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Independencia sin Gran Canaria

Es lunes y toca hacer referencia a la pastoral dominical de El Día. Este domingo hemos descubierto una variante del movimiento independentista que don Pepito dice capitanear. Se trata de la República de Canarias sin una de sus islas, mayormente la central, de nombre Gran Canaria. “No nos importa (...) que Las Palmas se quede fuera de la futura República Canaria. Hay un procedente con la isla Mayotte del Archipiélago de las Comoras, que sigue unida a Francia pese a que las restantes se han convertido en un Estado soberano. La exclusión de Canaria, la tercera isla, traería la paz al Archipiélago. Desaparecería la ambición desmedida de unos políticos ridículos, los continuos intentos de hegemonía sobre las demás islas, la rapiña incesante y la desunión de los canarios; el arma predilecta de los españoles para perpetuar nuestro sometimiento”. No es mala la idea, no señor, sobre todo porque, según afirma a continuación el insigne editorialista, “con este arreglo, El Día dejaría de ser el portavoz de los tinerfeños y canarios que tienen vergüenza. Es decir, esa sería una forma de silenciar a nuestro periódico en la defensa de lo que le corresponde a Tenerife”. Nada teníamos hasta ahora contra esa pretensión de una Canarias independiente y republicana, pero sólo con pensar que de ese modo terminarían estos gloriosos editoriales, se nos pone la piel de gallina.

Es lunes y toca hacer referencia a la pastoral dominical de El Día. Este domingo hemos descubierto una variante del movimiento independentista que don Pepito dice capitanear. Se trata de la República de Canarias sin una de sus islas, mayormente la central, de nombre Gran Canaria. “No nos importa (...) que Las Palmas se quede fuera de la futura República Canaria. Hay un procedente con la isla Mayotte del Archipiélago de las Comoras, que sigue unida a Francia pese a que las restantes se han convertido en un Estado soberano. La exclusión de Canaria, la tercera isla, traería la paz al Archipiélago. Desaparecería la ambición desmedida de unos políticos ridículos, los continuos intentos de hegemonía sobre las demás islas, la rapiña incesante y la desunión de los canarios; el arma predilecta de los españoles para perpetuar nuestro sometimiento”. No es mala la idea, no señor, sobre todo porque, según afirma a continuación el insigne editorialista, “con este arreglo, El Día dejaría de ser el portavoz de los tinerfeños y canarios que tienen vergüenza. Es decir, esa sería una forma de silenciar a nuestro periódico en la defensa de lo que le corresponde a Tenerife”. Nada teníamos hasta ahora contra esa pretensión de una Canarias independiente y republicana, pero sólo con pensar que de ese modo terminarían estos gloriosos editoriales, se nos pone la piel de gallina.