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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Nuevos tiempos para la fe

Parece que las cosas están cambiando. No creo que el Papa acepte que su rostro acompañe la publicidad de un bocadillo de pescado, por mucho que Kentucky Fried Chicken le haya ofrecido, y seguro que le han ofrecido mucho. A fin de cuentas, y aunque las comparaciones son odiosas, Ratzinger no es Paul Newman. Ahora bien, esa campaña de marketing a la que se han sumado las 140 parroquias católicas de la diócesis de Washington, da buena cuenta de que la fe vive momentos de crisis y que la Iglesia se quiere integrar en los nuevos tiempos.Y si para ello han de colgar un anuncio en una calle e invitar a los transeúntes a que laven sus pecados en la parroquia de al lado, lo hacen. Otra cosa es afrontar los temas de fondo, como la última sentencia del Tribunal Constitucional, que avala la potestad de la Iglesia para elegir a los profesores de Religión, según sus propios criterios. Criterios que le permiten marginar de su cuerpo docente a quien comparta su vida con una persona sin estar casado, deduzco que también que a homosexuales, madres solteras o individuos presos de malos pensamientos, ya sabenÂ… Claro que una campaña de marketing para vender tanta intolerancia resulta difícil. Sobre todo si se permiten el lujo de seleccionar a los docentes, pero luego exigen que el contrato y el sueldo corra por cuenta de un Estado aconfesional.No entiendo la lógica de ese razonamiento. Es como si a un profesor de Historia le exigieran compartir los principios del nacionalsocialismo hitleriano para poder explicarlo en clase. O que un profesor de literatura tuviera que escribir un libro antes de poder hablar de un autor. Claro que por esa regla de tres, a los sacerdotes habría que exigirles experiencia marital antes de dar consejos a una pareja.

Esperanza Pamplona

Parece que las cosas están cambiando. No creo que el Papa acepte que su rostro acompañe la publicidad de un bocadillo de pescado, por mucho que Kentucky Fried Chicken le haya ofrecido, y seguro que le han ofrecido mucho. A fin de cuentas, y aunque las comparaciones son odiosas, Ratzinger no es Paul Newman. Ahora bien, esa campaña de marketing a la que se han sumado las 140 parroquias católicas de la diócesis de Washington, da buena cuenta de que la fe vive momentos de crisis y que la Iglesia se quiere integrar en los nuevos tiempos.Y si para ello han de colgar un anuncio en una calle e invitar a los transeúntes a que laven sus pecados en la parroquia de al lado, lo hacen. Otra cosa es afrontar los temas de fondo, como la última sentencia del Tribunal Constitucional, que avala la potestad de la Iglesia para elegir a los profesores de Religión, según sus propios criterios. Criterios que le permiten marginar de su cuerpo docente a quien comparta su vida con una persona sin estar casado, deduzco que también que a homosexuales, madres solteras o individuos presos de malos pensamientos, ya sabenÂ… Claro que una campaña de marketing para vender tanta intolerancia resulta difícil. Sobre todo si se permiten el lujo de seleccionar a los docentes, pero luego exigen que el contrato y el sueldo corra por cuenta de un Estado aconfesional.No entiendo la lógica de ese razonamiento. Es como si a un profesor de Historia le exigieran compartir los principios del nacionalsocialismo hitleriano para poder explicarlo en clase. O que un profesor de literatura tuviera que escribir un libro antes de poder hablar de un autor. Claro que por esa regla de tres, a los sacerdotes habría que exigirles experiencia marital antes de dar consejos a una pareja.

Esperanza Pamplona