Hace unos días, Adrián Rodríguez comunicó públicamente que ha vuelto a ingresar en un centro de rehabilitación para recuperarse de su adicción a las drogas. “Esta vez no hay tiempo”, publicó en sus redes sociales el actor, conocido por trabajar durante su niñez, adolescencia y juventud en series como Los Serrano, Física o Química o El Chiringuito de Pepe. Ahora, su padre, Antonio Rodríguez, ha manifestado en el programa Y ahora Sonsoles (Antena 3) que confía en la recuperación de su hijo a pesar de haberse llevado “muchos desengaños” con él, como refleja el hecho de que este sea el quinto centro de rehabilitación en el que ingresa.
“Quiero seguir confiando en él”, asegura Antonio, que cree que la vida de Adrián, de 36 años, empezó a torcerse por el repentino éxito que tuvo de joven. “Se hizo mayor muy pronto y eso le llevó a estar en ciertos sitios y ciertas circunstancias muy pronto”, afirma el padre del actor, que al principio pensó que él había hecho mal, pero rápidamente se dio cuenta de que “la fama y la noche” llevaron a su hijo por la mala vida. Esa que, con apenas 22-23 años, ya le llevaba a saltarse castings y rodajes con las drogas como telón de fondo: “Primero piensas 'bueno, por una rayita no pasa nada', pero luego son dos, después tres y cuando entras en el bucle ya no tienes salida.”
El padre de Adrián dice haber tenido “miles de conversaciones” con él sobre este problema, y que en todas el exconcursante de Tu cara me suena y Supervivientes “reconoce” su situación, “se pone a llorar” y “dice que no lo hará”, aunque al final siempre lo termina haciendo. “Yo he tenido que sacarlo de un hotel y meterlo en el maletero de un coche por la fama” y “he tenido que mentir y decir a conocidos que él estaba haciendo una serie en México porque no podía decir que estaba en un centro recuperándose”, cuenta Antonio a la hora de enumerar algunos episodios que ha vivido por la drogadicción de su hijo, quien ha llegado “a dormir en la calle” y “en hoteles de mala muerte”. Pero esto no es lo peor, pues ha vivido otras “cosas feas” que su padre prefiere no comentar. Lo que sí reconoce es que “por supuestísimo” que ha temido por la vida de Adrián: “Él ha llegado a estar ingresado por un infarto, que la doctora le pregunte si no le daba miedo morir y seguir [consumiendo].”
“Quiero que se cure, no voy a renunciar a él”
De hecho, la “angustia” que sufría Antonio le llevó a tomar una drástica decisión respecto a su hijo: “Hace un año o un año y medio que no lo veo en persona. Tuve que parar porque me arrastraba (...) Me arrastraba a la desesperación y, sobre todo, a la impotencia, que es lo más doloroso. El decir 'qué hago con este muchacho', 'dónde lo meto'.” Aun así, dice tener “la conciencia bastante tranquila” por “he llegado hasta donde he podido llegar”. Ahora, confía en que Adrián se recupere. De hecho, sueña con llegar “a celebrar un Goya” con él brindando “con una botella de agua” porque “es un campeón, muy bueno como persona y como actor”, tal como reconoce con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada.
Eso sí, por encima tiene un deseo mucho mayor: “Quiero que se cure, no voy a renunciar a él”. “Dentro de un año o un año y pico iré a buscarlo al centro de rehabilitación. Voy a ser el primero en buscarlo, pero tiene que hacerlo bien”, concluye Antonio, que cifra entre 3.000 y 5.000 euros al mes el precio de un centro de rehabilitación como en el que está ingresado Adrián.