Espacio de opinión de Canarias Ahora
La paradoja de las plantaciones
Vivimos en tiempo de discursos vaciÌos, gestos incoherentes y reflexiones interesadas. Nos movemos en la era del postureo, la comunicacioÌn dirigida y los anaÌlisis superficiales. Esto lo ejemplifica muy bien la moda de las plantaciones.
Cada vez con maÌs frecuencia, intervenimos el medio en nombre de la restauracioÌn, de la conservacioÌn. Existe la creencia -muy extendida- de que una repoblacioÌn o una reforestacioÌn siempre tienen efectos positivos. Pero ¿es cierto esto?
Todo depende de las gafas que nos pongamos para examinarlo, una plantacioÌn es una accioÌn artificial que se puede ejecutar con distintos fines u objetivos. En Gran Canaria, la mayoriÌa de las que se realizan tienen como meta la recuperacioÌn de los distintos ecosistemas, principalmente los forestales.
Los procesos que han dado lugar a los ambientes que nos rodean han sido largos y tremendamente complejos y apenas empezamos a conocer algunos aspectos. Por ello, se puede afirmar que nuestros conocimientos son muy limitados y, ni de lejos, nos permiten igualar aquello que ocurre de forma natural.
Dos de los argumentos maÌs recurrentes a la hora de justificar las acciones de plantacioÌn son:
- “Contribuyen a atenuar los efectos del cambio climaÌtico”
Que los bosques son uno de los grandes sumideros de carbono del planeta se considera una evidencia pero, ¿cuaÌl es la huella ecoloÌgica de una plantacioÌn convencional en esta isla? La huella ecoloÌgica de la mayoriÌa de las plantaciones que se llevan a cabo es inmensa, incompensable a la corta.
Para obtener todos los materiales que se utilizan desde la instalacioÌn del vivero y el cultivo de la planta hasta el momento de su trasplante, se requiere un enorme gasto de energiÌa y materias primas, en gran proporcioÌn combustibles foÌsiles, con lo que eso supone para otros espacios naturales en lugares que no vemos pero que existen. Espacios que estaÌn siendo transformados, en muchos casos deforestados, con nuestra complicidad. ParadoÌjico, ¿no?
Alambres, tuercas, tornillos, tensores, goteros, difusores, protectores, palas, sachos, desbrozadoras, motosierras -y un sinfiÌn de maquinaria agriÌcola-, mallas, motores, tutores, puntales, mangueras, abonos de siÌntesis quiÌmica, pesticidas, contenedores, turbas, llaves, camiones, cubas, depoÌsitos de riego y un etceÌtera mayuÌsculo que todos podemos completar con un rato de reflexioÌn y que incluye, por ejemplo, todo el material de oficina empleado en el disenÌo y planificacioÌn del proyecto.
Es praÌcticamente imposible calcular su huella ecoloÌgica, pero es faÌcil entender que para compensarla es imprescindible que el trabajo se haga a la perfeccioÌn, si es asiÌ, es posible que en algunos casos, y tras muchos anÌos, se logre. Por el contrario si, como ocurre tantas veces, las acciones no se planifican y ejecutan correctamente, ese argumento “contribuyen a atenuar los efectos del cambio climaÌtico” se desmorona faÌcilmente, es maÌs, al contrario, ponemos nuestro granito para que sus efectos se aceleren.
Cualquier accioÌn dirigida a mitigar los efectos del cambio climaÌtico debe ir principalmente enfocada a minimizar impactos negativos y, con el meÌtodo empleado, se va en la direccioÌn contraria.
- “Son necesarias para la recuperacioÌn de los ecosistemas canarios”
Como se escribioÌ anteriormente, estamos empezando a comprender algunos detalles sobre el funcionamiento de los ecosistemas islenÌos. Cada vez son maÌs los estudios que demuestran coÌmo, en muchas situaciones, la regeneracioÌn natural es maÌs raÌpida y, por supuesto, econoÌmica y natural que ese otro tipo de “restauraciones”. Y esto tambieÌn es una evidencia en muchos rincones de esta isla. Los fenoÌmenos de sucesioÌn o transicioÌn son continuos en la evolucioÌn de un ecosistema, en cambio, con una plantacioÌn, generalmente, se pretende llegar hasta los uÌltimos estadiÌos de forma directa y repentina, obviando muchiÌsimos pasos.
AdemaÌs, en demasiadas ocasiones, las malas praÌcticas provocan cambios irreversibles en los espacios naturales, por ejemplo, la introduccioÌn de especies exoÌticas con caraÌcter invasor en el sustrato y las herramientas (principalmente hierbas anuales y pequenÌos invertebrados) o de plagas y enfermedades en las plantas; o la desnaturalizacioÌn del medio por la falta de conocimientos e intereÌs a la hora de ejecutarlas, descuidando aspectos como la procedencia de las semillas o la potencialidad de las especies.
Y si a esto sumamos el repetitivo abandono en el campo de material de riego, mallas protectoras, depoÌsitos y vallados, pues...
Las plantaciones, en momentos concretos, y siempre que se hagan con conocimiento y rigor, pueden ser una buena herramienta para la recuperacioÌn de la cubierta vegetal, especialmente para evitar que algunas especies amenazadas desaparezcan, facilitar procesos de regeneracioÌn o enriquecer espacios donde se haya demostrado una alta peÌrdida de biodiversidad.
Pero, con este modo de proceder, tanta prisa y afaÌn de intervenir, ¿no estamos alimentando la absurda paradoja de las plantaciones?
TambieÌn podriÌamos hablar sobre el voluntariado ambiental, otro asunto interesante.
Vivimos en tiempo de discursos vaciÌos, gestos incoherentes y reflexiones interesadas. Nos movemos en la era del postureo, la comunicacioÌn dirigida y los anaÌlisis superficiales. Esto lo ejemplifica muy bien la moda de las plantaciones.
Cada vez con maÌs frecuencia, intervenimos el medio en nombre de la restauracioÌn, de la conservacioÌn. Existe la creencia -muy extendida- de que una repoblacioÌn o una reforestacioÌn siempre tienen efectos positivos. Pero ¿es cierto esto?