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Esperan la caída de Rubalcaba

Como en política nada es eterno ni mucho menos estricto, los sectores críticos a José Miguel Pérez han visto en esta nueva posición de autoridad una razón más para debilitarlo y tratar de acelerar los cambios. Creen que es una pose y no una decisión sólida, lo que el secretario general desmiente drásticamente cada vez que se le pregunta. Los críticos y los rebeldes que han desoído la instrucción y sufren en estos momentos los efectos de la expulsión, hacen sus cálculos porque sostienen que el tiempo pasará y con él habrá cambios en la cúpula del partido: caerá Rubalcaba antes de 2015 y, con él, se marchará también José Miguel Pérez, lo que a su juicio dará lugar a una nueva dirección que anule los expedientes y haga regresar al rebaño a todas las ovejas descarriadas. Y alguna promesa parecen haber recibido de los que se postulan para el relevo, como si todo estuviera atado y bien atado desde ahora hasta entonces. Olvidan nombres de insignes socialistas que echaron un pulso y lo perdieron, y jamás pudieron regresar. Pero sobre todo olvidan que para que lo que pretenden pueda alcanzarse habrá que tener un mínimo de poder institucional, y desde luego pactando con el Partido Popular en algunos sitios es imposible poder asegurar que eso ocurra. De momento, el cataclismo da lugar a la calma, y con la calma se recomponen las fuerzas con las que cuenta cada cual. Los rebeldes del PSOE no den su brazo a torcer, pero por otro lado no se confirma el traumático cisma que vaticinaban en la isla: hasta el viernes no se había producido ninguna baja en Braña Alta, a pesar que desde ese municipio, epicentro intelectual de la moción de censura en el Cabildo, las habían anunciado por decenas. Del lado de Coalición Canaria, los efectos también empiezan a hacerse evidentes, aunque menos aventados: la jugada ha salido mal a Antonio Castro, que ha perdido comba en la organización regional a costa del fortalecimiento del secretario general palmero, el consejero Juan Ramón Hernández. Pero habrá que seguir esperando.

Como en política nada es eterno ni mucho menos estricto, los sectores críticos a José Miguel Pérez han visto en esta nueva posición de autoridad una razón más para debilitarlo y tratar de acelerar los cambios. Creen que es una pose y no una decisión sólida, lo que el secretario general desmiente drásticamente cada vez que se le pregunta. Los críticos y los rebeldes que han desoído la instrucción y sufren en estos momentos los efectos de la expulsión, hacen sus cálculos porque sostienen que el tiempo pasará y con él habrá cambios en la cúpula del partido: caerá Rubalcaba antes de 2015 y, con él, se marchará también José Miguel Pérez, lo que a su juicio dará lugar a una nueva dirección que anule los expedientes y haga regresar al rebaño a todas las ovejas descarriadas. Y alguna promesa parecen haber recibido de los que se postulan para el relevo, como si todo estuviera atado y bien atado desde ahora hasta entonces. Olvidan nombres de insignes socialistas que echaron un pulso y lo perdieron, y jamás pudieron regresar. Pero sobre todo olvidan que para que lo que pretenden pueda alcanzarse habrá que tener un mínimo de poder institucional, y desde luego pactando con el Partido Popular en algunos sitios es imposible poder asegurar que eso ocurra. De momento, el cataclismo da lugar a la calma, y con la calma se recomponen las fuerzas con las que cuenta cada cual. Los rebeldes del PSOE no den su brazo a torcer, pero por otro lado no se confirma el traumático cisma que vaticinaban en la isla: hasta el viernes no se había producido ninguna baja en Braña Alta, a pesar que desde ese municipio, epicentro intelectual de la moción de censura en el Cabildo, las habían anunciado por decenas. Del lado de Coalición Canaria, los efectos también empiezan a hacerse evidentes, aunque menos aventados: la jugada ha salido mal a Antonio Castro, que ha perdido comba en la organización regional a costa del fortalecimiento del secretario general palmero, el consejero Juan Ramón Hernández. Pero habrá que seguir esperando.