Dejémoslo claro desde el principio: Superestar no es un biopic sobre Yurena. Si alguien creía que la serie creada por Nacho Vigalondo e impulsada por Los Javis para Netflix iba a ser un retrato fidedigno de todos los entresijos que se escondían tras el irrepetible fenómeno del 'Tamarismo' desatado en los 2000, con el salto a la fama de la cantante entonces llamada Tamara y el peculiar escuadrón de celebridades que la acompañaban por los platós de la televisión, sentimos decir que estaba muy equivocado.
La ficción, que se estrena este viernes 18 de julio en la plataforma, se presenta como una sublimación del delirio freak de todo aquel universo, donde la línea entre la realidad y la fantasía se diluye como lo hacía la de los propios testimonios y aventuras con las que estos 'avengers' del undreground español dejaron pegados a los espectadores a las pantallas durante los primeros años del milenio. La mera elección de Vigalondo como artífice de la serie ya hacía presagiar que no nos encontraríamos ante una biografía convencional, pues su filmografía está plagada de títulos en la que los conflictos humanos cotidianos son contados a través del thriller, el humor negro y, por supuesto, la ciencia ficción.
Todos estos ingredientes están presentes en Superestar, que, protagonizada por una Ingrid García Jonsson calcada físicamente a la original, funciona como una suerte de “caleidoscopio” -así lo define también el mismo director- con un resultado global (y particular en cada uno de los seis episodios que la conforman) que no es fácil de asimilar. Pero esto no es algo realmente negativo, al menos para aquellos que se atrevan a asomarse con la mente abierta a un producto que no es precisamente comercial.
Es más, esta arriesgada fórmula quizá haya sido la manera más inteligente -o la única que propusiera un 'extra' interesante- de traer a nuestros días aquella alucinación catódica todavía hoy difícil de superar. Tal vez no hubiera mejor forma que esta de relatar una historia cargada de contradicciones, acusaciones cruzadas y muchos muchos interrogantes. ¿Cómo llegaron los protagonistas del 'Tamarismo' a colarse en la televisión? ¿Por qué aquellas personas aparentemente procedente de los márgenes generaban tanto magnetismo entre el público? ¿La tele se aprovechó de ellos o fue una simbiosis que contó con la connivencia de estos 'outsiders' interesados en el foco mediático?
“Para contestar a todas las preguntas tendremos que mentir”, asegura Nacho Vigalondo, que interpreta a un alter ego de Xavier Sardá, presentador del Crónicas Marcianas en el que Tamara y su cuadrilla fueron descubiertos, en uno de los totales a cámara con los que el cineasta rompe la cuarta pared para introducir cada capítulo. Una relexión sobre la verdad y la mentira de los relatos en la que el cántabro redunda en cada una de las entregas y que planea en la serie de principio a fin para que cada quien saque sus conclusiones. La más clarividente y con la que el director juega, haciendo gala de su amplio arsenal creativo: que todo depende del punto de vista desde el que se cuenten.
'Superestar', un rompecabezas con referencias cinematográficas
En Superestar, el relato es manoseado por Vigalondo hasta el extremo, diseccionándolo y deformándolo para convertir cada episodio en un puzzle que, unido al del resto de entregas, construye un gran rompecabezas que el espectador debe intentar resolver. Para ello, el cineasta -al que acompaña en la dirección Claudia Costafreda (Cardo)- utiliza todo tipo de recursos, con saltos temporales, desdoblamientos de personajes, metanarraciones, metáforas e hipérboles, pasajes oníricos o incluso puntos de vista múltiples, entre tantos otros, que enriquecen la narración, eso sí, exigiendo al público un esfuerzo añadido durante el visionado.
La serie acierta al centrar prácticamente cada capítulo -menos uno, que es compartido- en cada uno de los siete personajes protagonistas, a los que imbrica en su propio mundo particular dentro del total de la historia que les une. Siete celebridades que encabezaron ese insólito fenómeno dosmilero y a los que dan vida un reparto de altura: Secun de la Rosa (Leonardo Dantés), Carlos Areces (Paco Porras), Natalia de Molina (Loly Álvarez), Pepón Nieto (Tony Genil), Julián Villagrán (Arlekin) y Rocío Ibañez (Margarita Seisdedos), además de la mencionada Ingrid García Jonsson en la piel de Tamara aka Ámbar aka Yurena y un ejército incalculable de cameos pop, sello ya del 'universo cinematográfico' de Los Javis, que harán las delicias de muchos.
