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No quieren guerra

Algunas voces arquitectónicas, que incluso han recibido algún cachetón dialéctico por opinar, sugieren que el Ayuntamiento y la Autoridad Portuaria, que tanto montan montan tanto, convoquen un concurso internacional de ideas al que concurran los afamados arquitectos internacionales y cualquiera que acabe de terminar la carrera. Tiene peligro esta fórmula tan democrática porque, según marca la tradición, ningún arquitecto de relumbrón se presta a esa fórmula. Más que nada porque en un concurso abierto no se pagan los honorarios mínimos, y no están esos consagrados para gastos superfluos. En uno por invitación sí, y eso atrae a todo el mundo, faltaría más. Y aún más para el que finalmente (o previamente, que nunca se sabe) resulta agraciado. La polémica tiene, encima, el añadido de las presiones que de aquí y de allá reciben los arquitectos para que permanezcan calladitos y a la espera.

Algunas voces arquitectónicas, que incluso han recibido algún cachetón dialéctico por opinar, sugieren que el Ayuntamiento y la Autoridad Portuaria, que tanto montan montan tanto, convoquen un concurso internacional de ideas al que concurran los afamados arquitectos internacionales y cualquiera que acabe de terminar la carrera. Tiene peligro esta fórmula tan democrática porque, según marca la tradición, ningún arquitecto de relumbrón se presta a esa fórmula. Más que nada porque en un concurso abierto no se pagan los honorarios mínimos, y no están esos consagrados para gastos superfluos. En uno por invitación sí, y eso atrae a todo el mundo, faltaría más. Y aún más para el que finalmente (o previamente, que nunca se sabe) resulta agraciado. La polémica tiene, encima, el añadido de las presiones que de aquí y de allá reciben los arquitectos para que permanezcan calladitos y a la espera.