ingredientes: que era una serie aparentemente biográfica, basada en unos personajes -sobre todo el de Tamara, Ámbar, Yurena- a los que la televisión utilizó y exprimió hasta sus últimas consecuencias y con el impulso de Los Javis. “Cuando gente con una fuerte identidad autoral producen a otros, casi parece que están haciendo las versiones recalentadas de sus pelis”, reflexiona el director, que comparte labor tras la cámara con Claudia Costafreda (Cardo).
Vigalondo justifica así el uso, entre otros recursos, de la ciencia ficción, elemento muy presente en su labrada filmografía y que esta vez usa para distanciar la historia y, de paso, evitar posibles comparaciones: “Yo creo que tampoco sería justo que equiparáramos personajes solamente porque parezcan la cara B de la cultura reciente”, añade el responsable, cuya serie sí encuentra puntos en común con Veneno en las recreaciones de los delirantes momentos televisivos que protagonizaron Yurena, Paco Porras y el resto de su cuadrilla, y que el creador analiza en el siguiente vídeo al que verTele ha tenido acceso en exclusiva.
Nacho Vigalondo, que asegura respetar el Tamarismo por su caracter “irrepetible” y por su componente “desafiante para el establishment”, aclara por qué huyó del biopic tradicional en su objetivo de hacer “justicia poética” sobre este universo: “El esfuerzo de entender a los personajes, desde la subjetividad absoluta, desde la fantasía, desde la magia, o incluso diría que desde la ciencia ficción, ha sido un impulso más poderoso que el de reconstruir una supuesta verdad que compartan todos y que sea objetiva y que sea inamovible. Yo creo que hacer algo así sería algo mucho más aburrido que el fenómeno en el que nos inspiramos. Entonces yo creo que no había otra manera de hacerlo”.
¿Cómo definirías la narrativa de 'Superestar'?
Es un caleidoscopio. La serie está fragmentada a través de varios puntos de vista. No es una serie con la cronología habitual, no es una serie cuya trama empieza en el primer segundo del capítulo uno y acaba en el último del seis, sino que juega con puntos de vista y con diferentes cronologías. O sea, que vamos ahí para atrás y para adelante.
Y cada capítulo está centrado en cada personaje protagonista...
Sí, hasta el punto de que creo que hay capítulos que se contradicen entre sí. Bueno, de igual manera que se contradicen las historias, por supuesto, es así. Digamos que hay un fervor por intentar entender a cada uno de los personajes. Se oye mucho lo de si vamos a hacer justicia a según quién. No puedo prometer que hagamos justicia, pero puedo asegurar que haremos justicia poética. El esfuerzo de entender a los personajes, desde la subjetividad absoluta, desde la fantasía, desde la magia, o incluso diría que desde la ciencia ficción, ha sido un impulso más poderoso que el de reconstruir una supuesta verdad que compartan todos y que sea objetiva y que sea inamovible. Yo creo que hacer algo así sería algo mucho más aburrido que el fenómeno en el que nos inspiramos. Pienso que no había otra manera de hacerlo.
Imaginad que del Tamarismo hacemos un psicodrama urbano, o algo grisáceo, o algo kitsch sin más. Yo creo que el fenómeno fue algo mucho más que lo que tiene de componente kitsch. Para mí el Tamarismo no es solamente kitsch, también es algo completamente desafiante para el establishment en muchos sentidos. Yo diría que es algo perfectamente punk, es lo más parecido al punk británico que hemos tenido aquí en España. Y no estoy ironizando. De hecho, tendría menos respeto al Tamarismo si se hubiera dado otra vez, o si fuera un fenómeno que se repitiera cada equis tiempo. Pero es que no ha vuelto a pasar. Ni había pasado antes ni volverá a pasar, con lo cual, lo miro con cierto respeto.
Es la magia también del fenómeno, que no pueda volver a repetirse...
