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Opinión - 'Aroma noventero', por Esther Palomera

Miles de juanas y danieles en Canarias y en toda España

Colectivo Madres VIVA

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Una vez más, el sistema judicial español se mancha las manos con la sangre invisible de la violencia vicaria. Finalmente, Juana Rivas no ha tenido que entregar a su hijo, pero no sabemos cómo terminará esto: solo que la entrega se aplaza hasta este viernes. Ojala la jueza recule y Daniel se quede con su madre en Maracena. Si así no fuera, lo entregará obligada por una Justicia que ignora el daño, que borra las huellas de la violencia y revictimiza a esas madres que se atreven a proteger y desafiar un sistema a todas luces injusto, que ignora los derechos de las y los menores.

Desde MadresVIVA, alzamos la voz con rabia, dolor, frustración, impotencia, y absoluta determinación: esto no es Justicia. Es tortura institucional.

Nos posicionamos radicalmente en contra de este sistema atroz. Sabemos que cada entrega forzosa no es más que la prolongación del maltrato machista por otras vías, con sello oficial. Sabemos que la violencia vicaria no se detiene cuando el agresor pierde el control: se reinventa con la ayuda del sistema que dice proteger a los menores, pero los entrega en manos de su verdugo.

Lo peor de todo esto es que no es un caso aislado; solo el más mediático: porque juanas y danieles son miles en toda España, también aquí en Canarias. Juana Rivas y sus hijos representan y simbolizan lo que a día de hoy viven demasiadas niñas y niños, obligada/os, por sentencias incomprensibles y a todas luces injustas, a mantener el vínculo con progenitores agresores y abusadores. El dolor de Daniel y de Juana no es sólo de ellos, es de todas aquellas personas -hombres, mujeres- comprometidas con los derechos humanos y la protección de quienes son más vulnerables, que vemos con impotencia cómo los avances legislativos no sirven de nada, porque su aplicación dista mucho de darse en la práctica, en los juzgados. Que vemos cómo, en un país democrático y con un gobierno que se jacta de tener una de las legislaciones más avanzadas en esta materia, dicho ordenamiento jurídico convive con un sistema patriarcal que lo invalida de facto, que aplasta y mata en vida -a veces, también asesina cruelmente- a mujeres y madres cuyo único delito es proteger a sus hijas e hijos y enfrentarse al sistema que se lo impide.

Como dijimos en marzo de este año en sede parlamentaria, hay profesionales de la Justicia que actúan como cómplices de nuestros maltratadores. Debemos tomar conciencia de que las violencias machistas avanzan impunes gracias a la violencia institucional, a la colaboración de quienes no ponen en primer lugar el interés superior de las y los menores, de sus derechos a una infancia sin violencia; sino la prevalencia del paterfamilias. Sin que pase nada. Esto es intolerable.

Hoy queremos decir algo claro: Juana no está sola porque somos miles en toda España. Y aunque hasta ahora hayamos hecho poco ruido, no vamos a cejar en nuestro empeño por cambiar un orden de cosas injusto por patriarcal, obsesionado por priorizar la figura y los derechos del paterfamilias, aunque sea un hombre violento y vengativo, que odia a la mujer que decidió finalizar su relación con él.

Al igual que en los Estados Unidos del pasado siglo las leyes de segregación racial no debían ser acatadas porque eran injustas; al igual que en la Alemania nazi las normas obligaban a delatar y denunciar a otros seres humanos por raza o religión sin que eso las respaldara éticamente, nos preguntamos ahora si la respuesta a este despropósito cruel no debe ser la desobediencia civil, la resistencia, pacífica pero firme, a resoluciones y sentencias judiciales que ponen en peligro extremo a nuestras hijas e hijos.

Si el Estado decide perseguirnos por proteger, le mantendremos el pulso. Que se prepare para perseguirnos a todas. Porque la maternidad no es un crimen. Proteger a nuestras hijas e hijos nunca será delito para quienes creemos en los derechos humanos. Desde Canarias, como MadresVIVA, decimos BASTA. Basta de arrancamientos. Basta de pactos con el agresor. Basta de criminalizar a las madres protectoras.

Nos mantendremos vigilantes. Unidas. Férreas. Porque la desobediencia también es un acto de amor.

Y porque cuando el sistema falla, la red de apoyo, cariño y cuidados que estamos tejiendo entre nosotras, más grande y más resistente cada día, en toda España, no nos dejará pasar mucho tiempo caídas: nos levanta amorosamente cuando nuestras fuerzas flaquean. Porque somos humanas, viviendo el dolor más atroz que pueda causarse a una madre.

Juana, te abrazamos fuerte, te consolamos, te sostenemos. Estamos contigo. Con tu hijo, Daniel. Con Gabriel, su hermano. Con todas las madres y sus criaturas, víctimas a día de hoy de este sinsentido inexplicable e incomprensible.