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Saavedra, asombrado

La cosa ha llegado a las alturas porque ya se empieza a jugar con las cosas de comer. O al menos eso debe haber pensado Mario Rodríguez, el propietario de la clínica San Roque y líder de la UTE ganadora, que hace una docena de días se sentó a comer en El Cucharón con Jerónimo Saavedra, el presidente de los socialistas canarios. Allí el empresario expuso al político su preocupación por los tintes que está alcanzando la cosa y acusó abiertamente a Guedes de pretender lo imposible: una esponsorización eterna del club de lucha del Castillo del Romeral como si todo el monte fuera orégano. O así. Además, Rodríguez debió contar cosas grandiosas sobre el dúo Guedes-Macbteh porque a los demás comensales del restaurante llamó poderosamente la atención la cara de asombro que tenía Jerónimo Saavedra. Suponemos que no solamente por lo que estaba oyendo, que también, sino por el marrón que tiene el PSC en San Bartolomé gracias a las fuertes apuestas de Pilar Grande, a la que apoya con ese salero que no se puede aguantar, el mismísimo Juan Carlos Alemán.

La cosa ha llegado a las alturas porque ya se empieza a jugar con las cosas de comer. O al menos eso debe haber pensado Mario Rodríguez, el propietario de la clínica San Roque y líder de la UTE ganadora, que hace una docena de días se sentó a comer en El Cucharón con Jerónimo Saavedra, el presidente de los socialistas canarios. Allí el empresario expuso al político su preocupación por los tintes que está alcanzando la cosa y acusó abiertamente a Guedes de pretender lo imposible: una esponsorización eterna del club de lucha del Castillo del Romeral como si todo el monte fuera orégano. O así. Además, Rodríguez debió contar cosas grandiosas sobre el dúo Guedes-Macbteh porque a los demás comensales del restaurante llamó poderosamente la atención la cara de asombro que tenía Jerónimo Saavedra. Suponemos que no solamente por lo que estaba oyendo, que también, sino por el marrón que tiene el PSC en San Bartolomé gracias a las fuertes apuestas de Pilar Grande, a la que apoya con ese salero que no se puede aguantar, el mismísimo Juan Carlos Alemán.