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Todos armados con productoras

Es comprensible que se haya rebajado de repente el tono de la crítica hacia el nuevo director general del ente Radiotelevisión Canaria, al que ya han empezado a llamar Guillermo García, nombre que coincide, fititú, con el del consejero delegado del Grupo Prensa Ibérica, editor de La Provincia-Diario de Las Palmas, con la diferencia de que en este último caso ha de añadirse al García el guión y el Alcalde, que no sólo da más prestancia, sino un toque de máxima autoridad. Al pobre Willy, sin embargo, casi nadie le añade las componendas de sus dos Garcías, porque lo es por la familia paterna y materna. Que se apellida García-Machiñena García-Checa, conste. Pues bien, entre don Guillermo García Machiñena y el director de la tele que está por encontrar van a repartir tal cantidad de pasta a discreción que ya hemos visto a todas las grandes empresas periodísticas de Canarias dispuestas a todo. ¿Babeando, nos preguntan? Casi. Y, para colmo, tratando de ningunear a los que no estamos en posición genuflexa. Ay, qué dolor. Y qué risa.

Es comprensible que se haya rebajado de repente el tono de la crítica hacia el nuevo director general del ente Radiotelevisión Canaria, al que ya han empezado a llamar Guillermo García, nombre que coincide, fititú, con el del consejero delegado del Grupo Prensa Ibérica, editor de La Provincia-Diario de Las Palmas, con la diferencia de que en este último caso ha de añadirse al García el guión y el Alcalde, que no sólo da más prestancia, sino un toque de máxima autoridad. Al pobre Willy, sin embargo, casi nadie le añade las componendas de sus dos Garcías, porque lo es por la familia paterna y materna. Que se apellida García-Machiñena García-Checa, conste. Pues bien, entre don Guillermo García Machiñena y el director de la tele que está por encontrar van a repartir tal cantidad de pasta a discreción que ya hemos visto a todas las grandes empresas periodísticas de Canarias dispuestas a todo. ¿Babeando, nos preguntan? Casi. Y, para colmo, tratando de ningunear a los que no estamos en posición genuflexa. Ay, qué dolor. Y qué risa.