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Callar en Canarias; hablar en Bruselas

Menuda lección la que acaba de dar esta semana a las instituciones canarias el Parlamento Europeo, esa pesada maquinaria que ya integra las complejas realidades de veinticinco países. Ya hizo el ridículo el Archipiélago cuando ante un órgano de la Comisión se personaron nada menos que Arnáiz y Luzardo para defender aquel disparate de La Gran Marina, hoy felizmente conocido y reconducido como frente marítimo de Las Palmas de Gran Canaria. Esta semana tocó el turno a Granadilla, otro vergonzante proyecto que los canarios pretendemos que nos paguen los europeos en su conjunto. Los colectivos ciudadanos que se oponen al asunto no consiguieron que las 56.000 firmas recogidas sirvieran para tramitar una iniciativa parlamentaria en las Islas, y que se les escuchara en sede parlamentaria. En Bruselas, sin embargo, pudieron hablar. Y de lo lindo.

Menuda lección la que acaba de dar esta semana a las instituciones canarias el Parlamento Europeo, esa pesada maquinaria que ya integra las complejas realidades de veinticinco países. Ya hizo el ridículo el Archipiélago cuando ante un órgano de la Comisión se personaron nada menos que Arnáiz y Luzardo para defender aquel disparate de La Gran Marina, hoy felizmente conocido y reconducido como frente marítimo de Las Palmas de Gran Canaria. Esta semana tocó el turno a Granadilla, otro vergonzante proyecto que los canarios pretendemos que nos paguen los europeos en su conjunto. Los colectivos ciudadanos que se oponen al asunto no consiguieron que las 56.000 firmas recogidas sirvieran para tramitar una iniciativa parlamentaria en las Islas, y que se les escuchara en sede parlamentaria. En Bruselas, sin embargo, pudieron hablar. Y de lo lindo.