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Cómo andan los psocialistas

Superado el trance del saludo de rigor, llegó la hora de encontrarse con conocidos y amigos. Sonoros cambios de impresiones y dado que era día para rescate de los dinosaurios, tiempo también para presentar a los ordenanzas más jóvenes a las viejas glorias de la canariedad. “Me lo había imaginado de otra manera”, llegó a decir un bisoño conserje. En medio, el sempiterno y eficaz maestro de ceremonias de la casa de las leyes canarias, José Arturo, no se cortaba un pejín al afirmar “a ver si vuelven ustedes, porque esto es ahora un desastre”. Ya dentro, saltó la primera anécdota ácida cuando Chelo, empleada del Grupo Parlamentario Socialista informaba a algunos de los suyos que iban llegando de la presencia en la planta alta de Juan Carlos Alemán y Jerónimo Saavedra. Ella, que nos consta no es sorda, tuvo que oír a sus espaldas un sonoro “guárdame un güevo de la echadura”. Y dicho esto, el interfecto junto a otros, procedió a comprobar lo cómoda que es ahora la vida en el Parlamento. “Porque antes había unas mesas con tapete y unos sillones que se te quedaba el culo como una pandorga”, y el interlocutor de turno asentía.

Superado el trance del saludo de rigor, llegó la hora de encontrarse con conocidos y amigos. Sonoros cambios de impresiones y dado que era día para rescate de los dinosaurios, tiempo también para presentar a los ordenanzas más jóvenes a las viejas glorias de la canariedad. “Me lo había imaginado de otra manera”, llegó a decir un bisoño conserje. En medio, el sempiterno y eficaz maestro de ceremonias de la casa de las leyes canarias, José Arturo, no se cortaba un pejín al afirmar “a ver si vuelven ustedes, porque esto es ahora un desastre”. Ya dentro, saltó la primera anécdota ácida cuando Chelo, empleada del Grupo Parlamentario Socialista informaba a algunos de los suyos que iban llegando de la presencia en la planta alta de Juan Carlos Alemán y Jerónimo Saavedra. Ella, que nos consta no es sorda, tuvo que oír a sus espaldas un sonoro “guárdame un güevo de la echadura”. Y dicho esto, el interfecto junto a otros, procedió a comprobar lo cómoda que es ahora la vida en el Parlamento. “Porque antes había unas mesas con tapete y unos sillones que se te quedaba el culo como una pandorga”, y el interlocutor de turno asentía.