“No por celebrarme -que yo no lo hago mejor que nadie-, pero si hago una cosa, hacerla en condiciones”: Florinda Rodríguez de la Cruz, Mujer Destacada del Municipio de Santa Cruz de La Palma 2024

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Florinda Rodríguez de la Cruz (Villa de Mazo, 13 de mayo de 1947), conocida como Fifina, comenzó a bordar desde su niñez y a adentrarse en el mundo de las telas y los hilos con tareas simples como el punto de cruz. En su adolescencia aprendió corte y confección gracias a la ayuda de una vecina de su pueblo. Y, hasta el día de hoy, no ha dejado de ejercer lo que empezó siendo un pasatiempo para convertirse en una pasión.

Fifina Rodríguez creció siendo la más pequeña de sus cinco hermanos, de los cuales solo ella decidió dedicarse al arte del bordado. Siendo aún muy joven, se casó y formó una familia. De este modo comienza a bordar enaguas y a cobrar por sus trabajos. Con el tiempo, contando ya con algo más de práctica, se inicia en la confección y en el bordado de trajes tradicionales y polainas.

Florinda Rodríguez cuenta con el carnet de artesana. Ha sido una de las participantes por excelencia de las ferias, aunque ahora sólo asiste como observadora. Además, ha trabajado en los talleres de costura convocados cada cinco años con ocasión de la Bajada de la Virgen. Actualmente, ciertos problemas de salud han mermado las horas sin término dedicadas antaño al borde, lo que no ha impedido que doña Fifina siga ejerciendo su oficio, pues como ella misma confiesa: «Si yo no puedo coser, ¿qué hago yo?». 

La presente entrevista fue realizada en la residencia de la entrevistada, el pasado miércoles, día 13 de marzo de 2024. La transcripción de la grabación corre de la mano de la arqueóloga Daniela Espinosa Hernández, adscrita a la Concejalía de Patrimonio Cultural.

Leticia Martín Ramos. Estamos en casa de Doña Florinda, Fifina, artesana, y vamos a iniciar la entrevista; y qué mejor manera que contándome cómo se inició en este mundo del borde. ¿Fue por herencia familiar? ¿Cómo empezó todo?

Florinda Rodríguez de la Cruz. Yo cuando salí del colegio —que en esa época se salía joven y se dejaban los estudios (a mi gusto me hubiera apetecido seguir estudiando, pero no se presentaron las circunstancias)—, tuve que dedicarme a esto. Desde los trece o los catorce años: porque tengo un sobrino que tiene sesenta y pico y me acuerdo de bordarle las chaquetitas, pollitos; así que desde esa época. Desde ahí empecé con las manualidades. Yo comencé en casa de una vecina. Aprendí a bordar lo que se llama el indefinido, que no sé si porque no me gustó o qué, pero lo dejé. Estuve bordando (cuando eso no era artesana ni mucho menos). Después fui a aprender corte y confección hasta los dieciocho o diecinueve años, quizá hasta los veinte. Desde entonces me introduje en el mundo del punto de cruz, que marcaba los pañuelitos con las letras pequeñitas (que tenía la vista mejor de lo que la tengo ahora). Y a partir de ahí empecé con el borde de las enaguas, a hebra, y eso me absorbió tanto que fue el trabajo que más me gustó hacer. Empecé a bordar, a bordar, a bordar y desde entonces me animé a hacer unos cursos de confección. Y así ha sido todo, trabajando en la confección. Después saqué el curso de polainas, en la Escuela de Artesanía en Mazo (que yo sabía hacerlas, pero de dos agujas, luego aprendí a hacerlas de cinco agujas) y me he dedicado a todo eso. Lo que pasa que como ahora me operé de la vista, he tenido que reducir el tiempo, porque la visión no me permite estar muchas horas. Y hasta ahora, pues ya me introduje en el mundo de la artesanía con carnet y entré en la asociación, y eso me ha valido porque me ha motivado. Tengo mis amistades en la artesanía y todo eso me ha ayudado a mi estado personal.

LMR. ¿Usted aprendió en casa de las vecinas o en su casa sabía alguien?

FRLC. De una vecina. En mi casa sabía una tía, que cosía. Confeccionaba hasta trajes de novia.

LMR. ¿En Mazo? ¿Usted es de Mazo y ya luego se vino para aquí?

FRLC. Sí, en Mazo. Después me casé a los veintitrés años, me vine para aquí y aquí llevo el resto de vida.

