Pero, hombre, que enseñe los recibos

Lo del periodista liberalote Victor Rodríguez Gago, una de nuestras más recientes musas, es dificil de entender. Que este periódico informe de las cosas y las casas de su jefe, José Manuel Soria, y el tal Rodríguez responda con una colección de insultos es incalificable. Nosotros hemos dicho que Soria, su superjefe, no pagó el alquiler de su casa, y bastaría con enseñar los recibos verdaderos para que rectifiquemos. Sólo queremos informar, que para eso estamos. Que entendamos que es noticia un aspecto muy concreto de la vida particular de su jefe, cosa que a muchos no nos gusta airear, se debe responder de otra manera. Por ejemplo, no nos gustaría que nos respondiera alguien con un improperio si sostenemos que la cimentación de la nueva casa del presidente del PP canario la ha realizado la misma empresa que cimenta la Casa Palacio del Cabildo Insular. Y esa coincidencia en una democracia madura es noticia, y al tal Rodríguez no le debiera inquietar, salvo que ya no sepa dónde esconderse en algún pliegue de las faldas del pequeño talibán de sacristía al que ahora también rinde cuentas. Entre cilicio y cilicio.

Lo del periodista liberalote Victor Rodríguez Gago, una de nuestras más recientes musas, es dificil de entender. Que este periódico informe de las cosas y las casas de su jefe, José Manuel Soria, y el tal Rodríguez responda con una colección de insultos es incalificable. Nosotros hemos dicho que Soria, su superjefe, no pagó el alquiler de su casa, y bastaría con enseñar los recibos verdaderos para que rectifiquemos. Sólo queremos informar, que para eso estamos. Que entendamos que es noticia un aspecto muy concreto de la vida particular de su jefe, cosa que a muchos no nos gusta airear, se debe responder de otra manera. Por ejemplo, no nos gustaría que nos respondiera alguien con un improperio si sostenemos que la cimentación de la nueva casa del presidente del PP canario la ha realizado la misma empresa que cimenta la Casa Palacio del Cabildo Insular. Y esa coincidencia en una democracia madura es noticia, y al tal Rodríguez no le debiera inquietar, salvo que ya no sepa dónde esconderse en algún pliegue de las faldas del pequeño talibán de sacristía al que ahora también rinde cuentas. Entre cilicio y cilicio.