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Ser empresario es otra cosa

Lo de Antonio Rivero empieza a ser anécdota: el mal de la Confederación Canaria de Empresarios está diagnosticado. Se trata de una enfermedad de satrapia, donde se debaten asuntos ya decididos previamente por unos señores que tienen un control férreo y que acuden a la CCE a darle buen aspecto democrático a decisiones arbitrarias previamente diseñadas. La Confederación, vieja dama que languidece por empresarios ajenos a esos atributos que aún son santo y seña del empresariado -el riesgo,la generosidad, el talento, tantas cosas- no se merece nada de esto.

Lo de Antonio Rivero empieza a ser anécdota: el mal de la Confederación Canaria de Empresarios está diagnosticado. Se trata de una enfermedad de satrapia, donde se debaten asuntos ya decididos previamente por unos señores que tienen un control férreo y que acuden a la CCE a darle buen aspecto democrático a decisiones arbitrarias previamente diseñadas. La Confederación, vieja dama que languidece por empresarios ajenos a esos atributos que aún son santo y seña del empresariado -el riesgo,la generosidad, el talento, tantas cosas- no se merece nada de esto.