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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

¿Éxodo en La Palma? Todos conocen a alguien que ha emigrado tras la erupción

Toni Ferrera

Los Llanos de Aridane —

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En la isla de La Palma comienza a pesar el mes y medio de erupción volcánica. El clima en las calles se ha entristecido, las hojas de los árboles continúan acumulando ceniza y los bares muestran un silencio sepulcral. Las calles están grises. Las caras también. Stefan, un alemán con más de 20 años en Todoque, ha perdido su casa y su finca. Cuando escucha la palabra “ayudas” sonríe, pero de forma irónica, como si hubiera asumido que ya no llegarán. “¿Sabes lo que pasó en Alemania en verano con las inundaciones? Poco después hubo elecciones generales, y la gente no tiene nada. Ni un fisco [canarismo que significa pequeña cantidad de algo] de ayuda. Nada”. Este vecino germano cuenta que ya tiene sus raíces en la isla, que en Alemania sería un extranjero, pero no todos piensan como él. El miedo a un posible éxodo poblacional ya ha llegado a los municipios afectados, sobre todo al saber que aún se desconoce cuándo dejará de escupir material esa montaña de fuego que se ha formado en Cabeza de Vaca, en la ladera de Cumbre Vieja.

“No es generalizado, pero sí se están dando casos de personas mayores que vivían aquí y sus hijos en Gran Canaria o Tenerife que se han ido con ellos y ya nos han dicho que no volverán. Que la indemnización la van a cobrar, pero no quieren regresar. Ni siquiera a la isla”, cuenta Candelaria Delgado, directora del Colegio de Trabajo Social de Santa Cruz de Tenerife. Esta especialista coordina el grupo de 15 trabajadoras sociales encargado de la atención de los palmeros afectados por las coladas de lava. Explica que esta se trata de una catástrofe diferente a cualquier otra. No es un incendio, ni un ciclón tropical, ni una riada. Los vecinos aquí están perdiendo su arraigo, su “sentido de pertenencia” al ver sepultado el barrio en el que crecieron.

“Normalmente, cuando se produce un desastre natural se puede edificar sobre el mismo sitio. Pero en este caso no, estamos hablando de una situación de desarraigo, has perdido tu identidad, tu núcleo de convivencia, tu pueblo. Hay gente muy luchadora que quiere seguir echando para adelante. Y otros que dicen que no”, concluye Delgado.

El volcán parece empeñado en comunicarle a la isla su intención de quedarse aquí durante mucho más tiempo. El pasado jueves el Instituto Geográfico Nacional (IGN) detectó en la estación sísmica más cercana a la fisura eruptiva una leve deformación vertical del terreno, lo que podría indicar que aún queda mucho material por salir. La emisión de dióxido de azufre (SO2), después de unos días decreciendo, ha sufrido un repunte hasta alcanzar las 29.400 toneladas diarias. Solo cuando el SO2 expulsado esté en torno a 100 toneladas diarias se podrá hablar del final de la actividad volcánica. Mientras, habrá que esperar. Y muchos palmeros ya se están cansando de hacerlo.

El shock inicial ha dado paso a una etapa de duelo generalizado, la aceptación de que la reconstrucción llegará, pero tarde, principalmente para los mayores y jubilados. El consejero de Obras Públicas de Canarias, Sebastián Franquis, dijo este jueves que hasta dentro de cuatro años difícilmente se podrá hacer algo más allá de realojar a quienes se han quedado sin su única vivienda y transmitir las dotaciones económicas excepcionales.

Hace tres semanas, Carmen y Pedro contaban con una tienda en Camino de Cruz Chica, en el centro de La Laguna. Estaban retirando todos los muebles y vendiendo sus últimos productos porque el río de rocas a mil grados se había encaprichado en arrasar terreno virgen y dirigirse a su establecimiento. Hoy esa tienda ya no está, y esta pareja de sexagenarios ya anunciaba que se marcharían a Tenerife, donde cuentan con un almacén para recrear su negocio.

“Me temo que esto es inevitable, sobre todo por la falta de trabajo. Mucha gente se ha quedado sin nada. Conozco amigos que vivían de su finca de plátanos o de su viña, esta gente, ¿qué van a hacer aquí? Es una pena que esto pase porque ahora mismo Los Llanos de Aridane estaba en un buen momento. Tanto poblacional como económico… Esto ha sido un paso atrás. Nos ponemos en el 49 otra vez”, señala Miguel Santiago, responsable del archivo del Ayuntamiento.

