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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

La independencia y los hidroaviones

La mutación genética que al menos en siete personas se ha detectado con procedencia peninsular no debe estar detrás de las obsesiones persecutorias de don José Rodríguez Ramírez, más conocido como don Pepito, para atacar al presidente del Gobierno, Paulino Rivero, y su esposa, Ángela Mena, a la que abiertamente llama goda con el desprecio que todos los canarios sabemos que se aplica a esa palabra. A Rodríguez Ramírez le obsesiona ese matrimonio por apreciar en sus miembros todos los males que acucian al archipiélago, empezando por la profunda crisis que viven los medios de comunicación, incluido El Día, que la pasada semana ofreció a sus trabajadores una rebaja del 20% de salarios a cambio de mantener los empleos que no se han visto afectados por la sucesivas reducciones de plantilla. Don Pepito nunca perdonará a Rivero que no lo trate como una reina, que le inyecte capital constantemente y le otorgue frecuencias de radio con las que fortalecer el que él mismo llama el primer grupo mediático de las Islas. En su editorial de este domingo, don Pepito responsabilizaba a Rivero de los incendios porque, a su entender, con la independencia no solo desaparecerían los pirómanos, sino que cada canario tendría un hidroavión aparcado en su garaje, lo que garantizaría la eficacia de las tareas de extinción. Suponemos que de esa dotación anti-incendios, don José excluirá a los grancanarios, a los que acusa de ir en ferry a la provincia de Santa Cruz de Tenerife a prender fuego al monte para dejarlo hecho “un secarral”, definición que a su juicio describe a la isla de Gran Canaria. Ni siquiera en avión, como los más famosos terroristas, sino en ferry, lo que todavía devalúa más la acción criminal.

La mutación genética que al menos en siete personas se ha detectado con procedencia peninsular no debe estar detrás de las obsesiones persecutorias de don José Rodríguez Ramírez, más conocido como don Pepito, para atacar al presidente del Gobierno, Paulino Rivero, y su esposa, Ángela Mena, a la que abiertamente llama goda con el desprecio que todos los canarios sabemos que se aplica a esa palabra. A Rodríguez Ramírez le obsesiona ese matrimonio por apreciar en sus miembros todos los males que acucian al archipiélago, empezando por la profunda crisis que viven los medios de comunicación, incluido El Día, que la pasada semana ofreció a sus trabajadores una rebaja del 20% de salarios a cambio de mantener los empleos que no se han visto afectados por la sucesivas reducciones de plantilla. Don Pepito nunca perdonará a Rivero que no lo trate como una reina, que le inyecte capital constantemente y le otorgue frecuencias de radio con las que fortalecer el que él mismo llama el primer grupo mediático de las Islas. En su editorial de este domingo, don Pepito responsabilizaba a Rivero de los incendios porque, a su entender, con la independencia no solo desaparecerían los pirómanos, sino que cada canario tendría un hidroavión aparcado en su garaje, lo que garantizaría la eficacia de las tareas de extinción. Suponemos que de esa dotación anti-incendios, don José excluirá a los grancanarios, a los que acusa de ir en ferry a la provincia de Santa Cruz de Tenerife a prender fuego al monte para dejarlo hecho “un secarral”, definición que a su juicio describe a la isla de Gran Canaria. Ni siquiera en avión, como los más famosos terroristas, sino en ferry, lo que todavía devalúa más la acción criminal.