'Fear The Walking Dead': Zombis que dejan con hambre
“¡Así reventéis, así reventéis!”, bramaba el pérfido Capitán Rhodes en ‘El día de los muertos’ (Day of the Dead’, George A. Romero, 1985), mientras una horda de necrófagos purulentos y verdosos desmembraban y destripaban con urgencia. Separados el tren inferior del torso, los cadáveres ambulantes consumían desaforados los higadillos del militar, aprovechando cada libra de carne, como si no existiera un mañana.
Desprovistos de conciencia, el muerto viviente consume con el ansia de quien no puede saciarse, en tanto su organismo hace tiempo que dejó de trabajar. Hasta que los cartílagos y huesos que lo mantienen en pie se quiebren, hasta que la sesera le rebose del cráneo y se desplome, el zombi engullirá y tragará, y volverá a hacerlo. Y así…
Presentación bien diferente a la original, aunque manteniendo el regusto amargo, insatisfactorio
Para matar el hambre de ‘The Walking Dead’ (ídem, Frank Darabont, 2010-¿?), racionado cada menú en dos platos –el primero, de octubre a diciembre; el segundo, de febrero a abril-, AMC tiene a bien de servir ‘Fear The Walking Dead’ (ídem, Robert Kirkman, Dave Erickson, 2015-¿?).
Definida por sus responsables como una “serie derivativa”, ante la imposibilidad de establecer un consenso satisfactorio entre precuela y spin-off, esta ampliación del universo creado por Robert Kirkman se remonta al comienzo de la pandemia que llevó a los difuntos a levantarse de su reposo eterno, con la incertidumbre como emblema y con la estela de Rick Grimes aún inadvertida en el horizonte.
Entiéndase, pues, como un entremés para satisfacer el apetito entre horas, con una presentación bien diferente a la original, aunque manteniendo el regusto amargo, insatisfactorio de aquella.
El comienzo resulta prometedor
El comienzo resulta prometedor, con un primer plano sobre el rostro de Nick (Frank Dillane), despertando. Sus ojos enrojecidos, su aspecto enfermizo, reseco, silueteado por moscas, no esconden a un infectado, sino a un drogadicto en pleno cuelgue, que dormita abrigado por montañas de mugre a su alrededor. La confusión entre los toxicómanos y los redivivos se potencia durante esta primera escena, que transcurre en una iglesia abandonada, santuario profanado por las drogas y el sexo y cuna de la hecatombe por venir.
Un espacio aparentemente inhóspito, pero que apenas se separa unas decenas de metros del trasiego de la ciudad, con sus transeúntes ajenos a tales espantos. Frente a los espacios rurales de la ficción que desarrollara Frank Darabont y luego prolongaran Glenn Mazzara y Scott Gimple, ‘Fear The Walking Dead’ se aposta en un espacio urbanita, en Los Ángeles, lo que permitirá contemplar el derrumbe del sistema ante el empuje de esa masa descontrolada e informe.
El horror actúa ahí al disturbar unos elementos familiares para el espectador –ya sean individuos o espacios- y extrañarlos, corromperlos, sin que seamos capaces de advertir las diferencias.
Los mejores momentos del episodio piloto
Los momentos más interesantes de este capítulo inaugural, dirigido por Adam Davidson, recogen y reproducen los síntomas de este temblor en el sustrato sobre el que se asienta la sociedad: véanse la secuencia del atasco en la carretera, que manifiesta esa doble sensación ante lo desconocido (la incertidumbre ante lo que ocurre más allá, en la oscuridad; el morbo por contemplarlo, por darle forma concreta a algo que tememos); o, minutos después, la propagación a través de móviles y otros dispositivos de las grabaciones de los primeros ataques, en unas imágenes que nos retrotraen a los más recientes casos de violencia policial registrados en Estados Unidos.
Son momentos en los que prima el desconcierto, imposibles de definirse en los términos con los que codificamos nuestro día a día. Momentos en los que el terror se plasma con éxito.
Un arranque incapaz de igualar la resonancia del de 'The Walking Dead'
No obstante, esta entrega inaugural está lejos de plantear discurso alguno al respecto. Tampoco se atisban indicios de arrebatos existencialistas presentes en la ficción matriz. Más allá de esos contados apuntes, el episodio descarta cualquier connotación política o social en su historia, y en su lugar ofrece una apática mirada al hogar protagonista, a conflictos paterno-filiales, amorosos y hasta profesionales que por conocidos –no es lo mismo que cotidianos- resultan indiferentes.
Sobrevuela una cierta sensación de rutina en los personajes y situaciones planteados en este piloto, incapaz de igualar la resonancia de aquel que firmara Darabont en 2010. La tibia resolución del tercer acto lo confirma: el postergado careo de los personajes con su primer zombi carece de fuerza, por más que estemos ante ese alguien cercano que ya no es quien debiera ser, aunque lo parezca. No se siente el peligro, no hay impacto.
Larga vida a los muertos vivientes en TV
Quizás, ‘Fear The Walking Dead’ teme tanto precisamente a esos muertos vivientes, a lo que significan –el otro, ese otro que soy yo mismo, pero sin serlo, deshumanizado-, que prefiere apostar por la seguridad de lo convencional. Al contrario que en el universo del subversivo Romero, para quien la destrucción de la familia ha sido poco inevitable desde que aquella pequeña niña infectada canibalizara a sus padres en ‘La noche de los muertos vivientes’ (‘Night of the Living Dead, 1968), esta producción parece negar la mayor y refugiarse en el seno del nido, sin mirar más allá ni cuestionarse en verdad el estado de las cosas. Aún es pronto, claro, aún puede rebelarse.
De hecho, tendrá tiempo de hacerlo. Antes de estrenarse en la noche del domingo 23 de Agosto, AMC había anunciado la renovación de ‘Fear The Walking Dead’ por una segunda temporada. La expectación auguraba una larga vida a estos muertos andantes, no había duda.
‘The Walking Dead’ sigue pulverizando récords como sus supervivientes machacan cráneos de caminantes; y por detrás les siguen ‘Z Nation’, ‘iZombie’ o esta misma (más accesible para el gran público), irradiando el virus por toda la televisión. Los espectadores quieren (queremos) más, y no pararán hasta quedar colmada su hambre, de ser eso posible. El zombi se ha transformado en el alimento. Y nosotros engulliremos y tragaremos, y volveremos a hacerlo. Y así…
“Así reventéis. Así reventéis”, dirían. Si supieran hablar.