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La mano que mece la cuna

Esta utopía política, cuando se da la mano con la universidad, lleva oxígeno y esperanza a la participación política del ciudadano más allá del voto-regalo de las voluntades colectivas. El profesor lagunero Aguilera Klink es el mejor ejemplo que conozco, quien recientemente ha presentado el libro colectivo Calidad de la democracia y protección ambiental en Canarias. Federico Aguilera es un ejemplo de profesor universitario implicado en los problemas sociales, que no se le va la fuerza por la boca y que denuncia la antidemocracia (la demo-rancia) del poder político, practicando él mismo la política consciente desde la trinchera ciudadana. Para eso no se ha tenido que pasar a ningún partido político, sino, simplemente, seguir los principios inspiradores del nacimiento de la política y la democracia en Grecia, cuando significaba vida buena de un colectivo humano, bajo el presupuesto de libertad para poder disponer de la palabra. Una demo-rancia es una democracia rancia, devaluada en la palabra. Si la palabra sólo sirve para que en política se diga que no miramos a otro lado cuando nos enfrentamos a un elefante, pero de hecho miramos hacia otro lado, el principio mismo de la base de la democracia que es proteger al que sufre y gestionar bien los conflictos de la vida en común se derrumba por el mal uso de la propia palabra: que es cuando los hechos y las palabras van cada una por su lado. La política, o es una política de libertad y de justicia, o es otra cosa. Y sólo es posible regenerarla mediante el uso libre de la palabra libre a todo ciudadano que hace uso de su derecho de participar en la toma de decisiones.Es bien cierto que en Canarias tenemos políticos y políticas que basan su palabra en el miedo y la intimidación, precisamente haciendo que el ciudadano crea que su palabra la cedió totalmente en el acto del voto. Si hay corrupción o engaño, nadie tiene responsabilidad. En la política tradicional es posible decir cualquier cosa confiando en la mala memoria de los ciudadanos que han desistido de alzar la voz contra quienes los ningunean en sus derechos más elementales, restan su participación y ocultan datos en la toma de decisiones públicas sobre asuntos que afectan a sus vidas.Cuando cierta concepción de la política y ciertos políticos usan la palabra para silenciar a la sociedad civil, me recuerda mucho a la mano que mece la cuna y canta una nana para hacer callar al bebé. Pero cuando el bebé llora y llora, molesto para que le cambien el pañal, corre presto a que sea otra mano quien limpie, porque lo suyo es mecer la cuna y nanear, que es lo más vistoso políticamente hablando. Y es que cuando tales políticos mecen la cuna y nanean, échate a temblar, pronto nos tocará a todos los canarios y canarias cambiar algún pañal. En la historia reciente de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria han ocurrido hechos muy parecidos. Cada vez que había un conflicto con el personal docente (individual o colectivo) y se llevaba a juicio, el rectorado terminaba perdiendo prácticamente todos los casos. ¿Por qué? Sencillamente ellos no pagan de su bolsillo. Porque, como siempre, los que al final terminan cambiando los pañales manchados somos los profesores, igual que los ciudadanos. Así que no veo qué diferencia hay entre esta concepción del debate y la palabra en política dentro de la universidad y fuera de ella. Algunos se van a los partidos y llegan bien entrenados, porque lo que predomina es lo mismo que dejaron: mecer la cuna, cantarnos una nana y dejar que otros limpien la caca después. Otros siguen en la universidad, como el ejemplo de Aguilera Klink, y por eso hacen una política de la palabra libre, una política de participación ciudadana donde lo principal es que el bebé no se caiga de la cuna. José Antonio Younis Hernández

Esta utopía política, cuando se da la mano con la universidad, lleva oxígeno y esperanza a la participación política del ciudadano más allá del voto-regalo de las voluntades colectivas. El profesor lagunero Aguilera Klink es el mejor ejemplo que conozco, quien recientemente ha presentado el libro colectivo Calidad de la democracia y protección ambiental en Canarias. Federico Aguilera es un ejemplo de profesor universitario implicado en los problemas sociales, que no se le va la fuerza por la boca y que denuncia la antidemocracia (la demo-rancia) del poder político, practicando él mismo la política consciente desde la trinchera ciudadana. Para eso no se ha tenido que pasar a ningún partido político, sino, simplemente, seguir los principios inspiradores del nacimiento de la política y la democracia en Grecia, cuando significaba vida buena de un colectivo humano, bajo el presupuesto de libertad para poder disponer de la palabra. Una demo-rancia es una democracia rancia, devaluada en la palabra. Si la palabra sólo sirve para que en política se diga que no miramos a otro lado cuando nos enfrentamos a un elefante, pero de hecho miramos hacia otro lado, el principio mismo de la base de la democracia que es proteger al que sufre y gestionar bien los conflictos de la vida en común se derrumba por el mal uso de la propia palabra: que es cuando los hechos y las palabras van cada una por su lado. La política, o es una política de libertad y de justicia, o es otra cosa. Y sólo es posible regenerarla mediante el uso libre de la palabra libre a todo ciudadano que hace uso de su derecho de participar en la toma de decisiones.Es bien cierto que en Canarias tenemos políticos y políticas que basan su palabra en el miedo y la intimidación, precisamente haciendo que el ciudadano crea que su palabra la cedió totalmente en el acto del voto. Si hay corrupción o engaño, nadie tiene responsabilidad. En la política tradicional es posible decir cualquier cosa confiando en la mala memoria de los ciudadanos que han desistido de alzar la voz contra quienes los ningunean en sus derechos más elementales, restan su participación y ocultan datos en la toma de decisiones públicas sobre asuntos que afectan a sus vidas.Cuando cierta concepción de la política y ciertos políticos usan la palabra para silenciar a la sociedad civil, me recuerda mucho a la mano que mece la cuna y canta una nana para hacer callar al bebé. Pero cuando el bebé llora y llora, molesto para que le cambien el pañal, corre presto a que sea otra mano quien limpie, porque lo suyo es mecer la cuna y nanear, que es lo más vistoso políticamente hablando. Y es que cuando tales políticos mecen la cuna y nanean, échate a temblar, pronto nos tocará a todos los canarios y canarias cambiar algún pañal. En la historia reciente de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria han ocurrido hechos muy parecidos. Cada vez que había un conflicto con el personal docente (individual o colectivo) y se llevaba a juicio, el rectorado terminaba perdiendo prácticamente todos los casos. ¿Por qué? Sencillamente ellos no pagan de su bolsillo. Porque, como siempre, los que al final terminan cambiando los pañales manchados somos los profesores, igual que los ciudadanos. Así que no veo qué diferencia hay entre esta concepción del debate y la palabra en política dentro de la universidad y fuera de ella. Algunos se van a los partidos y llegan bien entrenados, porque lo que predomina es lo mismo que dejaron: mecer la cuna, cantarnos una nana y dejar que otros limpien la caca después. Otros siguen en la universidad, como el ejemplo de Aguilera Klink, y por eso hacen una política de la palabra libre, una política de participación ciudadana donde lo principal es que el bebé no se caiga de la cuna. José Antonio Younis Hernández