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OPINIÓN | 'A paladas', por Antón Losada

Ni de tres

Lorenzo Olarte, que de tonto no tiene un pelo, testó y testó, y llegó a la conclusión de que el conchabo con Ramírez podría acarrearle problemas. Así que lo llamó y le dijo que hiciera algunas cosas a ver cómo podía encajar la operación. Le pidió, por ejemplo, que hiciera un sondeo a ver cómo era la valoración del personal hacia su figura, y que se hiciera rodear de una plataforma de apoyo que le arropara y que fuera, a la postre, la que se integrara en la operación olartiana. Del sondeo nada sabemos, y por tanto, nada les contamos. Pero la cena de hace una semana, en un conocido restaurante de los alrededores del Águila Playa, fue de las que hacen grande a la política municipalista mundial. En esa cena se decidió, quizá en un alarde de habilidad propio de los grandes estadistas, que el tránsfuga no fuera de uno, ni de dos, sino de tres. No sabemos si para disimular o sencillamente porque la humildad y la timidez son invencibles. Les contamos el resto.

Lorenzo Olarte, que de tonto no tiene un pelo, testó y testó, y llegó a la conclusión de que el conchabo con Ramírez podría acarrearle problemas. Así que lo llamó y le dijo que hiciera algunas cosas a ver cómo podía encajar la operación. Le pidió, por ejemplo, que hiciera un sondeo a ver cómo era la valoración del personal hacia su figura, y que se hiciera rodear de una plataforma de apoyo que le arropara y que fuera, a la postre, la que se integrara en la operación olartiana. Del sondeo nada sabemos, y por tanto, nada les contamos. Pero la cena de hace una semana, en un conocido restaurante de los alrededores del Águila Playa, fue de las que hacen grande a la política municipalista mundial. En esa cena se decidió, quizá en un alarde de habilidad propio de los grandes estadistas, que el tránsfuga no fuera de uno, ni de dos, sino de tres. No sabemos si para disimular o sencillamente porque la humildad y la timidez son invencibles. Les contamos el resto.