'Bloodline' Review 1x01: Lo nuevo de Netflix, un drama familiar contado desde el suspense

Por Marta Ailouti: @mailouti

Un drama oscuro, de la mano de los creadores de 'Damages', Todd A. Kessler ('Los Soprano'), Daniel Zelman y Glenn Kessler, irresistiblemente envolvente, con tintes de thriller policíaco y acordes de ukelele. La serie escarba en la vida oculta de los Rayburn, una familia en apariencia modélica cuyo idílico hogar en Los Cayos, Florida, se empieza a tambalear con el regreso del hijo mayor, Danny.

'Bloodline' no es un melodrama al uso, aunque corre el riesgo de parecerlo. Con unos roles en exceso definidos, a pesar de la sospecha poco disimulada de que nada es lo que parece, y ciertas reiteraciones innecesarias, lo cierto es que su primera hora deja además muy buenas sensaciones. Culpa de ello la tiene el excelente trabajo interpretativo de todo su reparto y, con ello, la fantástica elección de casting que trae de vuelta a nuestras pantallas a Kyle Chandler, tras su paso por 'Friday Night Lights', y a la oscarizada Sissy Spacek, entre otros. Pero también ese ambiente opresor pasado por agua, la noción de que lo que está por suceder, ese algo terrible en el que tanto insiste su cartel de presentación y que nos van soltando a lo largo del piloto a modo de flash forward y voz en off, en realidad ya ha ocurrido.

Tras el tráiler de la serie, comentamos su primer capítulo.

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El regreso del hijo pródigo en oveja negra

Con la excusa del 45 aniversario del hotel de Robert (Sam Shepard) y Sally (Spacek), 'Bloodline' reúne a todos los miembros de la familia Rayburn en Los Cayos de Florida. Sin embargo, ya desde los primero minutos, la tensión y las diferencias con el mayor de los cuatro hermanos, Danny, -interpretado por Ben Mendelsohn el que fuera padre de Jessa en 'Girls'- se va haciendo más que evidente. Él es la nota discordante de este enclave idílico del que hasta a sus huéspedes les cuesta marcharse. El hijo pródigo que vuelve a casa con la intención de quedarse y participar en el negocio familiar, huyendo de algo que no sabemos qué es, sin nada más que lo puesto, con viejos vicios y un saco roto cargado a la espalda repleto de intrigas y problemas.

Hay en Danny algo que no sabría identificar que asusta. Tal vez, la forma en que se queda mirando, como ausente, a lo lejos. O el modo turbio en que conversa a ratos con Eric (Jamie McShane - 'Sons of Anarchy'-), su viejo amigo de la infancia. Pero también hay algo que despierta una profunda compasión en él, quizás ese toque de vulnerabilidad que se entrevé en su mirada, o ese momento en que decide, con el discurso doblado y guardado en el bolsillo, bajarse del autobús una parada antes de llegar a su destino.

Quién es quién

Su personaje es uno de los misterios que mejor plantea el piloto, capaz de desestabilizar con su sola presencia la existencia de sus otros hermanos. Y es que mientras él gana en cada contacto directo o indirecto con ellos tres, ellos se vuelven oscuros. Soluciona así la ficción esos roles que aparentemente dan la sensación de estar tan definidos y estereotipados en un principio, pero que casi seguro irán cambiando a medida que pasen los capítulos. Porque sabemos, o al menos nos hacen sospechar, que detrás de John (Kyle Chandler), el hijo ejemplar de profesión policía, responsable y que se encarga de arreglar las cosas (¿cuántas veces lo repiten a lo largo del episodio?), se esconde algo más, además de ese futuro en forma de flash forward con el que nos golpea la serie al terminar su primera hora.

Completan el retrato familiar dos personajes cuya presencia es prácticamente anecdótica en este inicio. Kevin (Norbert Leo Butz), el menor de los cuatro hermanos, amante del mar y de la vida y que desconfía de las buenas intenciones a largo plazo de Danny. Y la abogada y conciliadora Meg (Linda Cardellini - 'Er'), que trata de permanecer imparcial rehuyendo de cualquier tipo de conflicto.

Sea como sea, y a pesar de que John parece sincero cuando nos confiesa que quiere a su hermano de vuelta en su vida, ninguno de ellos, tampoco su padre que delegó en ellos tres la decisión final, acceden a que Danny tome parte del negocio del hotel, lo que desemboca en su deseo de marcharse de nuevo. Porque, tal y como afirma, “el secreto de la vida está en saber cuándo irse”. Y a juzgar por lo que vendrá después, tal vez, debió haber cumplido su palabra.

El suspense al servicio del drama

Pero si algo llama la atención de 'Bloodline' es que es un suspense al servicio del drama. Ya he comentado que en la serie nada es lo que parece (y esperemos que no empiecen a utilizar ese recurso tan socorrido y poco efectista del uso de pistas falsas). Con un desenlace trágico del que somos testigos desde los primeros minutos, la intriga de la serie precisamente radica en rellenar los huecos que nos plantea, a modo de interrogante, el final de esta historia. En medio, por tanto, quedan las respuestas. Algo muy parecido, sobre papel, a la idea de 'Cómo defender a un asesino', pero nada que ver en esencia.

Y es que el drama, aunque algo lento, formula a su vez nuevas preguntas que tienen que ver con el pasado de sus personajes y el modo en que tienen de relacionarse entre sí ahora. Con una atmósfera opresiva, angustiosa y gris, entre los días soleados de Florida, truncados por los flash fowards, las constantes alucinaciones de Danny con una mujer, cuya identidad desconocemos por el momento, pero que estoy segura que tiene que ver con su infancia y sus remordimientos, y el asesinato de un adolescente encontrado en el pantano, el suspense se vuelve más que un medio toda una razón de ser.

Por suerte esto es Netflix, y sus trece episodios están ya, como es habitual con sus producciones, a disposición del público. No sé vosotros pero yo voy ya a por el segundo.

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