Pero habría que preguntarse por qué no puede volver a repetirse, por qué no puede darse la vuelta la tortilla y que el underground se convierta en mainstream de alguna manera. Es como si, en una película, los personajes que están condenados a ser alivio cómico de repente se vuelven protagonistas, que es lo que pasó durante un lapso de tiempo en España. Y no podemos pretender entenderlo hasta el punto de poder explicarlo, pero hacemos lo posible.
Es tentador pensar que era todo parte de un plan, pero tengo que decir que, habiendo conocido a los protagonistas, no me queda nada claro.
¿Y tienes alguna respuesta a ese por qué?
Bueno, estamos en la época de Internet e Internet ya no es un río, es un océano que estamos atravesando y que quizá no terminemos de atravesar nunca. Y estamos en la época en la que nos resulta muy fácil decir que algo es fake. Y, desde esa suspicacia, nos resulta muy fácil creer que en cuanto sucede algo extraordinario eso es que está pensado y que está meditado. Es como cuando alguien es cancelado en redes y siempre hay alguien que dice: “No, no, eso es publicidad, eso es una técnica para hacerse rico”. Y sí que entiendo que haya gente que pueda pensar que los personajes que pertenecían al Tamarismo o al 'culebrón', como lo llamaban ellos, estaban llevando a cabo una obra de teatro situacionista que tenían preparada en privado. O que estaban estableciendo un plan, como si fuera un golpe de Ocean's Eleven, para copas titulares y repartirse exclusivas. Es tentador pensar que era todo parte de un plan, pero tengo que decir que habiendo conocido a los protagonistas no me queda nada claro. De hecho, creo que en la serie dejamos claro que no nos queda nada claro.
¿Creaste la serie estando en contacto con los personajes reales?
Sí, y gracias a Los Felices 20, que es un programa que tenía en Orange, y lo puedes ver en YouTube, tuve la ocasión de conocer a Tamara y a Leonardo Dantés. Ahí tuve un primer contacto con ellos. De hecho, tengo que decir que también mi trabajo al escribir es heredero directo de la entrevista con ellos. Los dos han sido muy fluyentes en las cercanías.
¿Cuándo empezó tu fascinación por este universo?
El ofrecimiento, el mapa, me lo plantean los Javis. Pero tengo que decir que, en tiempos de la uni, en los tiempos universitarios en los que uno está locurando qué series hacer y qué películas hacer (aunque entonces no se pensaba en series todavía, era todo películas), me atrevería a decir que fue con Borja Cobeaga, que fuimos compañeros, con quien dijimos: ¿Te imaginas hacer una película que contara las vidas de estos personajes, una película de Tony Genil, de Leonardo Dantés, de Tamara, de Arlekín, etcétera, etcétera? Y que fuese como Magnolia, de Paul Thomas Anderson, y que tuviera como ese sentido de la importancia, esa solemnidad y esa ambición formal y esa... posiblemente esa pedantería. O sea, que ahí había ya algo flotando. Pero tengo que decir que ni en mis sueños más endemoniados podía imaginar que hubiera podido desembocar en algo como esto, en algo como lo que hemos hecho.
Más allá de la idea en sí, ¿qué es lo que más te atrajo del proyecto para aceptar formar parte de él?
Pues mira, que con los Javis siento una complicidad creativa total. Con ellos me siento más entendido imposible y lo que me ofrecieron desde un principio fue libertad. Me dijeron: “Vamos a hacer una propuesta y confiamos en ti”. Y una cosa que me dijeron fue: “No hagas Veneno 2”. Y para mí fue un alivio, porque si yo intentara hacer Veneno, es decir, si intentara hacer una serie a la manera de Los Javis, lo único que se evidenciaría es que no soy capaz de hacerlo tan bien como ellos. Me quedaría en un segundo término y sería malo para todos. O sea, malo para mí y malo para ellos porque hubieran cometido el error de producir unos sucedáneos de su obra, ¿no? Que es una cosa que pasa mucho. Cuando autores o directores con una fuerte identidad autoral producen a otros, casi parece que están haciendo las versiones recalentadas de sus pelis. Y claro, ellos fueron tajantes: “Haz algo que sea muy diferente y que no recuerda a otra cosa”. Y tengo que decir que la libertad que hemos sentido al respecto ha sido abrumadora.
