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Ventana del PGO

Mientras se suceden las interpretaciones sobre el alcance de la decisión de la COTMAC y se prolonga la controversia política, hay que retroceder hasta aquellas manifestaciones populares de hace unos meses y que pusieron en evidencia no sólo el hartazgo de amplios sectores de la ciudadanía sino el desgaste y el agotamiento del propio gobierno municipal y de quienes habían votado favorablemente la aprobación inicial. En un mandato que ha tenido de todo y no mucho favorable para los actuales responsables, la determinación hacía sonar los timbres de alarma en los estados mayores de los partidos, en los cenáculos, en los foros de opinión y en los últimos núcleos donde se marca el camino a seguir a la espera de que escampe y surja otro asunto que minimice los impactos. El PGO se quedó solo y cuasi apestado; parecía no gustar ni a quienes lo concibieron y lo aprobaron

La figura 'fuera de ordenación' suscitaba entonces una fuerte contestación e impregnaba de mayor incertidumbre el devenir del Plan que se adivinaba largo y proceloso. Que el informe de la COTMAC haya constatado ciento setenta y tres errores materiales y registrado ciento ochenta y siete reparos revela que, o se pretendía poco menos que una revolución urbanística o la redacción estaba plagada de imprecisiones y precipitaciones, dejando el campo llano para que los discrepantes, más o menos asistidos de razón, pudieran expresarlo, no sólo desde el ángulo de los perjuicios sino de las sospechas.

Pues parece que quienes restaban importancia a esa figura o creían que podía manejarse a conveniencia, van a tener que replanteárselo según los razonamientos del órgano que ha frenado la aprobación del PGO santacrucero. Se habla -reiterando posiciones expuestas en antecedentes registrados en la propia capital y otros municipios insulares- de la imposibilidad de reconstruir la edificación o instalación en las mismas condiciones que las existentes y de la inadmisión, en esos inmuebles fuera de ordenación, de obras de consolidación. En cifras de afección, siempre con la provisionalidad que hay que manejarlas y a la espera de incorporar las alegaciones al documento final, unas dos mil fincas en diez distritos de Santa Cruz y casi cien mil vecinos. Parecen muy altas.

Alguien -¿o nadie?- pedirá responsabilidades. La elaboración del Plan conllevó unos gastos. Las determinaciones de la COTMAC entrañan un valor que, independientemente del carácter técnico, tienen su lectura política por las repercusiones. A ver hasta dónde llega la maltrecha oposición. Desde luego, quienes aún vean la botella medio llena tendrán que rebuscar argumentaciones sólidas porque, con lo ocurrido, persuadir a la ciudadanía que en su momento dijo basta y ha agotado una de las vías para su negativa, no va a ser una estrofa murguera fácil de memorizar. Porque, tal como escribimos entonces, algo se mueve en Santa Cruz.

Mientras se suceden las interpretaciones sobre el alcance de la decisión de la COTMAC y se prolonga la controversia política, hay que retroceder hasta aquellas manifestaciones populares de hace unos meses y que pusieron en evidencia no sólo el hartazgo de amplios sectores de la ciudadanía sino el desgaste y el agotamiento del propio gobierno municipal y de quienes habían votado favorablemente la aprobación inicial. En un mandato que ha tenido de todo y no mucho favorable para los actuales responsables, la determinación hacía sonar los timbres de alarma en los estados mayores de los partidos, en los cenáculos, en los foros de opinión y en los últimos núcleos donde se marca el camino a seguir a la espera de que escampe y surja otro asunto que minimice los impactos. El PGO se quedó solo y cuasi apestado; parecía no gustar ni a quienes lo concibieron y lo aprobaron

La figura 'fuera de ordenación' suscitaba entonces una fuerte contestación e impregnaba de mayor incertidumbre el devenir del Plan que se adivinaba largo y proceloso. Que el informe de la COTMAC haya constatado ciento setenta y tres errores materiales y registrado ciento ochenta y siete reparos revela que, o se pretendía poco menos que una revolución urbanística o la redacción estaba plagada de imprecisiones y precipitaciones, dejando el campo llano para que los discrepantes, más o menos asistidos de razón, pudieran expresarlo, no sólo desde el ángulo de los perjuicios sino de las sospechas.