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Ánimo, Pedrero

Mucho hablar pero poco trabajar. El consejero nacionalista (y olé) en el Cabildo de Gran Canaria Rafael Pedrero debe haber acabado agotado de tanto trabajo durante el mandato que expiró en mayo. Será por eso -entendemos- que no da un palo al agua y, por no leerse, no se lee ni los informes, los órdenes del día y los papeles de las comisiones donde representa a su grupo político. Nacido para mandar, que se dice, y no para estar en la oposición. Así, es natural que el hombre tenga momentos gloriosos como el de apoyar al PP en la primera corruptela conocida en el Cabildo, la de ocultar un informe para poder adjudicar un contrato al yerno de Pepe Jiménez, consejero de Aguas. Jiménez es ingeniero de Caminos, igual que su yerno, y mandamás del histórico Servicio Hidráulico, hoy Consejo Insular de Aguas, el que Pedrero dirigió encantado de conocerse hasta el otro día. Un periodo de gestión que pasará a la historia de la política hidráulica de Gran Canaria, y no precisamente por su brillantez.

Mucho hablar pero poco trabajar. El consejero nacionalista (y olé) en el Cabildo de Gran Canaria Rafael Pedrero debe haber acabado agotado de tanto trabajo durante el mandato que expiró en mayo. Será por eso -entendemos- que no da un palo al agua y, por no leerse, no se lee ni los informes, los órdenes del día y los papeles de las comisiones donde representa a su grupo político. Nacido para mandar, que se dice, y no para estar en la oposición. Así, es natural que el hombre tenga momentos gloriosos como el de apoyar al PP en la primera corruptela conocida en el Cabildo, la de ocultar un informe para poder adjudicar un contrato al yerno de Pepe Jiménez, consejero de Aguas. Jiménez es ingeniero de Caminos, igual que su yerno, y mandamás del histórico Servicio Hidráulico, hoy Consejo Insular de Aguas, el que Pedrero dirigió encantado de conocerse hasta el otro día. Un periodo de gestión que pasará a la historia de la política hidráulica de Gran Canaria, y no precisamente por su brillantez.