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Los piratas de Sataute

Juan García Luján / Juan García Luján

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Desde el castillo de La Luz comenzaron a disparar los cañones. Los holandeses respondieron, el alcaide de Castillo de la Luz se asustó y ordenó el alto el fuego. Los europeos intentaron desembarcar en Santa Catalina, pero la artillería isleña les frenó. Las lanchas se movieron por la costa, buscando un punto para entrar en la isla. Finalmente lograron desembarcar en lo que hoy es playa Chica, en Las Canteras. Los isleños intentaron frenarlos, pero la superioridad de los nórdicos provocó numerosas bajas entre los isleños, incluso el gobernador resultó malherido. Los canarios tuvieron que refugiarse en el interior de la ciudad, y dejar que pasasen los holandeses.

Los hombres de Pieter Van der Does fueron ocupando la ciudad y avanzaron por el barranco de Guiniguada, y llegaron a la zona que hoy llaman Monte de Lentiscal. Cerca de allí, en la zona de la Vega, se habían ido agrupando las milicias españolas. El capitán Cipriano Torres estaba al frente del ejército que defendía las instituciones de la isla. Los principales estamentos habían abandonado la capital ante la ocupación holandesa y se habían refugiado en los diferentes pagos de lo que luego se llamó la Villa de Santa Brígida, que los aborígenes llamaban Sataute, que significaba “pequeño palmeral”. La Villa era una zona con una gran masa boscosa, con muchas palmeras y pasto para los rebaños que cuidaban los aborígenes. En el siglo XVIII Viera y Clavijo escribiría un soneto a la Villa que describía su gran belleza natural y comenzaba diciendo: “Ved aquí un paraíso sin serpiente, donde no hay fruta al gusto prohibida, donde todo árbol es arbol de vida, su Adán agricultor, su Eva inocente.”

Las características del terreno facilitaron los movimientos de las milicias isleñas, que sorprendieron a los nuevos colonos holandeses. Van Der Does se sentía el dueño de la ciudad de Las Palmas, y mandó un mensaje a los hombres refugiados en Santa Brígida. Si no pagan 400.000 ducados de oro, los holandeses cortarían el cuello a todos los canarios que vivían en la capital. Los isleños se negaron a pagar. Comenzó una dura batalla. Militares, hijos de conquistadores andaluces y castellanos, clérigos, pastores y terratenientes aunaron fuerzas frente a los centroeuropeos. Hacía un día de calor intenso. Los isleños cortaron las acequias para que el agua no llegara a los holandeses. El avance isleño provocó la huida de los hombres de Van der Does, que fueron desalojando la ciudad mientras quemaban sus principales construcciones y saqueaban lo que encontraban a su paso. Se calcula que los holandeses sufrieron 800 bajas.

Las milicias comenzaron a apagar los incendios y a celebrar su victoria, que también se vivió con fe y alegría en los monasterios. La influencia de los religiosos se puede ver en el lema que escogieron para celebrar la victoria: “Por la Patria y por la fe vencimos al holandés”.

408 años después de que los hombres de Van der Does fueran derrotados en La Vega, lo que hoy es Santa Brígida, hemos descubierto que desde hace varios años se estaba produciendo un nuevo saqueo en la zona. Lo más terrible es que en esta ocasión los piratas no venían de afuera, sino que estaban dentro de las instituciones de la Villa. Allí los puso quien confeccionó las listas del Partido Popular y quien los mantuvo en las filas de su ejército mientras estaban protagonizando el saqueo. Ahora los jueces investigan cuánto requisaron durante su estancia en el consistorio. Por suerte ya no pueden robar. El problema es que Van Der Does no ha muerto. El jefe que puso a los piratas en la principal institución de la Villa controla ahora la caja fuerte de todo el Archipiélago de ultramar, a la que llegó después de haber perdido la batalla del pasado 27 de mayo. Se llama José Manuel Soria, y todavía no ha hablado de Santa Brígida, de lo ocurrido en las últimas 48 horas. No tenemos constancia de que le hayan pegado un cañonazo, sólo sabemos que ha guardado un extraño silencio.

Estén atentos a sus transistores, en cuanto hable se lo contaremos en CANARIAS AHORA. No se distraigan, porque si José Manuel Van Der Does Soria cumple con su tradición, si actúa igual que lo hizo en las batallas de Mogán y Telde, sus cañonazos no serán para defender a la Villa de los saqueadores, sino para defender a los piratas y atacar a los que han intentado frenar el saqueo.

Juan García Luján

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