'The Following' Review 3x03: Mark Gray se desespera por contar su verdad

PorSilvia Martínez

Ya podemos afirmarlo abiertamente: ‘The Following’ no defrauda. La tercera temporada funciona exactamente al mismo nivel de las dos anteriores, sorprendiendo y abriendo nuevas intrigas en cada episodio. ¿Previsible? Quizá. ¿Demasiado fantástica? Quizá. ¿Entretenida y absorbente? ¡Seguro!

Y es que, cada capítulo de la ficción protagonizada por Kevin Bacon te mantiene cuarenta y cinco minutos sin quitar la vista de la pantalla y con la boca normalmente abierta de par en par. Que después de tres temporadas de ‘previsibilidad’ consiga engancharnos, escandalizarnos y sorprendernos como el primer día, sin importar que haya gente que no pusiera la mano en el fuego por ella, tiene mérito, ¿no?

Por lo pronto, disfrutemos de este 3x03.

(¡SPOILERS!)

Todos mienten

Como todos recordaréis, el pasado episodio de ‘The Following’ vino marcado, sin duda, por la atroz muerte del agente Jeffrey Clarke a manos de un, hasta ahora desconocido, carpintero con tanto talento como locura: Neil.

Antes de morir, él y la parejita feliz Daisy-Kyle prometieron al agente latinoamericano salvarlo de su más que crudo destino si declaraba vía streaming que había cubierto las espaldas de Hardy y su equipo cuando éstos llevaban a cabo prácticas poco ortodoxas a la hora de sacar adelante el caso de Joe Carroll. Aunque menos Clarke todos sabíamos que ninguno de esos tres pirados iba a salvarlo de verdad, lo que seguro iba a pasar es que la prensa reaccionara rápidamente al vídeo y el FBI se viera obligado a dar explicaciones.

Explicaciones que siguen la misma línea de siempre en cuanto a no desvelar nada sobre el asesinato de Lily Gray y que, para no variar, no han gustado nada a su hijito Mark, demente perdido como siempre y dispuesto a seguir luchando por dar a conocer su verdad al mundo.

El show de Oprah Winfrey en casa

Casi nos da pena ver al pobre Mark tan desesperado porque nadie en el mundo toma en serio el asesinato a sangre fría – y muy merecido, ¿para qué mentir? – de su querida mamá, pero entonces vemos como se carga a un periodista sin ningún miramiento y enseguida se nos pasa. Porque sí, amigos, éste es el plan de Gray: secuestrar a dos periodistas – en principio había tres, pero ya he desvelado el amargo final de uno de ellos – y hacerles sufrir porque, claro, ellos también son culpables de que su verdad no sea llevada a todos los rincones del mundo al creerse la versión de Ryan Hardy y alabarle como héroe. ¿Que en el pasado capítulo Mark le decía al mecánico que él no estaba muy puesto en el mundo de las torturas? Bueno, si hace falta, aquí todo se aprende rápido.

Pero como de la tortura a la rienda suelta de la locura solo hay un paso, y Gray lo sabe mejor que nadie, acepta la idea de una de los dos periodistas secuestrados y considera como buena la idea de grabar in situ una entrevista para así ellos retransmitirla más tarde y dar a conocer a todo el mundo la verdad de Mark. La única pega es que se carga sin miramientos al otro periodista, a quien él mismo había atontado anteriormente porque, ‘¡Oh, parece que lo he roto!’. Qué niñito tan adorable.

Por su parte, la pareja igualmente adorable que reside con él, Daisy y Kyle, sigue llevando por su cuenta planes que aún desconocemos y nos presenta a una nueva persona con aires de jefaza: Julieta. A ella es a quien piden ayuda para huir una vez han visto sus retratos robot en televisión y se han notado con el agua al cuello. El FBI sabe que existen, tiene un aligera idea de su apariencia y no tardará en ir a por ellos. O al menos eso es lo que cree la pareja, aunque tendrá que aprender a convivir con ello porque la tal Julieta no parece ir ayudarles para nada. Más bien al contrario. Tiene nueva tarea para ellos: Max Hardy.

