Entrevista

'Me echaron de una serie por feo pero ahora tengo club de fans'

El actor Raúl Fernández interpreta en “El Internado” a Fermín, el investigador infiltrado como cocinero que quiere destapar la trama del Laguna Negra y que consiguió a sacar a María (Marta Tourné) del psiquiátrico en el último capítulo de la serie.

Fernández visita el plató de “Los Hombres de Paco” sólo para esta entrevista, realizada por “El Periódico de Cataluña”, en un particular crossover donde ha podido entrenar su puntería en la sala de tiro de la comisaría de San Antonio.

Se le ha visto suelto en la sesión de tiro que ha tenido en el plató de ‘Los hombres de Paco’. ¿No estará practicando por si tiene que echar mano de la pistola en la nueva temporada de ‘El internado’?

(Risas) Hasta ahora tampoco es que la haya utilizado mucho, pero en el futuro seguramente la utilizaré más. Me da a mí en la nariz....

Me han dicho que siente usted devoción por ‘Los hombres de Paco’...

Sí, me gusta. La sigo con relativa frecuencia. Hasta participé en un capítulo con un papel muy breve. Era el primo de un policía que llegaba del pueblo, le llamaban El Cortito por tener ciertas limitaciones. Lo pasé muy bien.

¿Cómo evolucionará Fermín en lo que resta de temporada?

Se presenta muy luchadora, veremos a un Fermín muy peleón que empieza a solucionar temas que había dejado pendientes la temporada pasada y que le inquietan.

* Fotografías de Agustín Catalán, de “El Periódico de Cataluña”

Si fuera Fermín, ¿lo dejaría todo para abandonarse en los brazos de María?

Es una buena pregunta. Pienso que hay algo que le puede mucho, y es el deber de cumplir una misión. Sería una decisión muy difícil. Emocionalmente, lo que quiere es estar al lado de María, pero la tarea que le han encomendado es importante y justa. Eso le crea un conflicto muy gordo. Si fuera Fermín, creo que tendría que terminar lo que empecé y luego me iría con María.

¿Apostaría a que María y Fermín acabarán sus días juntos?

Claro que sí, si el amor es fuerte siempre hay que apostar por él. Lo que ponga en el guión da igual (risas), que las circunstancias son muy complicadas. Tienen un amor con unos pilares muy bien sujetos.

Fermín es el cocinero del internado, pero cocina pocos platos...

(Risas) Corto alguna cebolla y algún calabacín, pero poco más. Cocino muy poco, pero se deja entrever que de vez en cuando Fermín da de comer a 400 personas.

¿Y es usted cocinillas?

Algo, mi plato estrella es la tortilla de patata. Me gusta mucho cocinar, pero no se hacer platos sofisticados, soy mucho de experimentar y lo que mejor me sale hasta ahora es la tortilla. También estoy descubriendo que tengo dotes para la paella. Eso sí, todavía no he tenido la oportunidad de invitar a mis compañeros y al equipo a tortilla, es una cuenta pendiente (risas). ¡A mi novia le gustan mucho los platos que hago!

¿Qué se le da mejor a Fermín, la pistola o la cuchara?

Se de le dan mejor las pistolas, pero la cocina es su gran afición. Es como yo, que creo que se me da mejor ser actor que cocinar, pero hacemos las dos cosas (risas).

Cuénteme algo de Fermín.

Pues que ha sido algo inesperado, porque, en un principio, mi personaje no iba a tener el protagonismo que ha acabado teniendo al final.

¿Qué es lo que no soporta de Fermín?

Quizá que es una persona que se involucra mucho sentimentalmente con lo que sucede. Eso es un poco incompatible con su misión. Si lograra trabajar sin involucrarse emocionalmente, le iría mejor.

¿Sabe cómo va acabar la serie?

No tengo ni idea, no se ni como va a acabar el último capítulo que he grabado.

¿No se hace a veces un lío con las historias de El internado?

Sí, me pasa totalmente. Me pierdo muchísimas veces en las tramas. De hecho, he tenido que revisar en algunas ocasiones capítulos anteriores para intentar centrarme y recordar lo que sucedía. Incluso he tenido que preguntar a algún aficionado a la serie o a algún amigo que me explicara qué pasaba en este capítulo o en este otro.

¿Cuáles son las claves para que lleve funcionando tanto tiempo?

Es una serie diferente que ha planteado un tema diferente. Hacer una historia de misterio con ese corte fantástico y con una producción tan cuidada es algo novedoso en España. Luego están los conflictos entre los personajes que enganchan al público, unos jóvenes perdidos buscando a sus padres, amores no correspondidos, reconciliaciones con el pasado... Son temas universales que siempre dan juego.

En una película sabes el principio y el final, pero aquí no ¿le gusta no saber el final para ir trabajando día a día el personaje?

