Aunque está a punto de terminar el mes de mayo, Eurovisión 2025 sigue alargando su eco tras una de sus ediciones más controvertidas dentro y fuera de nuestras fronteras. Y es que al impacto político que ha tenido esta vez, a causa de la polémica participación de Israel, se suma el terremoto mediático local que se ha generado por la reaparición de Melody y sus críticas hacia RTVE. Una situación de la que nadie ha salido favorecido, y que deja en el aire una pregunta clave sobre el futuro de la marca eurovisiva en nuestro país: ¿Y ahora, qué?
Hace unos días, antes de que la representante española se sentase delante de los medios de comunicación para hacer balance de su experiencia en el festival, desde verTele ya explicamos que Melody cometería un error si decidía escudarse en cualquier condicionante extramusical para no afrontar una realidad: que Esa Diva no gustó en Europa (como otras muchas antes, y no pasa nada). Y aunque la artista sevillana no verbalizó -de momento- el argumento de que la postura de RTVE sobre Israel perjudicó su resultado, lo cierto es que la falta de autocrítica en su discurso tras quedar 24ª en el certamen y sus señalamientos a la cadena no la han dejado precisamente en buen lugar.
Como analizamos al recoger sus palabras ante la prensa este lunes, la cantante apuntó a todos: a David Broncano y al equipo de La Revuelta por hacer humor tras darles plantón, pidiendo unas disculpas por su parte; a Sonsoles Ónega y otros magacines por cómo abordaron su parón tras el festival; y lo más relevante: a los responsables de RTVE en general y a los equipos de dirección artística, escenografía, realización y un largo etcétera en particular al afirmar que ella habría hecho “algo más potente” en su actuación de Eurovisión.
En su libertad personal e individual, Melody prefirió no responder a ninguna pregunta relativa a Israel, afirmando que “por contrato” tenía prohibido hacerlo y englobando en “política” toda defensa de los derechos humanos, aunque a posteriori RTVE desmintió que existiese tal cláusula censora. Misma libertad con la que dejó la conclusión firme de que su trabajo fue brillante (algo que nadie en España duda), pero que la cadena pública no le permitió quedar mejor, o al menos a su gusto. Que “no la dejaron ser ella”, y deslizando que siendo ella habría tenido un resultado más positivo.
A pesar de la tensión evidente que se creó en los estudios de RTVE en Prado del Rey por las palabras de la representante, tanto la artista como la cadena aseguraron que no había “drama”. De hecho, la jefa de delegación Ana María Bordas solo tuvo buenas palabras para Melody, y únicamente calificó de “decepcionante” el resultado -un puesto 24 de 26- porque no era acorde a su calidad vocal y lo mostrado sobre el escenario. Sin embargo, a todos se les pasó reparar en el verdadero motivo del tropiezo, la elección de la canción, y realizar a nivel público una autocrítica que es necesaria si queremos cambiar nuestro rumbo en Eurovisión.
¿Y ahora, qué?
Aceptando y comprendiendo que tanto Melody como RTVE pueden quedarse satisfechas por firmar en Basilea 2025 una actuación que gustó dentro de nuestras fronteras, como demuestra que todos aquí hayan calificado de “injusta” su posición final en la clasificación del festival, a la cadena no le beneficia perder el foco de lo verdaderamente significativo: que su candidatura ha vuelto a firmar un nuevo 'bottom' en Eurovisión.
En verano de 2021, tras el tropiezo de Blas Cantó en Rotterdam (un puesto 24), la RTVE de José Manuel Pérez Tornero apostó por intentar revertir sus malos resultados en el festival recuperando el histórico Festival de Benidorm como nueva preselección patria, y a su vez un escaparate de referencia para la música española. Tras cuatro ediciones del Benidorm Fest, lo cierto es que esta ambiciosa inversión ha dado muchas cosas positivas al canal, como reforzar el interés del público por la cita eurovisiva, pero ahora mismo está lejos de ser un verdadero revulsivo en nuestra trayectoria europea.
Repasando nuestra historia reciente en Eurovisión, acotándola a los últimos diez años, España ha quedado 21ª (Edurne), 22ª (Barei), 26ª (Manel Navarro), 23ª (Amaia y Alfred), 22ª (Miki Núñez), 24ª (Blas Cantó), 3ª (Chanel), 17ª (Blanca Paloma), 22ª (Nebulossa) y 24ª (Melody). Un cúmulo de malos resultados de los que sólo salimos con SloMo y medianamente con EaEa, que sí compitió en la clasificación de jurados pero fue hundida en el televoto.
