Meletlidis (IGN): “El calor del volcán nos acompañará el resto de nuestras vidas”

La Palma Ahora

El Paso —

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El vulcanólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN) Stavros Meletlidis, en sus redes sociales, considera que el calor del último volcán de La Palma surgido en Cumbre Vieja “nos acompañará el resto de nuestras vidas”. Señala que “no nos queda otra que normalizar las temperaturas en un área que ha sufrido una erupción y respetar este entorno”.

Si la última erupción en La Palma ha cesado hace ocho meses ¿por qué seguimos viendo la incandescencia en varios puntos del cono o las altas temperaturas en las coladas de lava?, plantea Stavros Meletlidis en sus redes sociales.

“¿Qué pasa con las temperaturas después de una erupción? Lo  primero”, indica, “sería explicar qué pasa antes y durante la erupción de los magmas primarios, frescos, que suben en puntos calientes o en las dorsales”. Al efecto, expone: “El magma (roca fundida, minerales y volátiles) sube desde el manto a una temperatura de 1.400 ºC. En su viaje hacia la superficie, por diversos motivos, la temperatura cambia (bajando siempre). Así, en el momento de la erupción, podemos medir 1.100-1.200 ºC. Aunque podemos ver las lavas o las fuentes de lava como un fuego continuo, en realidad no existe tal fuego porque no hay combustión, no se está quemando nada. Es una masa plástica o fluida, continua o casi continua, de altas temperaturas que nos da esta impresión. Dicho eso, una vez terminada la erupción esperamos que las coladas o el cono generado por la erupción, bajasen a temperaturas normales, de ambiente. Pero eso no pasa, al menos en el periodo de tiempo que nosotros pensamos. En el caso de las coladas, la parte exterior ya está fría, a pocas semanas, si se trata de flujos de poco espesor”. 

“En realidad”, aclara, “la parte exterior está ya casi fría desde que se emplaza, pero el material fundido debajo de ella hace que todo el cuerpo siga a más 700ºC. En el cono, las cosas son distintas. La superficie está cubierta por material poco consolidado (cenizas, piroclastos, escorias, todo apilado) que parten de una temperatura menor, pero a pocos metros debajo de ese material, estamos a 1000ºC, y estaremos así mucho más tiempo que las coladas ¿Y por qué pasa eso? Para entender esas altas temperaturas primero tenemos que comprender el medio, el magma, que en la superficie lo llamamos lava (aunque no es lo mismo). El secreto está en la masa (como dirían en el horno), y sí, el secreto está en los minerales, tanto en los cristales como en la masa cristalina, donde flotan o crecen. Los minerales tienen la capacidad de almacenar el calor, y aunque se cristalizan y cambian, siguen manteniéndolo. Como no hay combustión, y no se pierde masa, la temperatura bajará con un enfriamiento lento. El mecanismo más importante para que se enfríe un flujo es el contacto con el aire y no la lluvia”.

En este sentido, Stavros Meletlidis apunta que “cuanto más espesor tiene un flujo y más cerca está al punto de emisión, más tiempo mantendrá las temperaturas ¿Cuánto tiempo? Pues como siempre depende del espesor, composición, distancia del punto de emisión, temperatura del emplazamiento, condiciones atmosféricas, etc. En Hawái se ha visto que para llegar a 200ºC (no a temperatura ambiente), un flujo de 4-5 metros (m) tarda unos seis meses; 1,5 años para los de 12-15 m; seis años para los de 30 m o 20 años para los de 60 m. El lago de lava del Kilauea de 1959, con un espesor de 135 m, en profundidad sigue caliente e incandescente y ha tardado 35 años para solidificarse”. 

Señala que “pasando ahora al cono, podemos ver que la temperatura en el suelo está entre 70º y 90ºC, porque se trata de un campo fumarólico de baja temperatura, más de 100ºC, ya que predomina el vapor de agua con un poco de SO2 (dióxido de azufre),  H2S (ácido sulfhídrico), CO2  (dióxido de carbono), etc., que proceden del cuerpo magmático y ‘escapan’ durante su lento enfriamiento. Pasando de estos escasos centímetros de suelo, la sorpresa viene a pocos metros de profundidad y en los puntos de los caminos que ha usado el magma para llegar a la superficie o donde ha rellenado fracturas y discontinuidades. Ahí vemos que se registran temperaturas de más de 1000ºC y como no, se aprecia la incandescencia. Habría que decir que, cuando el magma basáltico en profundidades someras o la lava en superficie baja de los 1000ºC, simplemente dejan de fluir”. 

Indica que “entonces lo que vemos en el cono es roca muy caliente pero que no tiene ninguna probabilidad de recobrar su vida (es decir, fluir) ¿Y cuánto tarda en enfriarse este material? Pues otra vez depende de la composición, la porosidad, el recorrido del magma, la geometría del cuerpo,  la temperatura de la roca encajante, el volumen de material a poca profundidad y el espesor de los ramales o diques, que desde la superficie a 10-12 km hay un entramado de ramificaciones y cuerpos magmáticos por donde sube el flujo del calor. Suponiendo que este punto representa parte de un dique de alimentación, aunque la incandescencia desaparecería después de unos meses, la parte central, bajaría a 800ºC después de varios años (si antes no cambia nada). La parte exterior de este dique ya ha bajado a 500ºC a la semana de finalización de la erupción”. 

De medidas “en el campo, análisis en laboratorios y modelos numéricos de enfriamiento de diques, un dique basáltico (que ha participado en una erupción) entre 4-5 m, necesita  más de100 años para llegar a una temperatura de 200ºC, y hablamos siempre para la parte cerca la superficie”. 

Las cosas, apunta, “cambian mucho en profundidad y como ejemplo cercano (salvando las diferencias) es el Timanfaya en Lanzarote. Han pasado casi 300 años, el cuerpo magmático está a casi 5 km de profundidad y, aun así, a 13 m de la superficie se puede medir 600ºC”. 

“Si aplicamos esto a La Palma”, añade, “entendemos que este calor nos acompañará en el resto de nuestras vidas. No nos queda otra que normalizar las temperaturas en un área que ha sufrido una erupción y respetar este entorno. Como he dicho siempre, es algo natural, normal y esperable”, concluye.