Rubén Sánchez o la belleza fortuita de ‘Punctum’

José Ramón Betancort Mesa

Agosto nos trae el último trabajo plástico-musical del artista Rubén Sánchez (La Palma, 1981) en la Sala de Exposiciones O’Daly de Santa Cruz de La Palma (Canarias), tras su paso por la Galería Gondwana de Berlín. Hasta el 31 de agosto se podrá disfrutar de su nuevo trabajo artístico, que lleva por título Punctum, en clara referencia al famoso concepto de la reflexión en torno a la imagen de Roland Barthes (1).

Entre las muchas cualidades que posee el emotivo, fascinante y maduro trabajo de Rubén Sánchez se encuentra el de no decepcionar nunca. Y no por su impecable factura artística, vinculable al heterodoxo grupo de la denominada Pintura Relativa (2) de la Escuela de La Laguna (que también), sino porque siempre consigue cautivarnos con una particular, densa e intuitiva mirada artística, con la que logra infaliblemente que uno de los principios ontológicos del hecho artístico en sí se cumpla: despertar en nosotros el principio de extrañeza.

Su obra tiene siempre esa capacidad de llamar nuestra atención como espectador. Lo consigue. Y no nos deja indiferentes. Por ello, me gustaría recalcar que Punctum no es una mera colección de piezas amenas y correctas en las que el artista recrea escenas comunes o casuales de hechos vividos u observados en Berlín o en La Palma. No. Lo que Rubén Sánchez nos propone es un sugerente recorrido en el que él ha capturado, de manera fortuita y sagaz, diferentes emociones o punciones al mirar momentos dados y circunstanciales, captando ese preciso y justo instante como sólo puede hacerlo a través su mirada. No retrata la realidad sin más. Busca algo más. Algo que está más allá y que pasa desapercibido para el resto de los mortales. Le atrae ese sabor azaroso e incontestable del punctum del que habla Barthes. Ese momento no predeterminado en el que se condensa una atmósfera concreta y exacta de algo que se revela como inexorable.

A través de Punctum Rubén Sánchez se nos presenta como un cazador inaudito de instantes únicos que luego recrea, a través de un poético proceso creativo, para devolvérnoslos convertidos en momentos intensos y, al mismo tiempo, eternos. Unos momentos que siguen latiendo cuando los descubrimos al mirar cada uno de sus cuadros. Sólo él sabe cómo detener ese instante y cómo extraer toda la fuerza y la belleza eterna en forma de pequeños universos plásticos, a los que se les une una pieza musical en la que vivirán para siempre.

A nosotros sólo nos queda navegar en el océano del desconcierto y la confusión de la belleza fortuita de estas creaciones de Rubén Sánchez. Dejemos que nos atrapen los objetos, las personas sorprendidas en las más inverosímiles situaciones, los juegos ópticos de sus cuadros, el cromatismo intenso o la inefabilidad de los extraños escenarios que se recrean ante nuestros ojos, mientras percibimos la sutil intencionalidad del artista que desea que nos divirtamos en la lúdica experiencia de sorprendernos mirando cómo el azar o lo fortuito es posible atraparlo y recrearlo, dotándolo de una belleza intrínseca e inagotable.

(1) Barthes, R. (1980). La cámara lúcida. Barcelona: Editorial Paidós Ibérica, 2009.

(2) En 2005, con motivo del III Encuentro Bienal Arte Lanzarote del MIAC (Museo Internacional de Arte Contemporáneo) del Cabildo de Lanzarote, el profesor Ramón Salas comisarió la exposición Pintura Relativa. La Escuela de La Laguna en la que acuña esta denominación de pintura relativa y en la que personalmente ubico al artista palmero Rubén Sánchez.

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