Es decir, que el Benidorm Fest sí fue revulsivo en 2022 con Chanel, pero tras ese oasis las propuestas llevadas por RTVE al certamen europeo han seguido vagando por la parte baja de la clasificación por un motivo tan triste como cierto: no han sido competitivas en Europa. Y esa es una realidad que no se puede ignorar, y que debe derivar en cambios profundos en la configuración, e incluso concepción, del Benidorm Fest como plataforma eurovisiva.
RTVE, ante su gran reto con el Benidorm Fest y Eurovisión
Melody nos ha representado en Basilea 2025 porque así lo votó el público en febrero. Sin embargo, que la artista fuese la más reconocible del cartel para el espectador medio, y que las propuestas competitivas no fuesen mayoría en la selección de toda una cuarta edición, no es responsabilidad de quien votó, sino consecuencia de que la marca Benidorm Fest no está evolucionando en el sentido que se esperaba.
El pasado 3 de febrero, días después de la final, en verTele ya analizamos por qué la victoria de Melody cambiaba el rumbo del Benidorm Fest, sentando precedente para bien y para mal. Por un lado, el anuncio prematuro por parte de la cantante de que iba a modificar significativamente su propuesta, como ha acabado pasando, contradecía una 'norma' que RTVE había seguido las ediciones previas, donde había apostado por 'packs' cerrados. Por otro, elegir a la artista de mayor renombre del cartel, cuando su canción no era la más competitiva y su candidatura podía suponer un paso atrás en muchos aspectos, tampoco parecía una idea que pudiese hacer evolucionar al certamen para bien.
Efectivamente, que Esa Diva haya supuesto un nuevo tropiezo de España en Eurovisión, el tercero consecutivo salido del Benidorm Fest, no ayuda a la marca. Tampoco lo hace que haya habido polémica en el seno del comité de selección de las canciones, fructificada en la salida de Rayden como asesor. Ni que la tensión con Melody haya acabado por estallar en público con una rueda de prensa crítica con RTVE en sus propias instalaciones, mientras se rumorea que la artista negocia con Telecinco para sentarse en De Viernes.
Así las cosas, parece evidente que la Corporación presidida por José Pablo López tiene por delante el reto mayúsculo de dar una vuelta a su propio festival de cara a la quinta edición de 2026, con el objetivo de volver a ganarse la confianza del público y sobre todo de la industria musical y de los artistas. Y eso pasa por realizar una profunda reflexión interna que derive en cambios importantes.
El primero debería ser en el comité de selección de las canciones, puesto que la elección de buenos temas sigue siendo la gran asignatura pendiente del certamen. Y después en sus propias bases, convirtiéndose en una plataforma realmente atractiva para posibles participantes.
No se puede ignorar que la toxicidad que rodea al Benidorm Fest, con una base fan pasional hasta el exceso, puede ahuyentar a artistas de renombre a someterse a un escaparate así, como RTVE ha puesto de manifiesto en varias ocasiones. Tampoco se debe esconder que no es el único motivo por el que cabezas de cartel no tienen en sus planes ir a un certamen con unas cláusulas de enorme compromiso para cantantes y grupos que no están empezando en la música, y que no pueden dedicar medio año de sus carreras a un solo proyecto.
No se trata de intentar llenar la selección de cantantes famosos que vayan al festival de RTVE a cumplir, sin mayor motivación que cantar en dos galas de prime time. Se trata de que todo tipo de artistas, y no solo los que no tienen nada que perder, vean el certamen como un escenario realmente interesante en el que presentar sus mejores canciones y abrir su abanico de oyentes. En definitiva, en que lo identifiquen como una buena oportunidad, y no una competición que pueda marcarles en lo negativo por un puesto clasificatorio o la enésima polémica eurofan.
Quizás puede ser buen momento para retomar ese eterno debate de si RTVE debería hacer como la RAI con Sanremo y desvincular la victoria de la obligatoriedad de representar a España en Eurovisión, dado que las decisiones de la UER respecto a su propio certamen -y su inacción ante Israel- lo han dejado manchado. Con solo cuatro o cinco años de trayectoria es absurdo exigir a nuestra cadena pública los resultados de un festival local que tiene más historia que el propio europeo. Sin embargo, la cita italiana sí puede ser un buen espejo en el que mirarse para que nuestro reflejo pueda parecerse más a él que a una preselección eurovisiva con brillo e inversión, pero sin resultados.