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Soria se ofusca

Tantos kilómetros a lomo de coche oficial han conseguido que el presidente del Cabildo de Gran Canaria haya olvidado las vicisitudes que viven los conductores de a pie, embrague, freno y acelerador. Se le notó el sábado pasado, cuando conduciendo un monovolumen de color gris oscuro, plantóse en Agaete con la intención de darse una vuelta por el entierro de la sardina. En la segunda rotonda, según se va hacia Las Nieves, el insigne conductor observó un hueco donde aparcar, pero ya lo había rebasado, lo que le impedía la maniobra. Así que, ni corto ni perezoso, detuvo el coche en mitad de la rotonda y trató de dar marcha atrás. Como quiera que había cuatro coches detrás que lo imposibilitaban, Soria se apeó y, con cajas destempladas gritó “¡que le den p'atrás, coño!”, lo que alertó a los demás conductores sobre la identidad de tan fino compañero de circulación. Al final no pudo aparcar, y acabaron quitándole el sitio. Una lástima.

Tantos kilómetros a lomo de coche oficial han conseguido que el presidente del Cabildo de Gran Canaria haya olvidado las vicisitudes que viven los conductores de a pie, embrague, freno y acelerador. Se le notó el sábado pasado, cuando conduciendo un monovolumen de color gris oscuro, plantóse en Agaete con la intención de darse una vuelta por el entierro de la sardina. En la segunda rotonda, según se va hacia Las Nieves, el insigne conductor observó un hueco donde aparcar, pero ya lo había rebasado, lo que le impedía la maniobra. Así que, ni corto ni perezoso, detuvo el coche en mitad de la rotonda y trató de dar marcha atrás. Como quiera que había cuatro coches detrás que lo imposibilitaban, Soria se apeó y, con cajas destempladas gritó “¡que le den p'atrás, coño!”, lo que alertó a los demás conductores sobre la identidad de tan fino compañero de circulación. Al final no pudo aparcar, y acabaron quitándole el sitio. Una lástima.