Siendo un autor abonado a la ciencia ficción, he dicho: ¿Cómo voy a separarme de 'Veneno'? Pues metiendo ciencia ficción, está clarísimo.
¿Y cómo logra uno distanciarse de un referente tan claro como ese?
Claudia [Costafreda] y yo hemos trabajado codo con codo y creo que cada capítulo tiene unas ambiciones distintas. De hecho, cada capítulo puede ser una película aparte. Yo, por ejemplo, siendo un autor abonado a la ciencia ficción, he dicho: ¿Cómo voy a separarme de Veneno? Pues metiendo ciencia ficción, está clarísimo. Eso era lo que le faltaba a Veneno. Era lo único que le faltaba, porque tenía todo lo demás, un componente de ciencia ficción. Y aquí está de lleno. Eso ya es bastante.
Y luego tampoco puedes plantearte que una historia, por el mero hecho de que esté imbricada en la cultura popular reciente española, tenga que merecer el mismo tratamiento o parecerse una cosa a la otra. Yo creo que la historia de Veneno y la historia de estos personajes son historias con una connotación muy distinta, con un significado muy distinto y con una gravedad muy distinta. Yo creo que tampoco sería justo que equiparáramos personajes solamente porque parezcan la cara B de la cultura reciente, y porque parezcan vivir en los márgenes, o porque tengan identidad queer, que se da en los dos casos.
Pero es verdad que ambas tienen en común esa reflexión sobre cómo la televisión se aprovechó de estos personajes para sacar rédito...
Bueno... esa es una de las cosas de las que hablaba Veneno. Yo creo que con estos personajes, en este caso, tanto con Dantés como con Tamara, como con todos los demás, lo que no me hubiera gustado es victimizarles y convertirles en víctimas de los medios y la televisión de la época. Porque en este caso concreto creo que los personajes tienen un grado de complejidad mayor. Y de complicidad también. Son más complejos que pobres desdichados. Porque Veneno tenía muchas desventajas. Ella era joven, era bella, era explotable, era un producto de consumo que se quiso devorar en su momento.
Y aquí estamos hablando de gente que tiene cierta edad y que es un poquito sinvergüenza, pero a los que tampoco queremos llamar sinvergüenzas. Queremos observar sus distintas facetas. Hay un personaje, no os diré quién, que está duplicado en esta serie. Porque tiene mucho que dialogar consigo mismo y, evidentemente, una de las dos mitades es la que ansía ser reconocido desde las cumbres de la cultura y el otro es el rufián que quiere dar el cante en televisión. Es como El club de la lucha o Jekyll y Mr. Hyde. Es lo mismo, aquí tenemos uno igual. Creo que es más interesante deformar la realidad para que los personajes puedan abrirse a sí mismos desde diferentes facetas que no tirar un relato maniqueo en el que todos son víctimas o todos son estafadores.
¿Para ti era importante que los actores huyesen de la imitación medida por el miedo a caer en la parodia?
En un principio, los imitadores tendrían todas las papeletas para interpretar en el cine: son dúctiles, son maleables... Pero imitar tiene un peligro, que es que, una vez que se produce una imitación perfecta, es como una pantalla, no ves más. Una vez que alguien imita a la perfección a alguien es más un esfuerzo atlético o el desarrollo de una habilidad, más allá de las actuaciones puras y duras. A veces, el peligro de imitar muy bien a alguien es que empiezas a admirar la imitación y no eres capaz de percibir que hay un personaje detrás.