LMR. Como me decía usted, ¿esta fue su principal actividad económica o lo compaginaba con otras cosas?

FRLC. No. Empecé con el borde. Comencé a bordar las enaguas y entonces ahí ya cobraba un poquitín y esto es como decir un hobby que tú tengas para comprar algo, porque para otra cosa no. Entonces me fui metiendo en el mundo y, bueno, esto es un trabajo —como yo digo— «de chinos“, porque una ropa típica, un vestido, lleva de puntos… ¡inimaginables! Yo le decía a mis compañeras, cuando me preguntaban por el precio de una cosa: «¡Qué caro me resulta!»; pero las horas de trabajo, si se fueran a tener en cuenta, eso no se paga. Lleva muchas horas, pero, bueno, a mí eso me ilusiona, porque por la noche pienso: «¡Ay, mañana voy a hacer tal cosa!». Y en eso he ido pasando los años, que han sido muchos.

LMR. ¿Y así se convirtió en su oficio? ¿Con la especialidad de los trajes típicos? 

FRLC. Sí, en un oficio. Sí, los trajes típicos y hacer polainas. Yo ya el borde… Me gustaba bordar, sobre todo las enaguas, me encantaba, pero la vista dijo: «Hasta aquí hemos llegado».

LMR. Entonces, ¿ahora hace el traje típico? 

FRLC. Ahora los confecciono. Si me los bordan, yo los confecciono.

LMR. ¿En su vida ha compaginado estas tareas de costura con la crianza de su familia, el cuidado de otros familiares…?

FRLC. Sí, a mí me ha tocado. Sobre todo, asistir a mis hermanas. Soy la más pequeña y todas ellas tiran de mí.

LMR. ¿Cuántos son en total?

FRLC. Somos cinco hermanas y un hermano. Somos seis.

LMR. Y usted es la más pequeña.

FRLC. Sí, yo soy la más pequeña. Todos tiran por mí y yo prefiero ayudar a que me ayuden. Todos los domingos voy a casa de mis hermanas. Cuando no voy lo echo de menos.

LMR. Entonces su especialidad son los trajes típicos, que lleva prácticamente desde la adolescencia centrada en eso. Usted lo profesionalizó con el carnet de artesana, los cursos.

FRLC. Sí, yo he hecho varios cursos. El carnet lo tengo de bordado de trajes tradicionales y de polainas.

LMR. ¿Le queda algo por aprender? ¿Tiene usted algún objetivo? 

FRLC. A estas alturas yo no sé, porque como eso me lleva mucho tiempo… El poquito tiempo que puedo dedicarle lo empleo en esto. Antes mismo me llamó una señora porque quería una ropa y yo le dije: «Si es con fecha, no»; porque si es con fecha, yo me estreso tremendamente y me exijo mucho. Si hago una vestimenta, es que no sea con fecha. Ya con lo que yo me exijo es suficiente, como para saber que lo tengo que hacer para tal fecha. Que hasta cierto punto no es bueno.

LMR. ¿Usted trabajó para las empresas exportadoras de bordados que hubo en Santa Cruz de La Palma?

FRLC. No, pero una cosa que se me quedó… Trabajé un año en el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, en esto de la escuela taller, en la confección de las ropas del Minué. En los talleres de la Bajada de la Virgen de las Nieves, contratada. Nunca había cobrado una nómina. No sé si éramos doce o qué, pero trabajábamos en la ropa del Minué y, si hacía falta, ayudábamos en algo más, pero llevó trabajo.

LMR. ¿Ésa es la única vez en la que usted ha trabajado? 

FRLC. Sí, es la única vez que he trabajo cobrando una nómina. 

LMR. Porque para esas empresas que me han nombrado otras compañeras no. 

FRLC. Recién casada, trabajé también en la Casa de Bordados (o Casa de los Cojines). ¡Si no me lo dices…! ¡Estaba olvidada! Es lo que digo: «Mi cabeza a veces no funciona».

LMR. ¿Los trabajos eran por encargos, les traían las cosas?

FRLC. Me acuerdo que la casa estaba por la calle Trasera [Álvarez de Abreu, número 23]. Había que ir a buscar el trabajo y también a veces nos marcaban fechas. ¡Ay, me encantaba ese trabajo también!

LMR. Me alegro de habérselo recordado.

