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Autárquico puro

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Lucía tiene una tienda de alquiler de patinetes en las lomas de la ciudad. O eso me creía yo. Lucía tiene la mirada más limpia de la periferia de Madrid. Por eso cuando me dice espantada “¿has leído lo que dice ese tal Moreno de Mediaset?” la escucho atento: “nos viene mejor un incendio en Sevilla que un incendio en las Cortes” Me aclara Lucía que es el director de informativos de la cadena de tv, y que eso está en la edición digital de El País, no en la de papel. “Todo el mundo tiene derecho a un minuto de gloria o a varios segundos de ignominia” le digo como huyendo. Que a alguien le parezca que los incendios vienen bien para algo, aunque sea para pervivir en la televisión de la porquería, puede hacernos creer que lo del fango no es una patraña, que el lodazal está ahí y hasta los festones del poder se relamen en él.

Una vez a Lucía le tocó distribuir libros por encargo en su local. Decorado al modo de una cueva de “Luces de bohemia”, al mes se hartó de los encargos. El último que entregó fue una vieja edición de las conversaciones entre Hitchcok y Truffaut. “¿Tú te crees? Un incendio justifica la noticia, o la existencia de un salario o la inmanencia de un puesto de trabajo superfluo. ¡Qué desfachatez!” Lucía es un poco cáustica cuando quiere. Al parecer, le amparan razones pues conoce al personaje. Sin embargo, el negocio de los patinetes va bien: cada vez hay más descolocados que necesitan ir a Tele 5, afirma. Pongamos que no entiendo nada de todo esto y busco alternativas. Por ejemplo, veo en el parque a una señora en atenta lectura de “Madame Bovary” A su izquierda, al lado del banco donde se sienta, un enorme cartel pintado en rojo que dice: “soy la hija secreta de Mario Vargas Llosa” Los que se paran dejan unas monedas como paliativo. Al mismo tiempo, como diría mi amigo ML de Tenerife, la red de la X se incendia con una serie de acusaciones a Camilo José Cela: sus novelas son manuscritos robados a los presos del franquismo. Cientos de personas entran al trapo escandalizadas y pidiendo retirada de méritos, encomiendas y títulos al gallego: hasta el Nobel. Esto sí que es un incendio, Lucía. Igual sirve de noticia para el tal Moreno y Franganillo, no sé. La fuente, supuesta, es una declaración de Juan Goytisolo que no aparece por ningún sitio. Como siempre, entre lo anónimo, la piedra, el sainete y la cueva de ladrones, ya está montada la historia.

Un incendio siempre es desagradable. En las Cortes, si hablamos del congreso en la madrileña carrera de San Jerónimo, mucho más. En la feria de Abril de Sevilla no lo quiero imaginar. En cualquier caso, siempre será noticia. “Para el tal ”ese“ apostilla Lucía. Para el tal, sí, le digo yo.

Lucía tiene una tienda de alquiler de patinetes en las lomas de la ciudad. O eso me creía yo. Lucía tiene la mirada más limpia de la periferia de Madrid. Por eso cuando me dice espantada “¿has leído lo que dice ese tal Moreno de Mediaset?” la escucho atento: “nos viene mejor un incendio en Sevilla que un incendio en las Cortes” Me aclara Lucía que es el director de informativos de la cadena de tv, y que eso está en la edición digital de El País, no en la de papel. “Todo el mundo tiene derecho a un minuto de gloria o a varios segundos de ignominia” le digo como huyendo. Que a alguien le parezca que los incendios vienen bien para algo, aunque sea para pervivir en la televisión de la porquería, puede hacernos creer que lo del fango no es una patraña, que el lodazal está ahí y hasta los festones del poder se relamen en él.

Una vez a Lucía le tocó distribuir libros por encargo en su local. Decorado al modo de una cueva de “Luces de bohemia”, al mes se hartó de los encargos. El último que entregó fue una vieja edición de las conversaciones entre Hitchcok y Truffaut. “¿Tú te crees? Un incendio justifica la noticia, o la existencia de un salario o la inmanencia de un puesto de trabajo superfluo. ¡Qué desfachatez!” Lucía es un poco cáustica cuando quiere. Al parecer, le amparan razones pues conoce al personaje. Sin embargo, el negocio de los patinetes va bien: cada vez hay más descolocados que necesitan ir a Tele 5, afirma. Pongamos que no entiendo nada de todo esto y busco alternativas. Por ejemplo, veo en el parque a una señora en atenta lectura de “Madame Bovary” A su izquierda, al lado del banco donde se sienta, un enorme cartel pintado en rojo que dice: “soy la hija secreta de Mario Vargas Llosa” Los que se paran dejan unas monedas como paliativo. Al mismo tiempo, como diría mi amigo ML de Tenerife, la red de la X se incendia con una serie de acusaciones a Camilo José Cela: sus novelas son manuscritos robados a los presos del franquismo. Cientos de personas entran al trapo escandalizadas y pidiendo retirada de méritos, encomiendas y títulos al gallego: hasta el Nobel. Esto sí que es un incendio, Lucía. Igual sirve de noticia para el tal Moreno y Franganillo, no sé. La fuente, supuesta, es una declaración de Juan Goytisolo que no aparece por ningún sitio. Como siempre, entre lo anónimo, la piedra, el sainete y la cueva de ladrones, ya está montada la historia.