Yo creo que a los personajes hay que evocarlos más que reproducirlos. Porque si hacemos como en Hollywood, con esfuerzos titánicos para que el parecido sea absoluto y asombroso, al final es un poco como hacer una catedral con palillos. Es más bonito llegar a otros territorios que son igual de efectivos o más efectivos si quieres. Porque, por ejemplo, hay que preguntarnos: ¿A quién queremos ver: a Paco Porras o al Paco Porras de Carlos Areces? Porque no son lo mismo. Y lo bonito es que tienes a los dos disponibles en diferentes ventanas. ¿Para qué vamos a ansiar tener a Paco Porras cuando sabemos que es imposible? Es completamente imposible, inalcanzable.
Por ejemplo, yo viví esto de que luego la gente lo percibe como una imitación perfeccionada o detallista cuando era un juego de detalles o una evocación. Me pasó con la serie de Berto. A mí se me ha dicho que yo he imitado a Iker Jiménez como si hubiera estudiado el personaje al dedillo y en realidad no, no ha sido así. Era una combinación de tics, de dejes y de aspectos, no era tanto una imitación sino, como he dicho, una evocación. O una invocación incluso.
No sé si los jóvenes tienen la responsabilidad de humanizar a personajes que fueron maltratados por los medios y por el público de la época
¿Cómo crees que van a descodificar las nuevas generaciones a estos personajes del Tamarismo? ¿Crees que pueden ser los jóvenes los que reestablezcan un poco ese lado más humano?
Nuestra intención no es humanizar, es entender. Entender por qué lo hicieron y quiénes eran. Y ofrecer una perspectiva de cómo pudo ser esto. Por supuesto, desde las luces y las sombras. No sé si realmente las jóvenes generaciones tienen la responsabilidad de humanizar a personajes que fueron maltratados por los medios y por el público de la época. No lo sé, sinceramente. Pero sí me gusta exponer las nuevas generaciones a un sueño de heterogeneidad, a un sueño de caos y a un sueño de anarquía que creo que, y me pongo en plan abuelo apocalíptico, hoy en día es más lejano. Creo que en el audiovisual se produce cada vez más una cantidad ingente de material en comparación con lo que se producía en los 90, pero la heterogeneidad ha bajado.
Hay unas constantes muy presentes y hay pocas voces que se distinguen. Las ciudades se parecen entre sí cada vez más. Incluso las ciudades pequeñas ya se parecen entre sí de un país a otro. Y cada vez es más difícil acceder a algo que podemos entender como lo underground. Que es una cosa que, a lo tonto, ha pasado por dentro de nuestras narices. Hace poco parecía que Internet iba a ser un sueño de diversidad, un sueño de contrastes, y está homogeneizando las formas de expresión, está homogeneizando las formas de diversión incluso. Entonces, contar que hace poco todo se puso patas arriba y nadie entendía nada me parece una cosa muy saludable. Yo incluso me quedaría conforme.
Lo cierto es que todos estos personajes ya formaron parte de una película, supuestamente de forma involuntaria, en aquella 'FBI: Frikis buscan incordiar' de Javier Cárdenas en las que eran sometidos a una bromas de cámara oculta.
Bueno, de forma involuntaria no. Era una película de cámara oculta pero se notaba de lejos que estaban todos en el ajo. Eso no está en la serie, no hacía falta, no era necesario para completar el relato. Y la película está para quien quiera verla, la película se explica a sí misma. Tengo que decir que a la hora de reproducir espacios comunes de esos personajes en el audiovisual, y a la hora de reproducir los platós que frecuentaban, no hemos ido por lo esperable. Hemos recreado al dedillo platos de televisión, platós de canales de tele local, cosas que nadie sabe que existió. Los hemos reproducido al detalle como si fuera un espacio soñado. O sea que sí que hemos reconstruido partes de la época, pero en concreto la película FBI creo que merece ya su rincón aparte. La odio, la odio.