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OPINIÓN | 'A paladas', por Antón Losada

Por la boca muere el pez

Para que luego digan que los jueces actúan de espaldas a la sociedad en la que actúan. La sentencia de la que nos hacemos eco en nuestra edición de este viernes-sábado, declarando nulo el despido del jefe del servicio de Patrimonio del Cabildo de Gran Canaria, demuestra todo lo contrario. Hizo de ponente en ella el presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, Francisco José Gómez Cáceres, y contiene una cita genial que no queremos que les pase desapercibida: “Si gano las elecciones al Cabildo, el Servicio de Patrimonio va a sufrir un cambio muy profundo”. La frase no es del juez sino de José Manuel Soria, y la pronunció mucho antes de ser elegido democráticamente presidente de la Corporación. Lo hizo a propósito de la postura que el jefe de Patrrimonio, Juan Carlos Domínguez, Pífano, había adoptado respecto a las obras de reforma del teatro Pérez Galdós, iniciadas en la era de Soria como alcalde de Las Palmas de Gran Canaria. La frase ha traído cola tres años y pico después.

Para que luego digan que los jueces actúan de espaldas a la sociedad en la que actúan. La sentencia de la que nos hacemos eco en nuestra edición de este viernes-sábado, declarando nulo el despido del jefe del servicio de Patrimonio del Cabildo de Gran Canaria, demuestra todo lo contrario. Hizo de ponente en ella el presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, Francisco José Gómez Cáceres, y contiene una cita genial que no queremos que les pase desapercibida: “Si gano las elecciones al Cabildo, el Servicio de Patrimonio va a sufrir un cambio muy profundo”. La frase no es del juez sino de José Manuel Soria, y la pronunció mucho antes de ser elegido democráticamente presidente de la Corporación. Lo hizo a propósito de la postura que el jefe de Patrrimonio, Juan Carlos Domínguez, Pífano, había adoptado respecto a las obras de reforma del teatro Pérez Galdós, iniciadas en la era de Soria como alcalde de Las Palmas de Gran Canaria. La frase ha traído cola tres años y pico después.