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Malversación de miseria

Punto de partida: hay que seguir confiando en la Justicia y en las resoluciones del Tribunal Supremo de España. Sí, a pesar de la maquinación allí ensolerada y ejecutada contra Baltasar Garzón, al que algún tribunal de derechos humanos (puede que el Constitucional) acabe dando la razón para bochorno de margaritos, varelas, pregos y saavedras. Sí, confiar. A pesar de esa sucesión de sentencias favorables al ex presidente de la Audiencia Provincial de Las Palmas, al que quieren rehabilitar para que entre todos le paguemos el salario y la indemnización de cuatro años de vergüenzas (a ver si se les va a ocurrir proponerlo como magistrado emérito, para tararí y no echar gota). Sí, hay que confiar en el Tribunal Supremo a pesar de la naftalina, sus desprecios a la memoria histórica, su exaltación del espíritu nacional y su querencia a estribor. Otra cosa es que nos alarmemos y llamemos la atención del respetable y de sus señorías con el muy noble fin de que sepan que ya no son una casta intocable. Empezando por su presidente.

Punto de partida: hay que seguir confiando en la Justicia y en las resoluciones del Tribunal Supremo de España. Sí, a pesar de la maquinación allí ensolerada y ejecutada contra Baltasar Garzón, al que algún tribunal de derechos humanos (puede que el Constitucional) acabe dando la razón para bochorno de margaritos, varelas, pregos y saavedras. Sí, confiar. A pesar de esa sucesión de sentencias favorables al ex presidente de la Audiencia Provincial de Las Palmas, al que quieren rehabilitar para que entre todos le paguemos el salario y la indemnización de cuatro años de vergüenzas (a ver si se les va a ocurrir proponerlo como magistrado emérito, para tararí y no echar gota). Sí, hay que confiar en el Tribunal Supremo a pesar de la naftalina, sus desprecios a la memoria histórica, su exaltación del espíritu nacional y su querencia a estribor. Otra cosa es que nos alarmemos y llamemos la atención del respetable y de sus señorías con el muy noble fin de que sepan que ya no son una casta intocable. Empezando por su presidente.