FRLC. Sí, sí, estuvo bien, estuvo bien. Fue una etapa. Después ya la Casa no funcionó. ¡Me quedó una pena…! porque ahí tuve yo un tiempo. Fue entonces cuando me pasé y ya empecé a bordar las enaguas. Que ahora yo pensando: yo creo que eso lo aprendí por mi cuenta, porque bordaba yo desde pequeñita el punto de cruz; lo único que en esa época se bordaba con cáñamo. Después fue cuando aprendí contando la hebra (tres hebritas por tres hebritas), que lleva tiempo, pero merece la pena, porque de un borde cisnado, dibujado, para bordarlo encima, a bordarlo con hebra contada… Es que yo empecé una vez a bordarlo así y no supe. Yo dije: «¿Esto qué es? ¡Que lo quiero llevar por línea!». Y no me gusta. No por celebrarme —que yo no lo hago mejor que nadie—, pero si hago una cosa, hacerla en condiciones, porque chapuzas no me gusta hacer.

LMR. Que esté igual de bonito por delante que por detrás.

FRLC. Que, por cierto, estaba yo el otro día mirando un trabajo que yo había hecho de niña —creo que es del colegio—, lo lavé y dije: «¡Ay, cómo está esto bordado por el revés!».

LMR. Aparte de la vez que trabajó en el Ayuntamiento y esas colaboraciones que hizo, ¿siempre ha trabajado usted sola?

FRLC. Sí, sí. Yo por mi cuenta, mis trabajitos. Yo me pongo las metas, yo me exijo.

LMR. ¿Considera que la artesanía le ha dado la oportunidad de conocer a otras personas?

FRLC. Sí, eso sí.

LMR. ¿Ha participado en las ferias?

FRLC. Eso sí que me gusta. Mira que yo no soy de salir, pero participar en las ferias… La última a la que fui fue en Puntallana y ahora en Mazo (porque era mi pueblo). Ya a partir de los problemas que tengo de salud, yo ya… El otro día me encontré a una chica por la calle y me preguntó si me apunté a la de Los Sauces, pero yo ya no. Fui a la de Mazo porque era mi pueblo, pero yo a las ferias y eso, ya no. Además, lo poquito que yo hago con lo que me encargan en casa, eso ya es suficiente.

LMR. Ahora, para contactar con usted, es a través de las asociaciones y del boca a boca.

FRLC. Sí, la gente ya me conoce, pero eso de ir a una feria y estar todo el día, ya con la edad que yo tengo y con los límites de alimentación... Pero, mira, en Mazo la alimentación, perfecta. Que yo siempre me llevaba mi comida. Me llevaron su merienda de celiacos. La feria de Mazo, para mí, estuvo, del diez, no, del cien. Pero yo ya asistir y eso, no. A visitarlas, sí, si puedo, aunque yo no asista. Yo las ferias no me las pierdo, porque es que me gusta, me gusta el ambiente de las ferias: ver a las amistades, esa movida sí que me gusta a mí.

LMR. Como me ha comentado, ¿qué siente, qué piensa, cuando borda, cuando cose, cuando confecciona?

FRLC. Lo hago y me gusta. Pero ahora, como me he tenido que limitar en el bordado… Coser, sí. Un vestido ya no. Pero esto ya es un trabajo que es seguir la misma línea. Entonces lo hago sobre la marcha y me gusta.

LMR. Y ya es usted concentrarse en lo que está haciendo y no hay nada más.

FRLC. Bueno, sí, normalmente sí.

LMR. ¿Lo considera algo agradable? 

FRLC. Sí, sí. A mí el otro día, que me dijeron que tenía la tensión alta, me pregunté: «¡Ay, Dios mío! Si yo no puedo coser, ¿qué hago yo?». Qué hacer sí tendría en esta casa, pero mirando a las paredes y comiéndote el coco, ¡qué va! Me dijo la oculista que podía seguir, pero dentro de mis límites. Poquito a poco.

LMR. ¿Alguien de su familia ha seguido sus pasos?

FRLC. No, no. A mi hija le enseño a subir el vuelto de un pantalón y ni eso. A ella lo que le gusta es el tecleo, como yo digo. Claro, lo de la juventud. Y mis hermanas, no; ellas siempre dicen: «¡Ay, tú sí qué haces cosas, tú saliste a mi tía, ninguna como tú…!». Y, bueno, a mí es porque me gusta esto, porque me metí en este mundillo.

LMR. ¿Y le ha dado beneficios a nivel de autoestima? Lo pregunto por lo que usted decía de obtener el carnet y profesionalizarse. 

