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Debate dentro de lo que cabe

Creo que la negociación estuvo marcada esta vez por la necesidad de Rubalcaba de que hubiera debate, a ver si rascaba algo, y la displicencia de Rajoy, seguro de que negarse a comparecer no dañaría sus expectativas de voto y que si accedía, tampoco: no tenía sino que cerrarse en banda para contentar, al menos no disgustar, a sus votantes, que van desde la ultraderecha fascistoide a la conservadora, pasando por las legiones de gente de buena fe que se han creído que sacará al país de la crisis. Algo que, por lo visto, es muy fácil: basta crear empleo y que haya más personas que paguen IRPF y coticen a la Seguridad Social; y que consuman, lo que incrementaría las recaudaciones del IVA y la actividad empresarial que a su vez proporcionaría más empleo, etcétera. No me explico cómo Zapatero no lo vio claro. Lástima que la rigidez del formato televisivo no le diera a Rajoy margen para explicar la forma de generar el necesario empleo de partida; la lechera del cuento lo tenía mejor pensado. Pero algo es algo y no resulta poca cosa esta primera concreción, al fin.

El cara a cara discurrió por los derroteros anticipados. Rajoy consiguió mantener su reserva y la invitación a que practiquemos el bonito juego del tapado. No le interesa, ya digo, asustar a sus votantes de pelajes varios. Aceptó enfrentarse a Rubalcaba sabedor de que le bastaba no soltar prenda y eso hizo. Rubalcaba quiso acosarlo a preguntas sobre determinados puntos del programa pepero pero no estaba el hombre por la labor de contestar. Se limitó en todas las ocasiones a recordar que su contrincante ha gobernado con Zapatero participando de su denodado afán de acumular parados. Que es donde le duele porque los votos psocialistas son mucho más inestables que los del PP. El PSOE depende de los votos prestados por quienes no ven otra opción que el voto útil bipartidista; pero los han entregado ya tantas veces que tiene peludo Rubalcaba conseguir la renovación del crédito. No se entiende que no hiciera en el Gobierno lo que ahora propone.

Imagino a Rubalcaba consciente de estar quemando sus últimos cartuchos con el ojo puesto en la reorientación del PSOE de vuelta a la socialdemocracia, que comienza a dar señales en otros países; aunque no sabría decirles si se trata de reacción al borde del abismo contra los neoliberales causantes de la crisis, que siguen imponiendo su política asumida por los psocialistas, o de un intento de contrarrestar los atisbos de la nueva izquierda que ya enseña la patita y en la que cabría incluir a sectores de los envenenados (vulgo indignados). Otro tema, ya ven, que obviaron ambos comparecientes.

Añadiría que Manuel Campo Vidal fue tan aséptico en su rol de florero que volvió a echarse en falta un par de periodistas preguntones, como en otros sitios. Si los aspirantes a presidir el Gobierno temen correr ese mínimo riesgo, no les digo cuanto temblarán si Merkel se les pone flamenca.

Creo que la negociación estuvo marcada esta vez por la necesidad de Rubalcaba de que hubiera debate, a ver si rascaba algo, y la displicencia de Rajoy, seguro de que negarse a comparecer no dañaría sus expectativas de voto y que si accedía, tampoco: no tenía sino que cerrarse en banda para contentar, al menos no disgustar, a sus votantes, que van desde la ultraderecha fascistoide a la conservadora, pasando por las legiones de gente de buena fe que se han creído que sacará al país de la crisis. Algo que, por lo visto, es muy fácil: basta crear empleo y que haya más personas que paguen IRPF y coticen a la Seguridad Social; y que consuman, lo que incrementaría las recaudaciones del IVA y la actividad empresarial que a su vez proporcionaría más empleo, etcétera. No me explico cómo Zapatero no lo vio claro. Lástima que la rigidez del formato televisivo no le diera a Rajoy margen para explicar la forma de generar el necesario empleo de partida; la lechera del cuento lo tenía mejor pensado. Pero algo es algo y no resulta poca cosa esta primera concreción, al fin.

El cara a cara discurrió por los derroteros anticipados. Rajoy consiguió mantener su reserva y la invitación a que practiquemos el bonito juego del tapado. No le interesa, ya digo, asustar a sus votantes de pelajes varios. Aceptó enfrentarse a Rubalcaba sabedor de que le bastaba no soltar prenda y eso hizo. Rubalcaba quiso acosarlo a preguntas sobre determinados puntos del programa pepero pero no estaba el hombre por la labor de contestar. Se limitó en todas las ocasiones a recordar que su contrincante ha gobernado con Zapatero participando de su denodado afán de acumular parados. Que es donde le duele porque los votos psocialistas son mucho más inestables que los del PP. El PSOE depende de los votos prestados por quienes no ven otra opción que el voto útil bipartidista; pero los han entregado ya tantas veces que tiene peludo Rubalcaba conseguir la renovación del crédito. No se entiende que no hiciera en el Gobierno lo que ahora propone.