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La 'operación Rato' fracasa en Canarias

Ruegos, carantoñas, guiños, súplicas... De todo recibió Rato en Tenerife, hasta que por fin, con tenazas, se le extrajo al menos una ambigua declaración: “disponible, pero quizás no indispensable”. Rajoy, a través de sus emisarios Zaplana y Acebes, sólo le ofrecía Asturias o número 3 detrás de Gallardón en Madrid. Fue un insulto para quien ya era segundo con Herrero de Miñón cuando Aznar se saltó el escalafón y pidió tregua con aquella célebre promesa incumplida: “ahora me toca a mí, pero luego te tocará a ti”. A Rato nunca le tocó, pero los hombres fuertes del PP en Canarias, que adoran a Rodrigo y detestan la flacidez de Rajoy, se habían esperanzado y alentaban la solución de urgencia de Isidro Fainé, presidente de la Caixa: número 1 por Barcelona, circunscripción hostil y esquiva a los conservadores. De todo se habló en Tenerife ante el silencio circunspecto de Rato: “¿lo sabe Mariano?”.

Pero Mariano no es problema, se le mueve como un títere, si le aprietas el dedo gordo mueve la ceja, ya sabes, y además su gran secreto... El problema era Rodrigo. Su silencio se interpretó como anuencia pero quien callaba no otorgaba. Se dispararon las euforias ?“no ha dicho que no” -, se recompuso la lista de Barcelona, se lanzaron voladores, el populacho del PP recobró el ánimo -“en Barcelona ganamos 3 escaños más con Rodrigo”- hasta que, como diría Cervantes, espantado por tanta grandeza, porque a quien no sorprende y maravilla, ésta máquina insigne, ésta riqueza, pasó lo que tenía que pasar: la prensa madrileña difundió el suceso y luego incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese... y no hubo nada. Mariano no pudo disimular su alegría cuando le dieron la buena nueva: no era cierto que la encerrona de Tenerife hubiera salido bien. Mariano leyó el comunicado de Rato a través de la banca Lazard y declaró: “Hombre, yo no es que tuviera suposiciones, es que tenía la información, lo que pasa es que algunos no me creían, que le voy a hacer”, dijo con una amplia sonrisa. Qué risa Mariana Luisa, un lobo menos en el corral... y una decepción más ante las urnas.

Federico Utrera

Ruegos, carantoñas, guiños, súplicas... De todo recibió Rato en Tenerife, hasta que por fin, con tenazas, se le extrajo al menos una ambigua declaración: “disponible, pero quizás no indispensable”. Rajoy, a través de sus emisarios Zaplana y Acebes, sólo le ofrecía Asturias o número 3 detrás de Gallardón en Madrid. Fue un insulto para quien ya era segundo con Herrero de Miñón cuando Aznar se saltó el escalafón y pidió tregua con aquella célebre promesa incumplida: “ahora me toca a mí, pero luego te tocará a ti”. A Rato nunca le tocó, pero los hombres fuertes del PP en Canarias, que adoran a Rodrigo y detestan la flacidez de Rajoy, se habían esperanzado y alentaban la solución de urgencia de Isidro Fainé, presidente de la Caixa: número 1 por Barcelona, circunscripción hostil y esquiva a los conservadores. De todo se habló en Tenerife ante el silencio circunspecto de Rato: “¿lo sabe Mariano?”.

Pero Mariano no es problema, se le mueve como un títere, si le aprietas el dedo gordo mueve la ceja, ya sabes, y además su gran secreto... El problema era Rodrigo. Su silencio se interpretó como anuencia pero quien callaba no otorgaba. Se dispararon las euforias ?“no ha dicho que no” -, se recompuso la lista de Barcelona, se lanzaron voladores, el populacho del PP recobró el ánimo -“en Barcelona ganamos 3 escaños más con Rodrigo”- hasta que, como diría Cervantes, espantado por tanta grandeza, porque a quien no sorprende y maravilla, ésta máquina insigne, ésta riqueza, pasó lo que tenía que pasar: la prensa madrileña difundió el suceso y luego incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese... y no hubo nada. Mariano no pudo disimular su alegría cuando le dieron la buena nueva: no era cierto que la encerrona de Tenerife hubiera salido bien. Mariano leyó el comunicado de Rato a través de la banca Lazard y declaró: “Hombre, yo no es que tuviera suposiciones, es que tenía la información, lo que pasa es que algunos no me creían, que le voy a hacer”, dijo con una amplia sonrisa. Qué risa Mariana Luisa, un lobo menos en el corral... y una decepción más ante las urnas.