Con un gran nivel interpretativo que, en general, huye voluntariamente de la parodia para que cada actor proponga su representación de estos insólitos individuos, Superestar va dando voz a las distintas versiones de todos ellos sobre unos mismos hechos. Y lo hace a través de viajes individuales plagados de referencias cinematográficas y literarias que quedan patentes en el título de los mismos episodios: desde El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr Hyde que duplica a Leonardo Dantés para plantear la coexistencia del biel y el mal dentro de su persona; a la Carretera Perdida de David Lynch en la que Arlekin y Loly Álvarez, tras un juego de identidades, se terminan accidentando; pasando por el neo-western Quiero la cabeza de Alfredo García para plasmar la codicia y el costo de la moral de Paco Porras, y su cinismo y astucia en su lucha por el poder y por defender su controvertido sentido de la justicia.
La serie, cuyos desvaríos hacen funambulismo sobre una delgada línea entre la genalidad y la absurdez, se pierde en algunos momentos en sus delirios, en un exceso de experimentación en los que sus personajes quedan deshumanizados. Sin embargo, ocurre totalmente lo contrario cuando el equilibrio entre lo 'real' y lo fantasioso aparece en su justa medida, especialmente en el arranque y desenlace de la ficción.
Por un lado, en ese entrañable piloto que explica la estrecha relación entre Margarita Seisdedos y su hija, a la que sobreprotege de forma incondicional al verla -literalmente- siempre como una niña. Una primera entrega que usa 'la crisis del ladrillo' para dotar de realismo mágico la mítica leyenda urbana del ladrillo en el bolso con el que la madre de la cantante la defendía de reporteros y enemigos, y para ubicar temporalmente la 'caída' de la figura mediática de Tamara, tras casi un lustro en la primera línea de la farándula, en aquellos años de la burbuja inmobiliaria.
Por otro, en los dos últimos capítulos con los que Vigalondo termina de poner el broche a su propuesta. En el quinto, la gran joya que esconde Superestar, el creador coloca a Tony Genil y sus compañeros como protagonistas de una particular versión de las Luces de Bohemia de Valle Inclán, con el grupo deambulando por los rincones más sórdidos de la noche madrileña. Todo ello, previo paso por un Callejón del Gato en el que, a través de sus famosos espejos, se pone de manifiesto el paralelismo que la serie propone entre su historia y la del emblemático esperpento del dramaturgo, que utilizaba la distorsión de la realidad para intentar mostrar la verdad en su capa más profunda.
En el sexto y último, se alude a La balada de Cable Hogue para colocar a Tamara como vagabunda de su propio desierto vital tras ser traicionada por los que fueran sus compañeros de andanzas televisivas. Superestar, que plantea un desboblamiento de la protagonista que se antoja ciertamente repetitivo tras el visto previamente con Dantés, termina enfrentando a Yurena a un debate consigo misma sobre su destino con el que acaba poniéndola en valor, haciendo justicia con su trayectoria aunque este no fuese el objetivo primero de su artífice.
“No puedo prometer que hagamos justicia, pero puedo asegurar que haremos justicia poética. El esfuerzo de entender a los personajes, incluso desde la subjetividad absoluta, desde la fantasía, desde la magia, incluso diría que desde la ciencia ficción, ha sido un impulso más poderoso que el de reconstruir una supuesta verdad que compartan todos y que sea objetiva y que sea inamovible. Yo creo que hacer algo así sería algo mucho más aburrido que el fenómeno en el que nos inspiramos”, declara a verTele Vigalondo.
Tras su visionado, podemos concluir que lo ha conseguido, pues este antibiopic de Tamara se erige como una de las series españolas más arriesgadas de Netflix que, a buen seguro, dividirá a la audiencia. ¿Quién tendrá la razón? Pues dependerá, como no, del punto de vista.