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OPINIÓN | 'A paladas', por Antón Losada

Tercera constatación

La destitución de Mario Cáceres, disfrazada oficialmente como remodelación, es la culminación de todo un proceso lleno de descaros que ya afectaban incluso a la imagen de persona inteligente que todo el mundo tiene del consejero de Industria, Comercio y Artesanía del Cabildo, Ezequiel Ramírez. A éste llegaban no sólo las denuncias, sino el malestar de los dinamizadores y de la propia Universidad de Las Palmas, encargada de formarlos. El colmo llegó cuando se fue constatando lo de los votos para la via plateada en las elecciones a la Cámara. Un proceso, el de la Cámara, plagado de denuncias. Hubo dos impugnaciones formales, dos, retiradas oportunamente tras unas obscenas presiones más propias de la mafia siciliana que de la moderna empresa canaria. Y ahora una destitución que pone en evidencia los destinos de esos dineros públicos con los que se paga este proyecto de dinamizadores comerciales. Dineros públicos, por cierto, que provienen no sólo del Cabildo, sino también de la consejería de Hacienda, la de Adán Martín, que ya podría ir encargando una investigación de oficio sobre las elecciones a la Cámara, no ya para que él se entere de cómo ha sido todo, que lo sabe, sino para poder así dar la apariencia de que cuida con celo los procesos de los que es responsable. Y el buen uso de los dineros públicos.

La destitución de Mario Cáceres, disfrazada oficialmente como remodelación, es la culminación de todo un proceso lleno de descaros que ya afectaban incluso a la imagen de persona inteligente que todo el mundo tiene del consejero de Industria, Comercio y Artesanía del Cabildo, Ezequiel Ramírez. A éste llegaban no sólo las denuncias, sino el malestar de los dinamizadores y de la propia Universidad de Las Palmas, encargada de formarlos. El colmo llegó cuando se fue constatando lo de los votos para la via plateada en las elecciones a la Cámara. Un proceso, el de la Cámara, plagado de denuncias. Hubo dos impugnaciones formales, dos, retiradas oportunamente tras unas obscenas presiones más propias de la mafia siciliana que de la moderna empresa canaria. Y ahora una destitución que pone en evidencia los destinos de esos dineros públicos con los que se paga este proyecto de dinamizadores comerciales. Dineros públicos, por cierto, que provienen no sólo del Cabildo, sino también de la consejería de Hacienda, la de Adán Martín, que ya podría ir encargando una investigación de oficio sobre las elecciones a la Cámara, no ya para que él se entere de cómo ha sido todo, que lo sabe, sino para poder así dar la apariencia de que cuida con celo los procesos de los que es responsable. Y el buen uso de los dineros públicos.