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Un viaje por el Valle del Mosela: ruta por el corazón de Los Vosgos

Paisaje de Saarland, la vertiente alemana de Los Vosgos.

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El Macizo de Los Vosgos es una enorme región montañesa que ocupa el extremo noreste de Francia dividiendo las cuencas del Mosela y del Rin. En sentido estricto estamos en un lugar que tiene más que ver con el sistema hídrico del Rin que con el propio Mosela, pero este parque natural está a apenas 94 kilómetros del centro de Metz y merece mucho la pena incluirlo en una hipotética ruta de varios días por la comarca. Aquí nos vamos a encontrar una de las manchas de bosque nativo más importantes del centro de Europa con una nutrida representación de especies típicas del Atlántico europeo como el haya, el roble y el abeto. Aquí vas a encontrar una gran cantidad de ambientes naturales que van desde los bosques ribereños a la alta montaña o las turberas que se amontonan en la Región de los Mil Lagos (en realidad se han contado 850) en el extremo sur del macizo –área de Belfort; Parque Natural de los Ballons des Vosgues-. La riqueza natural del lugar es indudable. Cuenta con más de 2.600 kilómetros de senderos guiados y es uno de los puntos calientes de la biodiversidad francesa con una lista de vecinos amplísima: jabalíes, gamos, ciervos, linces y, desde hace unos años, el lobo que vuelve a reinar en sus antiguos dominios.

La cordillera de Los Vosgos es una larga sucesión de montañas y valles que va desde los alrededores de Belfort hasta las afueras de la ciudad alemana de Kaiserlautern. Nosotros nos limitaremos a recorrer el Parque Natural Regional de Los Vosgos del Norte con una propuesta de vuelta por el lado alemán de este lugar ‘caliente’. Si vienes desde Metz, la mejor opción para acceder a esta parte del país es la ciudad fronteriza de Bitche a dos pasos de Alemania. Como suele ser habitual en esta parte de Europa, los elementos humanos más significativos en este paisaje son las fortificaciones que ponen de manifiesto la cercanía del otro (los alemanes en este caso). Yendo por la carretera desde la ciudad uno se va encontrando con varios ouvrages (edificaciones) de la Línea Maginot como los de Bambesch, Rohrbach o Simserhof.

Esta ruta histórica de la desconfianza se extiende a ambos lados de la frontera y es una especie de tratado de arquitectura militar desde la Edad Antigua hasta nuestros días en la que podemos hacer pausas en forma de bosques, lagos, turberas y pueblecitos de montaña. Sin ir más lejos, lo primero que te vas a encontrar en Bitche es su enorme Ciudadela (Rue des Tilleuls), una de las mejores en su género de toda Europa y emerge justo en el centro de la población como una verdadera montaña de muros amenazantes. Pero la omnipresencia de la fortaleza no quita que el pueblo tenga su iglesia barroca (Sainte-Catherine de Bitche), sus casitas encantadoras, sus plazas, sus palacios, su museo de arte

Camino de los cuatro castillos.- La ruta propuesta enfila el extremo noreste de Francia a través de la carretera nacional D35 que atraviesa una zona de bosques densísimos en los que podemos ver algunos etangs (lagos) que suelen tener un origen antrópico (la extracción masiva de turba durante siglos). El objetivo de la ruta es llegar al área de los ‘Cuatro Castillos’ pero la belleza del lugar te va a obligar a parar en los prados en los que el bosque deja construir pequeñas aldeas. Imprescindible echar el pie a tierra en Hardt para internarte en el bosque en búsqueda del pequeño Etang de Welschkobert. La meta de esta pequeña etapa es llegar hasta el Col du Hohenbourg, uno de los mejores pasos naturales de esta red de montañas y valles. Estamos ante uno de los espacios más estratégicos de la región. Y de ahí la concentración de fortalezas medievales en apenas unos centenares de metros. Aquí se acumulan cuatro castillos: Fleckenstein, Loewenstein y Hohenbourg en territorio francés y Wegelnburg en Alemania. Lo más interesante de esta pequeña concentración de piedras ilustres es que se puede saltar de fortaleza en fortaleza en breves paseos de diez o quince minutos.

El otro lado de la ecuación.- El Muro del Oeste fue la respuesta alemana a la construcción de la Línea Maginot. Al igual que su contraparte francesa, la también conocida como Línea Sigfrido fue una imponente obra de ingeniería militar que consiguió fortificar la práctica totalidad de las fronteras alemanas desde Suiza al Mar del Norte. En la ciudad de Pirmasens se encuentra el Museo del Muro Oeste (Litzelbach, 2) instalado en uno de los búnkeres y sistema de túneles más grandes de esta parte de la Línea Sigfrido. Aquí vas a encontrar una colección de armas, uniformes y vehículos militares de la época. Y desde aquí puedes internarte otra vez en los bosques para visitar el Área Uno (acceso desde Ludwigswinkel), una de las instalaciones de primera línea de las fortificaciones alemanas. Durante los primeros compases de la guerra, la Línea Sigfrido fue apenas una distracción, ya que el ataque relámpago alemán se produjo por las famosas Ardenas, en la frontera con Luxemburgo y Holanda.

Andar de búnker en búnker es una buena excusa para ir explorando la vertiente alemana de Los Vosgos (Saarland) y hacer un par de paradas de camino a Metz que nos van a ir adelantando los `puntos fuertes’ de la próxima etapa del viaje hasta la ciudad alemana de Trier. En torno a la frontera franco alemana que marca el pequeño Río Blies (dónde puedes ver una colección brutal de molinos de agua con muchos siglos de antigüedad) se han descubierto los restos de una antigua ciudad que atestigua el proceso de romanización de estas tierras desde los primitivos asentamientos célticos hasta la plena integración en el imperio de los galos. Lo más curioso de esta importante área arqueológica es que se desparrama a ambos lados de la marca entre los países lo que no deja de ser un final curioso después de tanta muestra de hostilidad. El Museo Romano de Bliesbruck (acceso desde el pueblo de Gersheim–Alemania-) se encuentra en territorio francés, pero los restos de las villas romanas, las tumbas celtas (aquí se encontró uno de los enterramientos suntuarios más flipantes de Europa) y las reproducciones de casas de la época se comparten a ambos lados de la línea que, hoy, une a los dos países. Desde aquí a Metz hay 85 kilómetros.

Fotos bajo Licencia CC: Jean-Pierre Dalbéra; Valentin F.R.; Gwen Berson; Heribert Bechen; Wolfgang Staudt

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