De ruta gastronómica con Luna, mi fiel amiga

Este artículo surge de manera natural y casi por necesidad y no de algo buscado premeditadamente. De hecho, la idea de viajar por el norte de España en familia pero que se sumara nuestra pequeña Luna fue de mi mujer y de mi hija: “Queremos viajar con Luna por dos motivos, el primero es para estar todos en familia y ella forma parte de la nuestra. El segundo de los motivos es que así podremos evitar que nos tengas en mesas durante horas con interminables menús degustación”. Ante semejante argumentación en este caso solo me tocó callar y aceptar que tenían razón en su planteamiento.

Organizamos el viaje en función de algunos de los destinos que la compañía aérea canaria Binter tiene hacia distintos puntos de la península. La atención y mimo con el que tratan a las mascotas es algo para destacar y en el caso de Luna, que puede viajar en cabina. El aeropuerto de llegada fue Pamplona y de ahí nos trasladamos a Ezcaray para encontrarme con la familia Paniego en el Hotel Echaurren. Disfrutamos mucho en la Terraza del Restaurante Hotel Ezcaray donde las croquetas de jamón más famosas de España, las de Doña Marisa, empezaron a caer como si no hubiera un mañana. Unos escalopines de merluza, papas bravas, hamburguesa de ternera y el flan de huevo, otros bocados que  se saborearon a mansalva. 

Dos días después fuimos a La Arboleda, otro de los locales de la familia Paniego, en este caso ubicado en medio de un gran espacio natural donde también se celebran eventos grandes. Tenían algunos platos dignos de mención como fueron la ensaladilla rusa de la casa, de esas que mojan el pan hasta dejar el plato vacío. Los desayunos en el hotel, otros de esos momentos para enmarcar. No obstante, próximamente le dedicaré un reportaje en exclusiva y con el tiempo que se merece a la familia Echaurren, porque tengo la impresión de que no estamos siendo justos del todo ante una de las grandes estirpes gastronómicas de nuestro país. Gran parte de la familia vive volcada en hacer feliz al comensal, aportando cada uno su mejor hacer. Como cabezas visibles tenemos a Francis, Marisa y Chefe, tres hermanos con un alma en el interior, el que Doña Marisa ha dejado grabado a fuego y a la que se la puede sentir en cada rincón del Hotel Echaurren.

De Ezcaray nos fuimos a Logroño para disfrutar de Dellasera, la mejor heladería de España, donde elaboran los mejores helados que he probado en mi vida. Antes realicé una parada en una de las bodegas con más magia y personalidad que haya visitado jamás, Ojuel, donde se pone de nota presente que la DO Rioja tiene pequeñas joyas ocultas que como bien dice el libro Rioja, Vinos Silenciosos, merecen altavoz. Pronto les hablaré de ellos.

Ya en Cangas de Onís, Asturias, de ensueño el paisaje que ofrece el Hotel Rural Montañas de Covadonga. Para cenar fue muy interesante la propuesta de uno de los sitios más veteranos del lugar, La Sifonería, donde ya avisan de que “aquí los platos son todos para compartir”, y ahí bailaron las croquetas surtidas con especial mención a las de espinacas, un puerro gratinado y en bechamel para enmarcar, un correcto cachopo y buen arroz con leche. 

Al día siguiente en La Madriñería, otro de los clásicos en Cangas, esta vez sí cayó un cachopo de los que uno espera degustar en Asturias y tras estar todo el día viendo vacas en los Lagos de Covadonga, pues no me pude resistir a un T-Bone a la brasa. Sitio con muy buen manejo de los fuegos y los tiempos, tremendamente recomendable.

El último día en Cangas transcurrió entre tiendas de víveres comprando joyas locales en Quesos Aquilino, “la tienda de quesos más antigua de Asturias”, donde no te permiten hacer fotos pero que les recomiendo encarecidamente que acudan, terminando en un local donde lo más destacable era su fabada asturiana, el resto casi mejor olvidarlo.