Me gusta, me parece muy sugerente, siempre y cuando no se escapen detalles. A veces, para dar vida a un personaje te hacen falta datos del pasado o del futuro del personaje, y del futuro son muy reticentes a dártelo. Siempre y cuando no sea una traba para trabajar, me parece una manera muy sugerente de grabar.

¿Y es mérito suyo que haya ido cobrando cada vez más peso?

No lo sé. Supongo que algo habré tenido que ver porque soy el actor. Creo que se mezclan varios factores. Por un lado, el perfil del personaje es bastante atractivo para la gente. Es un tío de acción que, a la vez, da muestras de ser sensible y bueno.

En ‘El internado’ se le ve a usted más cuajado que a algunos de sus compañeros. ¿Tiene algo que ver que haya estudiado Arte Dramático?

No sé si es una ventaja, pero creo que es importante. Es bueno adquirir cierta base antes de dedicarte a esto. Cuando no se tiene, supongo que hay un elemento maravilloso que es la intuición, pero esta no debe convertirse en el 100% del trabajo. Creo que la interpretación es un 50% de intuición y un 50% de técnica.

Lo que pasa es que la televisión y el cine dan muchas veces oportunidades a gente muy joven que no ha podido formarse, pero que tienen una gran capacidad de intuición que a los actores profesionales se nos olvida a veces.

Ese discurso parece estar hecho pensando en otras series donde proliferan los jovencitos/as convertidas en estrellas mediáticas sin formación ni experiencia, ¿no?

Yo creo que eso puede ser muy peligroso, porque se confunde bastante el hecho de ser actor y el de ser famoso. Últimamente, hay un boom muy grande de esta profesión. Supongo que hay un tipo de programas que la han potenciado mucho, pero no han dejado clara la frontera entre ser famoso y ser un verdadero actor. La fama y la popularidad te llegan con mucha facilidad cuando estás en una serie de éxito, y eso puede distorsionar la realidad. Hay una profundidad en nuestra profesión que es imposible explorar en ciertos medios. Les recomendaría a esos jóvenes que estudiaran y adquirieran bagaje profesional.

Después de 20 obras de teatro y solo dos breves papeles en cine, me imagino que no hay color en cuanto a sus preferencias en el mundillo...

No. El teatro es donde mejor me encuentro. Es como estar en casa. En el escenario encuentro ciertos desahogos y veo que crezco como actor, porque siento una libertad que otros medios no te dan. La tele la conozco un poco más, pero el cine no lo conozco.

¿Usted, que tiene ya un club de fans, se ve guapo...?

La verdad es que no mucho (ríe). Tengo un amigo que siempre dice que soy el más feo de sus amigos. Lo dice sinceramente y no puedo evitar compartir en parte su opinión. No me veo como prototipo de guapo. De hecho, cuando voy por la calle nadie se fija en mí.

¿Cómo lleva lo de la popularidad?

Va por días. Ahora mejor, pero al principio lo llevaba peor. Es algo a lo que cuesta acostumbrarse, sobre todo yo, que soy muy celoso de mi intimidad y muy tímido en ciertas situaciones. Me resulta incómoda la popularidad, pero voy adaptándome. De todos modos, hay ciertas calles que, si están muy frecuentadas, procuro evitarlas.

¿Es verdad que le echaron de una serie por feo?

Bueno, fue por no ser lo suficientemente guapo. Grabé el capítulo piloto de la serie de Tele 5 ‘Veintitantos’. Me tocaba hacer de novio de la protagonista. Cuando se iba a emitir, me llamaron para decirme que no me ajustaba a las características físicas del personaje. Y decidieron cambiar de actor sobre la marcha. Lo más gracioso es que luego, tomando una copa un día, coincidí con unos compañeros que casualmente tenían algo que ver con esa producción. Ellos estaban hablando sin saber que yo les escuchaba. Decían: “¿Os habéis enterado de lo que le ha pasado a un pavo que lo han echado por feo? A mí me pasa eso y me muero”. Entonces me di la vuelta y les dije: “¿Estáis hablando de lo de ‘Veintitantos’? Pues el feo soy yo”. ¡Te lo juro! (se ríe) .

Mucha gente no sabe que usted era uno de los protagonistas de aquel famoso anuncio del Atlético de Madrid en el que un miliciano le perdonaba la vida a otro del bando contrario en plena guerra civil...

Fue hace seis años y supuso una experiencia fantástica. Era de las primeras cosas que hacía en plan profesional. Se preparó como si fuera una micropelícula, con ensayos rigurosos, un director de la talla de Benito Zambrano... Todo muy serio. Fue un pelotazo.

¿Y qué hacía un madridista como usted haciendo propaganda colchonera?

Bueno, yo desde pequeño he sido del Madrid. Pero a raíz de grabar el anuncio me hice muy atlético.