Crítica

'Heartstopper' vuelve con una temporada 2 más coral que afronta los grandes dilemas de sus personajes

Joe Locke y Kit Connor protagonizan 'Heartstopper'

Gabriel Arias Romero

Más de un año después de engancharse a la historia de amor de Nick y Charlie, los seguidores de Heartstopper pueden al fin disfrutar de la segunda temporada de la serie. Netflix ha estrenado los nuevos capítulos de la historia adolescente creada por la escritora británica Alice Oseman, cuyos cómics se han convertido en la pequeña pantalla en una de las tramas LGTBI+ más aclamadas de los últimos años.

Heartstopper sigue haciendo méritos para ganarse el aprobado de la audiencia. La primera temporada no fue demasiado exitosa para esta plataforma acostumbrada a los grandes pelotazos de la ficción, pero cogió impulso con el paso del tiempo, recibió excelentes críticas y finalmente se ganó su confianza.

La segunda tanda de capítulos es una perfecta continuación que ahonda en la relación de los protagonistas y se abre a personajes que hasta ahora habían permanecido en un segundo plano. Heartstopper consigue así lo que ya parecía imposible: ser aún más diversa.

En la segunda temporada, que adapta el tercer cómic y parte del cuarto, conocemos mejor a Tao, Elle, Tara, Darcy e Isaac. Nos adentramos en sus emociones, compartimos sus inseguridades y les acompañamos en un divertido viaje a la ciudad del amor, París.

Los amigos y las familias de Nick y Charlie ganan peso en la trama, pero el guion no pierde de vista el eje central de la historia. Heartstopper abre el foco para enriquecerse, y lo hace sin distracciones.

La atención sigue recayendo sobre la joven pareja protagonista. Nick acaba de salir del armario con sus conocidos más allegados y quiere anunciarlo a los cuatro vientos para sentirse completamente liberado. Pero no le resultará fácil compartir con todos lo que nadie se esperaba de él. Es un paso difícil de dar para el popular estudiante, el jugador de rugby que, acostumbrado a hacer los placajes más brutales, ahora se verá paralizado por el miedo.

Una serie adolescente que no huye de los grandes dilemas

Heartstopper tiene ciertas dosis de surrealismo con escenas y tramas algo forzadas, pero no es esto una novedad y tampoco se le puede pedir más a una serie adolescente que no oculta sus objetivos. Y no peca de ser infantil o ingenua. Más bien al contrario, toma decisiones maduras ante dilemas morales importantes, como la forma de plantarse ante la homofobia: ¿se acepta el perdón de los acosadores o se les cierra la puerta? Alice Oseman toma partido.

La segunda temporada de Heartstopper se mantiene fiel a sus principios. Las razones por las que se ganó el cariño del público siguen estando ahí, pero la historia progresa con otras temáticas y personajes que cumplen una buenísima función y le impiden caer en la repetición. Algunos dramas –siempre abordados desde la ternura y el optimismo– se ciernen sobre este pequeño gran grupo de amigos, aunque eso forma ya parte de la tercera temporada.

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