Un niño con problemas

No, no. No nos hemos olvidado de Neil Perry, el pequeño gran loco de las cajas con un amor descomunal por su padre con alzheimer. Tanto es así, que decide que la enfermera que ha descuidado unos instantes a su padre por evitar que una tubería rota inunde la casa, tiene que ser la siguiente en formar parte de su ‘Art Attack’ particular.

Mientras tanto, el FBI ha encontrado un caso de ‘articulaciones dobladas’ extrañamente similar al de Clarke y la caja, ocurrido hace dos años en Nueva York y utiliza esa pista para empezar a escarbar el asunto. Así, Hardy contacta con una conocida suya que ya está hasta lo que técnicamente llamaríamos las narices de él y le pide ayuda al respecto. Mujer de la noche, conoce a muchas personas y reside en la zona donde aquello ocurrió, por lo que quizá tenga alguna pista a la que poder agarrarse. Dubitativa, le lleva a un corredor de bolsa que en lugar de hincharse a drogas como le gustaba a Jordan Belfort en ‘El Lobo de Wall Street’, se dedica a poner en contacto a gente a quien le gusta torturar con gente a la que le gusta ser torturada. Una especie de Meetic del snuff, podríamos llamarle.

Gracias a él, encuentran la tienda de artesanías de Neil, el cual tiene todavía encerrada a la enfermera en un cuarto de allí y le está contando lo mucho que le cuidaba su padre cuando él era un niño caprichoso. ‘Ahora le llamarían abuso’, dice. ¿Típico caso de psicópata con infancia en la que han abusado de él pero con algo así como Síndrome de Estocolmo? No sabemos todavía con certeza, pero lo que sí sabemos es que, para no romper con su racha de buena suerte, a Hardy se le escapa Neil por los pelos. Al menos han podido rescatar a la enfermera.

Se acabaron las manualidades

Sin embargo, los que desde luego no tienen la suerte de la enfermera son los dos periodistas que están formando parte de la locura de entrevista a Mark Gray. Uno, como ya sabemos, está roto y muerto. La otra es quien ahora está entrevistando a Gray haciéndole las preguntas que él quiere y bailándole un poco el agua como sabemos que hay que hacer con todo psicópata. En un lío causado por ella misma cuando intenta poner a Gray en contra de la pareja – tú aún no lo sabes, Mark, pero al menos la chica tenía razón: son trigo… ¿más sucio que tú? Término difícil de acuñar, sí –, nuestra intrépida periodista consigue levantarse del sillón entrevistador y acaba igualmente muerta cuando la pareja la caza y se la carga por listilla.

Paralelamente tenemos a Neil, que ahora tiene que huir de su casa dejando otro muerto atrás, el nuevo enfermero al que llamó para encubrir su propio casi asesinato sanitario, y olvidándose de que su padre, al tener demencia, lleva un GPS siempre consigo que va a permitir que el FBI le localice. De lo que no se olvida es de llamar a Daisy y dedicarles la más preciosa de sus amenazas.

Como siempre, Ryan, Mike y Max llegan tarde para dar caza a Neil pero no para ver cómo el padre de éste se escandaliza, chilla y no quiere saber nada de él al darse cuenta de que ha matado a una persona para conseguir su coche en su segunda huida desesperada. De la tercera, con persecución en coche campo a través incluida, ya no iba a huir, y tras un intento de matar a Ryan, Neil Perry y su enorme talento desaprovechado desaparecen para siempre de ‘The Following’ gracias a Max y su gatillo rápido.

Esperemos que la susodicha, ahora con una casa asediada por cámaras que Daisy y Kyle han instalado a fin de llevar a cabo su nuevo plan, no desaparezca también. Se avecinan más problemas para Ryan Hardy y los suyos. Veremos qué tal lidian con ellos a partir de la semana que viene.

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