Santiago repasa desde su despacho las similitudes entre el volcán de San Juan de 1949, que se produjo 15 kilómetros más al sur que el de ahora, y este. Va mostrando los titulares de la época, las fotos de las primeras personas evacuadas, incluso el cómo se solicitaban las ayudas económicas. Los damnificados eran muy pobres y vivían en casas de piedra. Utilizaban su huella dactilar para identificarse, ya que no sabían leer ni escribir. “Según la documentación que hay aquí, es verdad que se buscaron nuevas viviendas, además en el mismo sitio, lo dice: en la zona quemada por la lava. Pero aún hay mucho que estudiar. Hay gente que sigue viva y que sufrió esa erupción”.

Uno de los expertos que más ha analizado las consecuencias del volcán de San Juan es Salvador González, doctor en Historia que ha escudriñado al milímetro qué pasó en los municipios dañados. Santiago adelanta que no se produjo ningún éxodo poblacional, sino que los cerca de 800 residentes que tuvieron que salir corriendo de sus casas de Las Manchas, barrio que pertenece a los municipios de El Paso y Los Llanos, se afincaron en el centro de este último. González, por su parte, aporta un par de claves más: las inversiones del Estado y la emigración fueron “los puntales sobre los que se cimentó el desarrollo económico” desde los años cincuenta del siglo pasado.

Por un lado, las autoridades palmeras contaron con el apoyo de Blas Pérez González, el ministro de la Gobernación de la dictadura franquista, “quien desde su nombramiento en el año 1942 había ejercido una notable influencia sobre la vida política de las Islas”. Este jurista palmero asumió directamente la gestión de la crisis volcánica: mandó buques de guerra para que patrullaran las costas, reforzó la presencia de la Guardia Civil y trasladó una unidad de vulcanólogos a la isla. Pero su presencia se notó mucho más tras la erupción.

“Durante los años cincuenta, sesenta y setenta, llegó a la isla una lluvia de millones que, conjuntamente con los ahorros logrados por los emigrantes retornados de Venezuela, expandió la superficie platanera de la isla hasta superar las 3.000 hectáreas en los años 1980”. En 1949, el terreno dedicado al cultivo del plátano en Los Llanos de Aridane era inferior a 500 hectáreas. Actualmente el dato se ha estabilizado en torno a 1.400. “Esta etapa de esfuerzo y progreso económico, que se inició con la erupción del volcán de San Juan, es con la que está acabando el volcán, todavía sin nombre, que ruge a estas horas”, subraya el historiador González.

José León García, doctor en Geografía Humana, escribió el libro La población en el Valle de Aridane en La Palma, publicado en 1983. En una conversación telefónica, García adelanta que también conoce casos de familias y particulares que se están marchando de la isla. Y recuerda su trabajo, en el que narra cómo creció esta comarca en la década de los 50. “La construcción de pequeñas presas para almacenar el agua que sobra en el invierno, de galerías y pozos multiplicó el caudal disponible, y el regadío desbordó los límites del pasado. En este cambio tuvieron enorme importancia los capitales de la emigración y los créditos de los institutos agrarios, que pararon principalmente en los pequeños y medianos propietarios”. El saldo migratorio en Los Llanos en la década de los 50 fue de +664, la cifra más alta registrada hasta entonces.

Las previsiones para los próximos diez años no son tan halagüeñas. Los Llanos ha perdido un pueblo entero, Todoque, y otro está muy dañado, La Laguna. En ambos vivían cerca de 3000 personas. “Yo creo que vamos a perder habitantes”, lamenta Miguel Santiago. “El destrozo ha sido mayor. Hay mucha población extranjera en esa zona, en esos barrios. Gente jubilada que se compraba su terreno y hacía su casa y vivía ahí lo que le quedaba de vida. Esa gente no va a volver. Yo no lo veo”. Según datos del Instituto Canario de Estadística (ISTAC), en Los Llanos viven 4.714 extranjeros, un 20,1% del total.

Salvador González, por su parte, cree que el Estado debe estar detrás de los palmeros todo este tiempo, invirtiendo y reconstruyendo la zona con dinero público. De lo contrario, “se va a producir una marcha masiva de población”. La mayoría no ha visto con buenos ojos las primeras partidas de ayudas, como los 20 millones para el sector agrícola (consideran que es “muy insuficiente”) o los 30.000 euros por casa afectada, aunque esta última es compatible con otras ayudas.

“Los principales motores económicos de la comarca [plátano y turismo] han sido seriamente dañados, y eso va a repercutir en una caída del consumo que afectará a los establecimientos comerciales. Además, el traslado poblacional conllevará la marcha de empleados públicos [policías, sanitarios, docentes, administrativos…] que ya no serán necesarios”, apostilla González.