Ya con la mira puesta en la última parada del viaje, Santiago de Compostela, la primera noche consistió en caminar por el casco antiguo sin parar a comer nada en serio. El almuerzo del segundo día en el Restaurante LUME by Lucía Freitas. Ubicado en el lateral del Mercado de Abastos de Santiago, la afamada cocinera gallega, que también posee A Tafona (1 Estrella Michelin) a escasos metros de este local, ha creado en LUME ese punto de encuentro con el que nació todo, una comida divertida, llena de producto local con guiños a las raíces pero no exenta de creatividad. Sin duda alguna está llamado a convertirse en uno de los restaurantes más destacado de la ciudad, si no lo es ya, tanto por la calidad como por los precios que ahí se manejan. Créanme si les digo que para mí sería un sitio imprescindible de visitar casi mensualmente si viviera en la zona. Pronto les hablaré en profundidad de su propuesta gastronómica, tanto en menú degustación como en platos de carta para compartir, como ejemplo, una de las mejores ensaladillas que me he comido en este año.

En una pequeña escapada a las Rías Baixas, que por lo poco que vi ya me marcó para ponerlo en el objetivo de unos días de descanso inmerso en ellas, gracias al consejo de unos amigos canarios que nos encontramos en Santiago, fuimos directamente a la Marisquería Asolaina, en O Grove. Y no pudo ser más acertada la recomendación, porque benditos percebes (los mejores que me he comido nunca), camarones, lapas y un arroz con bogavante de esos que quitan el sentido.

Al día siguiente aproveché para visitar uno de los restaurantes favoritos de Lucía, Fogar do Santiso en Teo. Tras comer ahí entiendo a Lucía y también se convierte en uno de esos sitios a los que repetiría sin parar en cualquier visita a Santiago o alrededores. El enclave en forma de merendero, el producto que ofrecen de su propia huerta, la amabilidad del servicio, el cariño con el que reciben a las mascotas o el espacio para que los más pequeños jueguen y aprendan lo transforman en uno de esos espacios donde todo conjuga en un momento inolvidable.

Ya de vuelta a la zona de Santiago, el Bar La Tita es otro de esos sitios que Lucía insistió en que no podía dejar de visitar y si ella manda, yo obedezco. Su famoso pincho de tortilla que regalan como tapa con la caña de rigor da pie a una carta de cocina casera y precios imbatibles que ya me está llamando para el día en el que llegue como peregrino a esta mágica ciudad que es Santiago de Compostela. El trabajo de Carlos Suárez y su equipo es digno de elogio por la profesionalidad, cariño y también altas dosis de paciencia que tienen ante los centenares de personas que día a día pasan por sus mesas.

Imperdonable no terminar este recorrido recomendándoles la Empanada Viajera de Pablo Pizarro, que tanto en Santiago como en A Coruña tienen a disposición de todos aquellos que quieran probar otras variedades de la clásica empanada gallega con mucha cocina y potencia dentro. Lo único malo, es que tras probarlas ya no quieres otras y por ahora no llegan a Canarias.

En resumen, viajar en familia y con nuestra mascota Luna ha sido todo una gozada gracias a las facilidades de Binter y el cariño y respeto que en el norte de la península tienen con los “peludos” de la casa. No les voy a mentir si les digo que sentí envidia a la vez que una pequeña tristeza por ver como en Canarias aún andamos tremendamente lejos de este punto Pet Friendly en la restauración y creo que es algo donde los hosteleros están perdiendo un posible nicho interesante de clientes. Si conocen sitios o ustedes son propietarios de locales de hostelería donde “nuestros pequeños amigos” sean bienvenidos, por favor, hágannoslo saber dirigiéndose a nuestras redes sociales en Instagram, Twitter o Facebook en los nicks @javiers_gastro o @porfogones.