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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

No es Colón, es RIU

La patronal turística de la provincia de Las Palmas ha quedado retratada por completo. Prefiere apoyar a la cadena mallorquina RIU antes que a las instituciones canarias, antes que la protección del Oasis de Maspalomas y antes que a la principal empresa del sector de Canarias, el Grupo Lopesan. Lo viene demostrando desde hace tiempo en un alarde de papanatismo isleño que se evidencia, para desgracia de nuestra clase empresarial, en el encandilamiento que sufren sus dirigentes ante el indiscutible poder político y económico que viene de fuera. No es preciso ponerse del lado de Lopesan para deplorar esa actitud. Basta con ponerse del lado de los hechos y de lo razonable. Porque parece más que razonable que un sector turístico históricamente vilipendiado por su voraz devastación del territorio y de los valores propios de las islas al menos se digne a ser neutral en un asunto tan delicado como el de la recuperación para el uso público del Oasis de Maspalomas, donde RIU pretende levantar un hotel a su muy particular modo. La Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo y su Asociación de Empresarios Hoteleros de Gran Canaria se decantaron de inmediato por los mallorquines sin ni siquiera sopesar la posibilidad de encontrar una vía alternativa al disparate hotelero que se quiere erigir en ese lugar y sin poner sobre la mesa el abanico de matices que tiene esa pieza de suelo, desde una sentencia del Supremo hasta una más que discutible valoración de la edificabilidad, por no mentar el biombo que quedaría allí para vergüenza de todos menos de ellos mismos. Sus directivos ?Fernando Fraile y José María Mañaricúa- no han tenido el menor recato en hacer manifestaciones públicas incluso contra el expediente de Bien de Interés Cultural promovido por el Cabildo de Gran Canaria, el mismo que les defiende en su cruzada contra la ley autonómica que limita la construcción de hoteles de cuatro estrellas en la isla y el mismo que está obligado al menos a palparse las ropas antes de tirar por el camino de en medio en este asunto tan delicado del Oasis. Un Cabildo ?hay que recordarlo- que ha esgrimido para avalar su posición informes independientes bastante contundentes que al menos les debía hacer recapacitar (Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Casa de Colón, Docomomo, Ministerio de Cultura?). Les ha dado igual y han reducido su escuálido argumentario a la burla al paso de Colón por el lugar del crimen, como si ese fuera realmente el bollo del cogollo del meollo y no su injustificable defensa de la cadena mallorquina por encima de cualquier otra consideración.

La patronal turística de la provincia de Las Palmas ha quedado retratada por completo. Prefiere apoyar a la cadena mallorquina RIU antes que a las instituciones canarias, antes que la protección del Oasis de Maspalomas y antes que a la principal empresa del sector de Canarias, el Grupo Lopesan. Lo viene demostrando desde hace tiempo en un alarde de papanatismo isleño que se evidencia, para desgracia de nuestra clase empresarial, en el encandilamiento que sufren sus dirigentes ante el indiscutible poder político y económico que viene de fuera. No es preciso ponerse del lado de Lopesan para deplorar esa actitud. Basta con ponerse del lado de los hechos y de lo razonable. Porque parece más que razonable que un sector turístico históricamente vilipendiado por su voraz devastación del territorio y de los valores propios de las islas al menos se digne a ser neutral en un asunto tan delicado como el de la recuperación para el uso público del Oasis de Maspalomas, donde RIU pretende levantar un hotel a su muy particular modo. La Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo y su Asociación de Empresarios Hoteleros de Gran Canaria se decantaron de inmediato por los mallorquines sin ni siquiera sopesar la posibilidad de encontrar una vía alternativa al disparate hotelero que se quiere erigir en ese lugar y sin poner sobre la mesa el abanico de matices que tiene esa pieza de suelo, desde una sentencia del Supremo hasta una más que discutible valoración de la edificabilidad, por no mentar el biombo que quedaría allí para vergüenza de todos menos de ellos mismos. Sus directivos ?Fernando Fraile y José María Mañaricúa- no han tenido el menor recato en hacer manifestaciones públicas incluso contra el expediente de Bien de Interés Cultural promovido por el Cabildo de Gran Canaria, el mismo que les defiende en su cruzada contra la ley autonómica que limita la construcción de hoteles de cuatro estrellas en la isla y el mismo que está obligado al menos a palparse las ropas antes de tirar por el camino de en medio en este asunto tan delicado del Oasis. Un Cabildo ?hay que recordarlo- que ha esgrimido para avalar su posición informes independientes bastante contundentes que al menos les debía hacer recapacitar (Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Casa de Colón, Docomomo, Ministerio de Cultura?). Les ha dado igual y han reducido su escuálido argumentario a la burla al paso de Colón por el lugar del crimen, como si ese fuera realmente el bollo del cogollo del meollo y no su injustificable defensa de la cadena mallorquina por encima de cualquier otra consideración.