'The Walking Dead' 5x11 Review: crueldad del pasado, desconfianza hacia el futuro
Por Manuel IbáñezManuel Ibáñez
Cuando tomamos una decisión importante tratamos de que los malos momentos del pasado no nos afecten. Pero claro, cuando estás en un mundo apocalíptico en el que zombies campan a sus anchas y, además, tienes el currículo de Rick y compañía, la cosa cambia. Si algo ha quedado claro en el último capítulo de ‘The Walking Dead’ es que los traumas vividos son difíciles de olvidar. Cuando vives en el infierno es imposible creer en los rayos de luz.
(¡CUIDADO, SPOILERS!)
Vaya semana de intriga y suposiciones nos regaló Aaron con su aparición al final del décimo capítulo anunciando “buenas noticias”. Lo más difícil fue luchar contra el impulso de buscar en Internet el spoiler fácil. Esperábamos este capítulo con ganas. Y no ha defraudado. De hecho, seguramente sea el mejor de lo que llevamos en toda esta temporada.
La tensión se ha hecho notar desde el gancho de derecha de Rick contra un sorprendido Aaron en el cobertizo. La tierra prometida, fotos incluidas, que les vendía su enigmático prisionero no terminaba de convencer al líder del grupo, desconfiado por naturaleza y por experiencia. Empalizadas inexpugnables, una comunidad de personas con el único objetivo de sobrevivir… Recordaba demasiado a cierta ciudad dirigida por un gobernador un tanto complicado que acabó como el rosario de la aurora… Por no hablar de Terminus, el supuesto “santuario” que luego resultó ser hogar de gourmets con un menú que nada envidiaba al de los caminantes. ¿Alguien se atreve a culpar a Rick si no se fía? La sospechosa cara de santurrón que no ha roto un plato del tal Aaron tampoco ayuda.
Al contrario que Rick, Michonne, que sólo quiere abandonar la carretera y vivir en paz de una vez por todas, se muestra más inclinada a creerle. Parece que la guerrera está cansada de rebanar cabezas. Ahora emplea toda su energía en convencer a Rick de que deje de lado el pasado y recupere la esperanza de encontrar un lugar donde poder asentarse.
El problema es que Aaron les ha confesado que les han estado siguiendo para “evaluarles” y así decidir si son miembros potencialmente valiosos para su campamento. Eso alimenta las dudas de Rick. Sin embargo, Michonne se fía de las palabras del ahora prisionero y sale, junto con otros miembros del grupo, a buscar al compañero que acompañaba a Aaron y los dos vehículos que en teoría tenían preparados para transportarles a todos.
No protestes y cómete el puré
La transformación de Rick en el personaje precavido y pesimista que vemos ahora es algo completamente justificado por todo lo que ha pasado. Él es el líder. Cada muerte a sus espaldas lo considera como un fracaso personal ante la tarea que él mismo se ha impuesto: defender a su grupo. Por eso no se anda con miramientos con Aaron. “Si no vuelven, te clavaré un cuchillo en la nuca”. Así de claro. El prisionero sólo declara buenas intenciones, pero hay momentos en los que su comportamiento hace sospechar que, o algo trama, o no es precisamente una lumbrera. Por ejemplo, cuando ofrece su puré de manzana para la hambrienta Judith. Rick, como es lógico, quiere que lo pruebe él primero para ver si está envenenado, pero Aaron, lejos de aceptar la cucharada inmediatamente, empieza a contarle sus problemas de la infancia con la compota… ¿En serio cree que ese es el mejor momento para contar batallitas? Bromas aparte, ese es uno de los puntos fuerte del capítulo, ese permanente juego al despiste con el que nos mantienen en tensión los guionistas durante todo el capítulo.
Superado el casi cómico momento compota, el grupo regresa y Michonne, que lleva la voz cantante en este episodio, semi-convence a Rick de ir a echar un vistazo al campamento. Eso sí, deciden ir por una carretera distinta a la que Aaron les ha indicado. Por si las moscas.
El silencio es una mala señal
Antes de partir, Rick le confiesa a Michonne que lo que más miedo le da es meter a su familia en un sitio que pueda ser peligroso, sobre todo, después de lo que ocurrió en Woodbury y Terminus. ¿Qué se escuchaba cuando llegaron a la puerta de aquellos lugares? “Nada”, responde ella. “En algún momento de esta noche, estaremos fuera de los muros de su campamento y sin ver el interior, voy a tener que decidir si llevo a mi familia dentro”. Normal que no las tenga todas consigo.
Durante el viaje, Michonne vuelve a ver las fotos que llevaba Aaron y descubre que en ninguna aparecen personas. Le asaltan las dudas (al fin) sobre su misterioso prisionero. En ese mismo momento, Rick descubre un micro en el coche y la cosa se pone tensa. Para mejorar la situación, también aparece una horda de caminantes en medio de la carretera. Glenn, al volante, empieza a atropellarlos a todos hasta que el coche, cómo no, sufre una avería por atasco de extremidades en el motor. Todo se vuelve más emocionante aún cuando una bengala ilumina el cielo y Aaron, en vez de sentirse aliviado, entra en estado de pánico y huye. Tras un estimulante “paseo” por el bosque, en el que Glenn salva a Aaron, el grupo consigue llegar a un refugio donde les esperan sus amigos. Aaron se reúne también con su novio, que aunque tiene un tobillo roto, no ha sufrido mayores daños.
La pareja de enamorados renueva la confianza del grupo en Aaron y en el hogar que les ha prometido. A la mañana siguiente, retoman de nuevo el camino en una caravana que inevitablemente nos recuerda al bueno de Dale y a los inicios de la serie (muy buen guiño cuando Glenn cambia la batería del vehículo).
El grupo llega a su destino. Una gran puerta de metal se presenta ante ellos. Rick mira fijamente el lugar. Su cara cuando, en vez del silencio, escucha voces de niños no tiene precio. Por un momento, parece hasta conmovido e incluso nos contagia la emoción a los espectadores. ¿Qué habrá tras los muros del campamento? ¿Pasarán las “audiciones” para convertirse en miembros? ¿Un nuevo Gobernador les aguarda? Lo que sí nos espera a nosotros es otra semana de autocontrol para no buscar spoilers…
Sobre este blog