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¿Golpe de Estado encubierto?

Meri Pita

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Puede parecer una exageración e incluso una alarma excesiva decir que vivimos un golpe de estado encubierto, pero si analizamos con detenimiento los acontecimientos se disipan todas las dudas.

El 20D los ciudadanos y ciudadanas de este país decidieron, con su voto, que el bipartidismo se acabó. Los resultados en los procesos electorales previos -Ayuntamientos, Cabildos, Diputaciones y Parlamentos Autonómicos- así lo pusieron de manifiesto, alarmando -y no era para menos- a los poderes fácticos, ésos que realmente gobiernan a pesar de no haberse presentado nunca a unas elecciones. ¿Por qué se asustaron? Porque en las principales capitales se conformaron Gobiernos del Cambio: Barcelona, Madrid, Valencia, La Coruña, Cádiz o Las Palmas de Gran Canaria, entre otras. Gobiernos dispuestos a revertir las políticas de recortes, de austeridad y precariedad que han generado unos índices de desigualdad jamás alcanzados en nuestra democracia.

Fue en ese momento cuando el presidente del Banco Sabadell advirtió públicamente que necesitaban un Podemos de derechas, y como sus deseos son órdenes, lanzaron al terrero a C's. Lo presentaron como el partido de la regeneración y la lucha contra la corrupción, sin embargo, ya ha quedado al descubierto cuál era y es el verdadero papel que le han adjudicado al Sr. Rivera: facilitar las políticas continuistas y acabar con cualquier posibilidad de gobierno de Podemos.

El pacto PSOE-C's, alcanzado después del 20D, fue propiciado por el ala más derechosa del Partido Socialista y sus elementos más entregados a los beneficios del establishment. Sin embargo, era realmente la coartada que necesitaban para no pactar con Podemos. Se nos acusó además, con una campaña bien articulada a través de todo el poder mediático que manejan, que no es poco, de ser los culpables de que Rajoy siga en el Gobierno. Hay que tener agallas para hacerlo. El PSOE, a base de repetir una y mil veces esta mentira, quiso convertirla en verdad para echar así la culpa a Podemos de sus propios pecados. Y es que no debemos olvidar que fueron los socialistas los que entregaron la mayoría absoluta al PP por su desastrosa gestión de la llamada crisis, asumiendo una tras otra todas las exigencias a modo de recortes de La Troika, empezando por la quiebra del estado social, democrático y de derechos que supuso y supone la modificación del artículo 135 de la Constitución.

Bajo ese marco Rajoy anuncia al Primer Ministro británico, la semana siguiente al 20D, que vamos a segunda elecciones; lo tenían previsto.

Pero tampoco el 26J los deja satisfechos: el PSOE paga su pacto con C's y saca, otra vez, el peor resultado de su historia; C's pierde 8 escaños que van a parar al PP. Bajan y suben, pero siguen sin salirles las cuentas. No hay, con este resultado, restauración del bipartidismo y sus políticas continuistas. Unid@s Podemos mantiene el número de escaños, pero no alcanzamos ese millón de votos más que esperábamos, aunque seguimos siendo tercera fuerza del país, con más de cinco millones de votos. Quieran o no, para constituir un Gobierno de Progreso hay que contar inexorablemente con esos cinco millones de votos. Nuevamente, el PSOE tiene la oportunidad histórica de regresar a las políticas sociales que forman parte de su génesis, si no lo hace, quedaría al descubierto como parte interesada de este tercer intento, formaría parte de la estrategia urdida para manipular otra vez a la ciudadanía con relatos cargados de lamentaciones retóricas: “serían un desastre las terceras”; “España no se lo merece...”; “la gente está cansada de votar”... Sin embargo, nos están abocando a ellas interesadamente, y con la torticera intención de fomentar el cansancio y el hastío, y por tanto, la elevada abstención que les permitiría con la actual Ley Electoral aumentar el número de escaños, aunque no suban en número de votos.

Mientras, hay un Gobierno en funciones que no se avergüenza de seguir desarrollando sus políticas, nombran a Soria para el Banco Mundial, siguen saqueando la caja de las pensiones, siguen con nombramientos de confianza, siguen maquillando la realidad -el paro sube “pero es el mejor agosto”- etc.

En definitiva, nos mienten, una y otra vez, y como dice el dicho, nos mean encima y dicen que llueve. Manejan como nadie las mentiras y el fango, que lanzan a través de los medios de comunicación que les son afines, utilizan los poderes del Estado para sus intereses partidarios y personales.

Llamar a esto Estado Social Democrático y de Derecho como anuncia el artículo 1 de las Constitución es casi una burla. Nuestra obligación como pueblo es luchar por la recuperación de ese Estado y distinguir bien, aunque nos lo pongan difícil con sus medios de propaganda, quiénes forman parte de la solución y quiénes del problema. Esperemos que el PSOE sea parte de lo primero.

Puede parecer una exageración e incluso una alarma excesiva decir que vivimos un golpe de estado encubierto, pero si analizamos con detenimiento los acontecimientos se disipan todas las dudas.

El 20D los ciudadanos y ciudadanas de este país decidieron, con su voto, que el bipartidismo se acabó. Los resultados en los procesos electorales previos -Ayuntamientos, Cabildos, Diputaciones y Parlamentos Autonómicos- así lo pusieron de manifiesto, alarmando -y no era para menos- a los poderes fácticos, ésos que realmente gobiernan a pesar de no haberse presentado nunca a unas elecciones. ¿Por qué se asustaron? Porque en las principales capitales se conformaron Gobiernos del Cambio: Barcelona, Madrid, Valencia, La Coruña, Cádiz o Las Palmas de Gran Canaria, entre otras. Gobiernos dispuestos a revertir las políticas de recortes, de austeridad y precariedad que han generado unos índices de desigualdad jamás alcanzados en nuestra democracia.