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Melodías en la tercera planta

Da gusto pasearse ahora por el Cabildo de Gran Canaria, todo ordenadito, todo bajo un extraordinario control de accesos, de seguridad humana y espiritual, con los periodistas recluidos en el Gabinete de Prensa, lejos de los pasillos presidenciales, de la famosa Nevera (sala de reuniones anexa al salón de plenos y a los baños de los consejeros) y de cualquier tentación de enterarse de lo que se cuece de verdad. Un Cabildo feliz, con el reloj en hora, con los funcionarios encantados de acudir cada mañana (afeitaditos ellos, pintadísimas ellas) a contribuir al engrandecimiento soriano de Gran Canaria. La felicidad llega en ocasiones a tal extremo que hasta los ujieres de la tercera planta se han puesto en sintonía y han grabado en sus teléfonos móviles el himno del Partido Popular para que cuando alguien les llame recuerden (cha-chán, cha-chán, chachachachachán) que siempre hay una lucecita encendida en la primera planta. Como en el Pardo en tiempos anteriores a Lady Le.

Da gusto pasearse ahora por el Cabildo de Gran Canaria, todo ordenadito, todo bajo un extraordinario control de accesos, de seguridad humana y espiritual, con los periodistas recluidos en el Gabinete de Prensa, lejos de los pasillos presidenciales, de la famosa Nevera (sala de reuniones anexa al salón de plenos y a los baños de los consejeros) y de cualquier tentación de enterarse de lo que se cuece de verdad. Un Cabildo feliz, con el reloj en hora, con los funcionarios encantados de acudir cada mañana (afeitaditos ellos, pintadísimas ellas) a contribuir al engrandecimiento soriano de Gran Canaria. La felicidad llega en ocasiones a tal extremo que hasta los ujieres de la tercera planta se han puesto en sintonía y han grabado en sus teléfonos móviles el himno del Partido Popular para que cuando alguien les llame recuerden (cha-chán, cha-chán, chachachachachán) que siempre hay una lucecita encendida en la primera planta. Como en el Pardo en tiempos anteriores a Lady Le.