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Calimocho y elecciones

Este fin de semana han sido las fiestas del pueblito desde el que escribo esta columna. Después de un sábado de desenfreno y calimocho llega, inevitable, el domingo de Ibuprofeno y resurrección. Hoy toca atarse bien la resaca a la cabeza y continuar con la fiesta de la Democracia.

Los vecinos del pueblo Casi-vacío donde me encuentro, se han ido organizando durante toda la semana en cuadrillas para acudir este domingo a votar. Hay cuatro coches, alguien que no vota dice que presta el suyo, otro alguien se ofrece para dar un par de viajes, y así. Conductores, copilotos, viejos, jóvenes, madrugadores y aún-borrachos se organizan para acudir al fiestón de la democracia local (y la europea).

En las montañas montañosas se alejan ya los últimos coletazos de un invierno trastornado, los días se estiran y estiran hasta rozar la noche en el horizonte, la rosa canina se abre prometiendo escaramujos. Es época de siembra y desbroce, de fiestas, mojito y lagartijas al sol. Y de elecciones.

Los resultados electorales de este 26 de mayo nos afectan, en Pueblo-casi-vacío, especialmente en lo chiquito, en lo que queda aún de pueblo, en lo queda de real por debajito del espectáculo y la re-re-presentación. No importa tanto si España se rompe o se hace un esguince, el amarillo es sólo el color de la primavera, del verano y el girasol, las magdalenas no son, todavía, un elemento político. Gentrificación sigue siendo una palabra rusa. Lo que importa, y mucho, es que pase más de un autobús a la semana, que no cierren más colegios por falta de alumnos y que los comedores escolares que quedan den comida. Importa que se desbroce el monte (antes de que se incendie y no después), que llegue el agua y que se pueda beber. Que se dignifique y regule el trabajo en el campo, en la tierra. Que quedarse en el pueblo sea una opción y no tanto una odisea marginal de yuppies por un mundo nuevo.

Importan las células minúsculas que conforman la comunidad, que a su vez conforma la supra comunidad, que a su vez conforma las grandes palabras como democracia, libertad, globalización o whopper con queso.

Así que este domingo votamos por lo pequeño, por el pueblo y la comunidad. Europa aún queda muy lejos y aquí sólo pasa un autobús a la semana. Para llegar a alcanzar la idea de Europa primero hay que atravesar miles de pueblos, con sus capitales, llegar hasta las ciudades, con sus centros y sus afueras, saltar países, bordear fronteras, pasar controles. Europa es ese lugar desde el que llegan los peregrinos, caminantes de ojos azules, de tez blanquecina y pelamen amarilloso, como el verano y el girasol, que hace noche en los albergues, bebe capuchinos y habla como Aznar en tejano.

Europa, para la gran mayoría de personas de a pie, es como un fantasma que recorre nuestras cabezas y nutre de luces y sombras los telediarios. Formamos parte de Europa, recibimos normativas, directrices, fondos y ayudas que contribuyen al desarrollo tecnológico y democrático, la construcción de infraestructuras públicas e incluso al desvío de algunos miles de euros hacia acaudalados bolsillos de algún caudaloso gestor.

Conduciendo por las pistas de montaña que nos llevan hasta nuestra mesa electoral, nos cruzamos con varios peregrinos europeos que ajenos al revoloteo electoral de este domingo, caminan siguiendo los pasos póstumos del apóstol. Caminante no hay camino, se hace camino al votar.

Este fin de semana han sido las fiestas del pueblito desde el que escribo esta columna. Después de un sábado de desenfreno y calimocho llega, inevitable, el domingo de Ibuprofeno y resurrección. Hoy toca atarse bien la resaca a la cabeza y continuar con la fiesta de la Democracia.

Los vecinos del pueblo Casi-vacío donde me encuentro, se han ido organizando durante toda la semana en cuadrillas para acudir este domingo a votar. Hay cuatro coches, alguien que no vota dice que presta el suyo, otro alguien se ofrece para dar un par de viajes, y así. Conductores, copilotos, viejos, jóvenes, madrugadores y aún-borrachos se organizan para acudir al fiestón de la democracia local (y la europea).