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Un pacto social en Canarias

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La manifestación del próximo día 20 de abril en Canarias no es una protesta contra el turismo, quien así lo interprete no ha entendido nada. Es una movilización que era inevitable que más tarde o más temprano se produjera en nuestras islas. Que se haya materializado ahora en este momento no es más que la consecuencia de un cúmulo de circunstancias que como en cualquier otro movimiento ciudadano hacen que terminen por cristalizar en un momento concreto. Ese momento ha llegado. Cayeron en un error de interpretación quienes menospreciaron en su día la incipiente movilización, que sin haberse celebrado ya es un éxito, y caerán en otro error también los que crean que lo que late tras la misma se apagará tras la finalización de la manifestación. Detrás de esta movilización, que anticipo será histórica, hay algo de más calado, hay algo de mucha más profundidad, más estructural. 

Hace una década concurrí a unas primarias para ser candidato a la presidencia del Gobierno de Canarias por mi partido, y dije en aquel entonces, y lo mantengo diez años después, que Canarias no funciona. Y no es una exageración, ni es catastrofismo, es una conclusión a la que cualquiera puede llegar. Interpréteseme bien, nuestras islas son competitivas, están llenas de talento, somos potencia mundial en el sector turístico, en el reciclado y tratamiento de agua, hemos dado un salto en las energías renovables, etc. Cuando digo esto lo que quiero expresar es que una buena parte de la sociedad de las islas tiene la sensación desde hace años de que el ascensor social no funciona, que la pobreza se perpetúa de padres a hijos, que no hay posibilidad para la mayoría de articular un proyecto digno de vida, y que la riqueza no se distribuye de manera justa. Las causas de esto son múltiples y complejas, no debemos caer en el simplismo, ( el sector turístico no es el responsable o no el único ),  pero no es ese el objeto de estas líneas. Y esa sensación que está en la calle a poco que uno la pise, en estos tiempos postpandemia, en los que se supone que íbamos a salir mejores, cuando todos arrimamos el hombro en forma de ayudas para que la economía no se hundiera, es el sentir extendido entre la clase media trabajadora de las islas. Una clase media trabajadora que observa como hemos vuelto a cifras récord en el sector turístico pero que sus condiciones de vida no mejoran proporcionalmente. Una clase media trabajadora que se ve atrapada en infinitas colas en las autovías, que tiene dificultades para acceder a una vivienda, y que no encuentra una mejoría significativa en los servicios públicos que necesita. Únicamente se pide un mejor reparto.

Y llegados a este punto, no creo que lo que debamos hacer es buscar responsables. Todos lo somos. Las fuerzas políticas que han tenido responsabilidad de gobierno en estos 40 años de autonomía, los sindicatos, las organizaciones empresariales, y también la ciudadanía que debe ejercer también la misma con responsabilidad. Los datos de abstención en los comicios electorales son un ejemplo. Canarias necesita un nuevo pacto social, un pacto entre todos y todas de futuro. Un pacto que combine el crecimiento económico con el reparto justo de la riqueza, que los beneficios empresariales vayan de la mano de la mejora de las condiciones laborales, que los servicios públicos mejoren sus prestaciones, que la educación pública sea una garantía de formación. En definitiva, de un proyecto común que nadie sienta que se le deja atrás. Para eso debemos decidir que queremos ser, cuantos queremos ser y como queremos lograrlo. No podemos decir si a todo, pero tampoco no a todo. Requerirá de diálogo, de concesiones por parte de todos, de compromiso y de audacia colectiva. Ese es el camino. 

La manifestación del próximo día 20 de abril en Canarias no es una protesta contra el turismo, quien así lo interprete no ha entendido nada. Es una movilización que era inevitable que más tarde o más temprano se produjera en nuestras islas. Que se haya materializado ahora en este momento no es más que la consecuencia de un cúmulo de circunstancias que como en cualquier otro movimiento ciudadano hacen que terminen por cristalizar en un momento concreto. Ese momento ha llegado. Cayeron en un error de interpretación quienes menospreciaron en su día la incipiente movilización, que sin haberse celebrado ya es un éxito, y caerán en otro error también los que crean que lo que late tras la misma se apagará tras la finalización de la manifestación. Detrás de esta movilización, que anticipo será histórica, hay algo de más calado, hay algo de mucha más profundidad, más estructural. 

Hace una década concurrí a unas primarias para ser candidato a la presidencia del Gobierno de Canarias por mi partido, y dije en aquel entonces, y lo mantengo diez años después, que Canarias no funciona. Y no es una exageración, ni es catastrofismo, es una conclusión a la que cualquiera puede llegar. Interpréteseme bien, nuestras islas son competitivas, están llenas de talento, somos potencia mundial en el sector turístico, en el reciclado y tratamiento de agua, hemos dado un salto en las energías renovables, etc. Cuando digo esto lo que quiero expresar es que una buena parte de la sociedad de las islas tiene la sensación desde hace años de que el ascensor social no funciona, que la pobreza se perpetúa de padres a hijos, que no hay posibilidad para la mayoría de articular un proyecto digno de vida, y que la riqueza no se distribuye de manera justa. Las causas de esto son múltiples y complejas, no debemos caer en el simplismo, ( el sector turístico no es el responsable o no el único ),  pero no es ese el objeto de estas líneas. Y esa sensación que está en la calle a poco que uno la pise, en estos tiempos postpandemia, en los que se supone que íbamos a salir mejores, cuando todos arrimamos el hombro en forma de ayudas para que la economía no se hundiera, es el sentir extendido entre la clase media trabajadora de las islas. Una clase media trabajadora que observa como hemos vuelto a cifras récord en el sector turístico pero que sus condiciones de vida no mejoran proporcionalmente. Una clase media trabajadora que se ve atrapada en infinitas colas en las autovías, que tiene dificultades para acceder a una vivienda, y que no encuentra una mejoría significativa en los servicios públicos que necesita. Únicamente se pide un mejor reparto.