FRLC. Sí, la relación con las compañeras. Todo eso. Al fin y al cabo, yo amigas de la niñez no tengo, ni tengo amigas aquí. Entonces, mis amigas y compañeras son las artesanas.

LMR. A parte del Taller Insular de Artesanía, ¿qué opciones existen para garantizar el aprendizaje en la isla? ¿Qué le diría a las nuevas generaciones? ¿Cómo ve el futuro de la artesanía?

FRLC. No. Déjame decirte que el futuro yo lo veo negativo. Bueno, hay una chica jovencita, que ella hace manualidades de croché, y es raro: una joven que se dedique a esto. Yo lo entiendo perfectamente, porque en cualquier otro trabajo… Es que yo pensando: a la gente no le gusta la casa, sobre todo a la juventud. No les gusta la casa ni tampoco la artesanía. Les gusta salir, y yo lo comprendo perfectamente, porque salen y en cualquier otra cosa tienen más producto que lo que van a ganar en la artesanía. Yo creo que pocas jóvenes piensen dedicarse a la artesanía. Siempre hay excepciones, pero la artesanía es más bien de personas mayores, es vocacional. Ahora los bordes y las ropas típicas, que es de estar mucho tiempo en la casa, no interesan. Hay otras manualidades: bisutería y cerámica y eso. Bueno, pues sí, la juventud…

LMR. ¿Ve usted, entonces, que pueda tener alguna salida? 

FRLC. Sí, más que esto de los bordes, que es una pena que se vaya perdiendo.

LMR. Porque también los materiales se han encarecido. 

FRLC. ¡Bueno! ¡Tremendamente! Las telas que yo compro, que son de hilo, ¡eso ha subido un montón!

LMR. Y se nota. Y afecta. 

FRLC. Claro, repercute en todo. Pero esto es lo que hay.

LMR. Como usted sabe, este reconocimiento se ha enmarcado en el 8 de marzo, en que se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Es un día para reivindicar y reconocer el trabajo que han hecho grandes mujeres… 

FRLC. Hacer saber que existimos. 

LMR. Lo que no se nombra no existe… Por tanto, aquí estamos para agradecer el trabajo que hacen por nosotras, que vamos por detrás, y por las que no están todavía. ¿Usted ha visto desigualdades en este sector, en la artesanía, entre hombres y mujeres? 

FRLC. Bueno, yo creo que algunos hombres (esto pienso yo, pero con mi mentalidad) no le dan importancia a la artesanía. Habrá excepciones, pero no sé, ahí no te sé decir yo.

LMR. Pero, ¿usted no ha sentido diferencias? Tampoco creo que conozca a muchos hombres que se dediquen al borde. 

FRLC. No, no, para nada. Yo tampoco he comprendido. Yo no tengo esa cosa de machismo, feminismo, sino… soy de otra época.

LMR. Usted se ha sentido bien y el trabajo que ustedes realizan es un trabajo hecho. 

FRLC. Sí, y ha habido hombres que me lo han valorado.

LMR. Eso, sí. Pero entiendo (no como en otros ámbitos) que hay diferencias salariales. En el caso de ustedes, es un trabajo hecho, se paga por eso. 

FRLC. Ah, sí, sí.

LMR. Claro, es distinto. Pero, a la hora de confeccionar un traje típico, lo que se paga es el traje. Aunque sea una profesión feminizada, se paga por el resultado. 

FRLC. Exacto, se paga por el traje. Yo no he visto diferencia, porque cualquier hombre que me compre un traje me lo ha sabido valorar, que eso es un punto.

LMR. Y ¿está usted contenta con este reconocimiento? 

FRLC. Bueno, yo —como les he dicho— no soy de protagonismo, pero, llegando al caso, como voy con mis compañeras, vamos a decir que sí. (Ríe.)

LMR. ¿Hay algo más que me quiera contar? 

FRLC. ¿Que más te puedo contar? Pues el trabajo que ejerzo. Y, ya te digo, las ferias para mí son un punto de…

LMR. Un regalo, una oportunidad. 

FRLC. Sí, sí. Lo he pasado bien y me da pena que ya no pueda asistir a ellas. Las disfruto de otra manera. Pero como las disfruto yo de verdad es asistiendo y participando. Bueno, todo tiene su etapa en la vida.

*Leticia Martín Ramos

Concejalía de Bienestar Social e Igualdad de Oportunidades

Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma

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